Entre dos mundos
La diseñadora, por tanto, aplicó mamparas de papel de plátano hechas a mano en las ventanas –filtran la luz y brindan mayor privacidad-, suelos de tatami y carpintería de madera. Es decir, los cánones de estos clásicos hostales. “Como espacio para la contemplación, la calidad de la luz y la sombra también eran importantes. Por eso estudié las condiciones lumínicas dentro de los pabellones de los templos de Bali”, explica la autora. “En ellos aparece una luz natural tenue y cálida que penetra en cada espacio, y que evita el uso de iluminación artificial durante el día”. A su vez cuenta que, en paralelo, quería incorporar las raíces balinesas con elementos arquitectónicos del tradicional bale bengong, traducido como ‘casa de ensueño’.
La mayoría de los muebles fueron diseñados y fabricados a medida para la propietaria por Kalpa Taru, con las luminarias sueltas elegidas de la colección Ong Cen Kuang.
Lo avanza Conchita Blanco: “Ese rincón suele estar presente en todos los hogares de Bali, es un espacio donde uno contempla o simplemente se sumerge en un sueño en medio de la quietud de un entorno abierto, mientras se protege del sol”. Her Studio se ideó teniendo en cuenta cada parte del contexto, y además su edificio se alzó con la madera de un árbol antiguo abandonado en la orilla del río Bengawan en la isla de Java. Se recurrieron a técnicas de carpintería ancestrales, y se contó con la ayuda de los artesanos locales de Kalpa Taru, la compañía que dirige la pareja de Conchita, Avalon Carpenter.
Interior para contemplar
Hoy, al estudio se accede por una puerta de inspiración japonesa elaborada íntegramente en madera maciza. Elevado sobre una plataforma independiente como en la mayoría de las casas vernáculas de Indonesia, el techo se asienta sobre sus propias columnas, también de madera, que parecen quedar suspendidas sobre una íntima sala de ceremonia del té, un estudio de oficina y un baño. Cerrando y separando el estudio del resto de la vivienda, un muro de tierra apisonada aporta una textura muy sutil a la vez que cálida, en parte gracias a la gama de tonalidades neutras que abundan en los interiores. ¿Y qué hay de los materiales? Se eligieron duraderos y eso se aprecia, por ejemplo, en la impresionante losa de piedra basáltica local que descansa en la ducha.

Vista de una de las habitaciones.
Así es el baño con la piedra basáltica.


Otra perspectiva del baño, la cual revela la gran fluidez que Conchita Blanco estableció entre el interior y el exterior del proyecto.
“Al final”, según Conchita Blanco, “la idea era crear un oasis de tranquilidad”. Pero, de cara a conseguirlo, los alrededores del proyecto parecían un hándicap. “La naturaleza del lugar era un desafío, sobre todo teniendo en cuenta que estamos hablando de 95 metros cuadrados escondidos entre callejones privados y casas sin vistas”. La arquitecta tuvo que potenciar a toda costa la sensación visual de amplitud y apertura espacial, porque era necesario. Así, el estudio se eleva permitiendo que la naturaleza crezca y queda abierto al jardín zen de bambú, diseñado por Sebastian Mesdag, “creando momentos para contemplar, escapar y aislarse”, concluye la diseñadora, “pero sin dejar nunca de estar conectado con la naturaleza”.

De nuevo, Her Studio visto desde la entrada.
Mediante el diseño de este jardín zen, el proyecto alcanza la dimensión de un retiro espiritual.
