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La clásica vivienda campesina se reinterpreta en los Andes colombianos con códigos muy del siglo XXI

Fotografía: Mónica Barreneche / El Buen Ojo
Arquitectura: Granada Garces Arquitectos / Interiorismo: Camila Buitrago

Diseñada por y para una pareja de arquitectos y su hija pequeña, Casa Macarena es el resultado latente de un mestizaje entre origen, oficio y técnica.

El concepto de la arquitectura vernácula, muy propia de las zonas rurales latinoamericanas, y el crisol entre la cultura hispánica y las culturas indígenas, esa unión que durante siglos ha marcado muchísimas prácticas constructivas, les ha servido de inspiración a la pareja de arquitectos Carlos Granada y Camila Buitrago a la hora de proyectar Casa Macarena, su propia vivienda en el valle de Iguaque justo en los Andes colombianos. Sin embargo, según Granada el origen de este proyecto nace de una idea mucho más sencilla y profunda a la vez. “Llegamos a Villa de Leyva y nos enamoramos de sus características topológicas. Eran ideales. Durante años nos dedicamos a reforestarlo buscando de alguna forma una restitución ecológica de balance y biodiversidad mientras lográbamos entender el terreno para plantear la que sería nuestra casa soñada”.

Entrada a la vivienda diseñada por Carlos Granada, de Granada Garces Arquitectos, y Camila Buitrago.

Así es la terraza principal de Casa Macarena en los Andes colombianos.

Sus dudas ha tenido el matrimonio, especialmente al analizar cómo podían alzar una casa que fuera lo más contemporánea posible dentro de las rigurosas limitaciones por parte de la oficina de patrimonio del pueblo de Villa de Leyva, de características coloniales. “Fue nuestra hija Macarena la que nos resolvió lo que sería la casa: una cubierta a dos aguas, soportada por una estructura simple de dos plantas muy parecida a lo que un niño podría dibujar”, confiesa Granada.

Ahora bien, aunque la vivienda parezca simple en apariencia, en realidad supone un ejercicio complejo de exploración de orígenes, materiales y técnicas propias de los Andes colombianos. Se trata de un volumen rectangular de dos niveles de 7,5 metros de ancho por 15 de largo, cuya orientación va en sentido oriente-occidente en donde un vacío totalmente acristalado permite que el paisaje infinito y el sol de la mañana penetren las instancias sociales de la casa. Opuesto a ello figuran las habitaciones, espacios privados que recogen la vista árida del valle de Sáchica y el sol de la tarde que prepara las estancias para la noche.

Vista del salón-comedor con sus amplios y altos ventanales.

En Casa Macarena, el interior se abre al paisaje y viceversa.

En la gran estancia abierta en la planta cero figura la cocina, estructurada con la misma madera que aparece presente a lo largo de esta vivienda en los Andes colombianos.

Respetando la herencia

Si bien la propuesta detrás de Casa Macarena se aleja de lo convencional, su innovación y su diseño se camuflan dentro de un gran volumen de apariencia colonial, luciendo casi exactamente igual que una casa campesina clásica. “La identidad de estos pueblos de los Andes colombianos se mantiene a través de la conservación de patrones homogéneos. Lo que no quieres es poner una arquitectura contemporánea en un contexto disonante”, añade el arquitecto. Informa también que el volumen de la casa se ha construido mediante una estructura metálica oxidada y con secciones exclusivamente rectangulares que, a simple vista, confunden la naturaleza industrial del metal con la de la madera, recurso típico de la arquitectura local.

Gracias a esta disposición estructural, posible es ahora abrir totalmente las fachadas del salón hacia la cubierta flotante y el bosque adyacente para lograr una relación franca y directa con la naturaleza. Los pórticos en forma de ‘V’, que cargan la cubierta protagonista de caña brava y teja de barro reciclada, proveen aleros de dos metros de vuelo en perímetro que asimismo sirven como protección de la lluvia y el sol, de acuerdo a Granada. “La arquitectura de Casa Macarena se arma gracias a los muros simétricos perpendiculares que conforman el vacío de la escalera y que definen la parte privada de la vivienda. Esta mitad contiene una habitación con baño por cada nivel y un estudio abierto hacia la doble altura”.

El arquitecto ha aprovechado el vacío que generan los muros simétricos para insertar en él la escalera principal de la vivienda.

Vista de uno de los aseos de Casa Macarena.

Macarena, en la imagen, recorre el pasillo de la primera planta, el cual queda al descubierto con otro de los vacíos propiciados por la disposición de los muros.

Detalle del baño con el que cuenta uno de los dormitorios en suite.

Diseño interior a la par

Cuenta el arquitecto que tanto esos muros como los que cierran la fachada han sido revestidos en un acabado único y crudo, resultado de mezclar cal con fibras de fique y adobe molido. La ventanería en retícula, también construida en metal oxidado, modula la escalera y el recorrido de quienes habitan los espacios. Además, un gran muro de contención en gaviones de piedra local resalta la firma de Granada dentro de su propuesta arquitectónica. Y a la que se vincula por cierto el interiorismo a cargo de Camila Buitrago, quien ha optado por el uso de maderas oscuras de estilo nipón y minimalistas, y textiles ligeros y cálidos.

La propuesta de mobiliario, objetos y accesorios es casi todo artesanal, y consigue que los interiores se mimeticen con el afuera, con ese contacto directo con el paisajismo circundante de los Andes colombianos, que es un poco la clave para que Casa Macarena funcione en perfecta armonía con el terreno que la alberga. “Cuando un arquitecto hace su casa es su propio postulado, y la Casa Macarena es nuestra premisa dentro del oficio arquitectónico: la arquitectura como escenario de una creación próspera”, concluyen los dos autores. “Es el reflejo de nuestras creencias y un ejercicio atípico, un ejercicio de vida”.

Al haber alzado esta casa de los Andes colombianos mediante grandes ventanales, sus estancias disfrutan de enormes juegos de luces y sombras a lo largo del día.

Buitrago ha resuelto el interiorismo de la mano de maderas oscuras, equilibradas con una selección de piezas de mobiliario y tejidos mucho más suaves.

Vista de uno de los dormitorios presidenciales de la vivienda en Colombia.

Perspectiva de la casa, cuya silueta parte del esbozo inicial que dibujó Macarena, la hija de la pareja autora y propietaria.