Una fluidez insólita
Ahí viven él, su mujer, que tiene una tienda de joyas, y sus dos hijos. Logísticamente fue complicado el proyecto, no había forma de llegar y cuando era época de lluvias los camiones no podían pasar. Además lo hacían todo a mano, junto a un amigo australiano y una familia del pueblo de Payangan. “Aun así lo que más nos costó no fue diseñar la vivienda”, reconoce, “porque teníamos claro lo que queríamos. A nosotros nos encanta dormir fuera, y la casa la hemos planteado como si fuera una tienda de campaña. Es completamente abierta, no hay paredes, puertas o separaciones, ni siquiera tenemos un candado”.
Cuenta Sebastian Mesdag que en Kubu Sidem tampoco es que tengan mucho mobiliario adentro. “Las piezas están hechas como parte de la casa y de manera muy orgánica, porque las íbamos diseñando en función de la madera que encontrábamos”. Específicamente, de teca y de ulin, una madera negra antigua muy típica de Indonesia que ahora se extiende con cautela a lo largo de esta vivienda de dos alturas. A ella se accede por la planta baja, justo por la estancia de la cocina, una preciosa zona con un gran fuego y hecha con piedra de río cortada a mano. Esta parte se resolvió en barro junto con cemento blanco, lo que le da a la arquitectura ciertas reminiscencias al estilo de las construcciones mexicanas.
Una sorpresa tras otra
En palabras del autor, en la planta de arriba hoy figura un cuarto principal en el centro, lo que podría ser el salón en una casa occidental, y según fueron llegando sus hijos, dos, se fueron añadiendo cuartos a los laterales, ideados como cajas de cristal que sobresalen del edificio a modo de acuario. Las divisiones, añade Sebas, vienen marcadas por los niveles. “Al no haber paredes, bajas y, de repente, te encuentras con el cuarto de estar”. Junto a él se divisa la oficina y tras otro escalón se puede ver el cuarto de los niños. Luego, enfrente del salón está la terraza: justo allí hay un baño trasero con una gran bañera exenta al aire libre. En el techo, una enorme cristalera permite contemplar el cielo, la luna y las estrellas por la noche.
Teñido de azul
En Kubu Sidem se le ha reservado también un espacio al área desde la que Sebastian Mesdag trabaja. Es su estudio propio. “En La India, donde vivía antes de llegar a Indonesia, me especialicé en colores naturales y, hace unos 12 años, un amigo me dio tres tallos de la planta del índigo con los que empecé mi plantación”, recuerda. “Poco a poco montamos cursos para enseñar a la gente a cómo utilizar el índigo natural para teñir”. Hoy, ese proyecto se titula Tian Taru y lo desarrollan en el taller que gobierna esta casa, al que le integraron en su parte superior una zona llamada limasan. “Aquí se queda la gente que viene, bien ya sea de visita o porque acuden a alguno de los cursos que impartimos”, matiza.
En el jardín, inicialmente bastante carente de vegetación, dejaron que fuera repoblándose solo y además le añadieron plantas como helechos o ficus, “porque el índigo necesita sombra”, dice el dueño, comentando que entre los cursos destaca a su vez uno en el que se enseña a cultivar esta planta. Pese a ello, y aunque Kubu Sidem se alquile para sesiones de fotos o celebraciones especiales, Sebastian Mesdag concluye en que el día a día es muy tranquilo para su familia. “Nos vamos a dormir nada más ponerse el sol y nos despertamos cuando sale”. Tienen electricidad pero muy mínima, el aire acondicionado no se contempla y, mirando siempre en pro del mínimo consumo, cuando llega el frío en esta vivienda recurren, únicamente, a unas humildes mantas eléctricas. No se puede ser más sostenible.