La entrada a Casa Polanco se concibió al más puro estilo californiano, de la mano de una fachada de cantera labrada, puerta de hierro forjado y dos columnas salomónicas a cada lado.
El pasado como valor insignia
Con tal historia en hombros, el propietario de Casa Polanco se enfrentó a una cuidadosa restauración que durante cuatro años se centró en devolverle el esplendor original a gran parte de las características arquitectónicas del edificio. Para conseguirlo invitó al arquitecto Claudio Gantous quien cuenta, en su extenso y variado portfolio, con proyectos como la Embajada de México en los Países Bajos, la remodelación del Palacio de Bellas Artes en la capital o el altar mayor y el presbiterio de la catedral de Zacatecas en el centro del país.
Dichas credenciales fueron más que suficientes para que Octavio Aguilar, el dueño de Casa Polanco, le diera al arquitecto carta blanca a la hora tanto de restaurar el edificio antiguo como de alzar el nuevo. Porque este hotel incopora un volumen contemporáneo, el cual se integra sutilmente a la casona a través de un corredor de madera y vidrio, 12 habitaciones y una terraza. Mientras que el complejo original abarca el patio interior con techos de vidrio de doble altura, la biblioteca, el bar, el gimnasio, un spa y siete suites. Incluida la presidencial llamada Ivy.
Más allá de la arquitectura
Cada una de las 19 suites que figuran hoy en Casa Polanco (con amenities de la prestigiosa firma mexicana Xinú) supone un refugio ideal para relajarse, algunas con vistas al Parque Lincoln de la ciudad. Ante todo, lo que buscaba el propietario del hotel era crear adentro un espacio que se sientiera como la casa de un amigo amante de la arquitectura, el diseño y el arte. Por eso se le encomendó a Mónica Romo y Mónica Novelo, fundadoras de Casa M+M, la propuesta de interiorismo. Adentro la dupla apostó por una estética depurada, elegante y atemporal que no le robara demasiado protagonismo a la voluptuosidad del espacio. Sino que, a través del silencio, le brindase máxima tranquilidad.
Como parte de su puesta en escena, ambas diseñadoras (madre e hija) seleccionaron muebles clásicos y modernos, logrando así generar un diálogo entre pasado y presente muy parecido al que establece la arquitectura de Casa Polanco. Una selección de piezas decorativas de los años 30, 40, 50 y 60 se obtuvieron de tiendas y bazares de antigüedades. Por su parte se encargó mobiliario al celebrado diseñador industrial Raúl de la Cerda, así como al maestro Héctor Esrawe. En Casa M+M también seleccionaron varios de los diseños más recientes de Alfonso Marina, uno de los mejores ebanistas de México.
Mescolanza de materiales
Cualquier huésped que acceda en 2023 al nuevo edificio de Casa Polanco podrá ver que adentro no figura una piedra cualquiera. Por la que se optó aquí es un mármol italiano que destaca en muchos templos y fachadas italianas, el Santa María Porfídico, escogido por su tono tenue que combina armoniosamente con la cantera rosa de la casa original. No se pretendía que se asemejara a la piedra preexistente. La idea era que le otorgara un efecto rico en tonalidades. Incluso, el hormigón aparente se preparó en base a la muestra del mármol para que encajara con exactitud.
Los suelos de las recámaras, confeccionados a medida, son de origen holandés. Se trata de un roble europeo lijado en espiga de tono blanco neutro, el cual brinda calidez a cada espacio. La madera utilizada para los armarios, las puertas y la barandilla de la escalera del nuevo edificio es un nogal importado de Estados Unidos. Y para los paneles de ciertos muros del interior se utilizó chapa de madera Trieste, de nuevo de Italia. En los baños destaca el mármol Venattino que, con sus vetas expuestas, le asegura carácter y textura a la propuesta de diseño. Se escogieron placas enteras para lograr un ambiente elegante, espacioso y dramático.
A la altura de un museo contemporáneo
El hecho de que Casa Polanco contara con el reconocido crítico de arte Santiago Toca Uriarte ya subraya el valor de la propuesta. Fue él quien, junto a las piezas de la colección privada del propietario, estudió el diálogo que se planteó en el hotel entre su arquitectura y diseño interior para definir el arte que habitaría sus espacios. Ahora hay piezas de Ricardo Mazal, cuya obra pictórica da la bienvenida a los visitantes, a la vez que en los pasillos se muestran las piezas Praga y en la biblioteca, dos óleos sobre lienzo titulados Banderas de Oración.
En el salón principal se encuentran cinco imágenes en blanco y negro de la aclamada fotógrafa mexicana Graciela Iturbide. En las habitaciones se exhibe la obra del catalán Jordi Boldó, pintor influenciado por el expresionismo europeo. Muchos de los dormitorios cuentan con piezas de Ricardo Pinto, artista abstracto, así como del arquitecto y escultor Rodrigo Garagarza. La sorpresa final de Casa Polanco viene nada más acceder a la biblioteca, una estancia monumental presidida por una imagen digna de admirar horas y horas. No solo por su contenido, que también, sino porque la firma el canadiense Robert Polidor, de los fotógrafos más reconocidos ahora mismo a escala internacional.