
La Casa Vista de Marcio Kogan diluye los límites entre estancias de interior y espacios al aire libre.
El brasileño ya había trabajado para la pareja en 2012 cuando levantó la Casa Cubo, su residencia modernista en São Paulo. Sin embargo, para la Casa Vista Marcio Kogan decidió hacer algo diferente dada la naturaleza del lugar. Partió de la forma elemental de una cabaña y la construyó con vigas de acero para soportar los fuertes vientos marinos que levanta el acantilado. De hecho, la casa tiene una estructura exterior que levita a 40 centímetros del suelo. Las paredes de Viroc (compuesto denso de madera y cemento) colapsan sobre sí mismas como biombos, creando una casa dentro de otra. Una terraza con vistas a ambos lados rodea el interior, un pasillo al aire libre que conecta tres dormitorios, salón, baño y un pequeño estudio. Los bloques rectangulares de biribá parecen soportar el techo (hay columnas de hormigón ocultas en la estructura), pero contienen una cocina y la suite principal.

Los espacios de Casa Vista se trazaron para poder ver el atardecer que la costa brasileña ofrece en cualquier época del año.
Al dejar pasar la luz del sol, en esta vivienda se generan hermosos claroscuros.


La paleta cromática del mobiliario y sus accesorios se inspira en los tonos neutros de la naturaleza.

Las habitaciones cuentan con vistas panorámicas al bosque tropical que rodea la casa.
Diferentes especies de plantas y flores decoran el proyecto, como estas aves de paraíso en el comedor.

Colores de la naturaleza
“El ingeniero tuvo miedo cuando le enseñamos los planos”, dice Kogan: “No era un proyecto complicado pero sí audaz”. Acercándose desde la carretera, es fácil es pasar por alto este edificio que se esconde detrás de heliconias, colocasias, araçás y erythrinas, haciéndose visible solo en ciertos momentos. El primer guiño que se percibe al entrar en la Casa Vista de Marcio Kogan es una sala de estar y un comedor al fresco, ambos con una colección de muebles de mediados de siglo. A la clienta, que posee una colección de obras de arte de colores brillantes, la idea de una vivienda en tonos tenues no le atraía, pero Diana Radomysler, quien diseñó los interiores junto con Pedro Ribeiro, pudo convencerla: “No quise introducir colores fuertes porque la naturaleza ya lo estaba haciendo por sí misma”.
Duprat fue la arquitecta paisajista encargada de complementar los espacios exteriores con flora local, minimizando el impacto en el ecosistema natural.



Casa Vista es un oasis en medio de la naturaleza que invita a desconectar del caos cotidiano.
En lugar de color, la casa se convierte en un estudio de texturas y materiales, de luces y sombras. Por su parte, el lino envejecido en tonos arena cubre un par de sofás de Moroso. Los pisos de basalto cepillado, calentados por el sol constante, son suaves al tacto. Al atravesar la sala de estar abierta se llega al jardín trasero, el único punto desde el que se ve toda la estructura larga y monolítica. Para suavizar la rigidez del edificio y nivelar el terreno, la paisajista Isabel Duprat le dio forma al jardín con gradas curvas de hormigón, grabadas en la hierba como las líneas de un mapa topográfico.
Los fuertes vientos hicieron imposible mantener el tipo de vegetación exuberante que crece al otro lado de la vivienda, por lo que optó por plantar lechos ondulados de hierba Dallis y zacate rojo. Duprat eligió plantas que darían vida al viento a través de una superficie en constante ondulación a manera de homenaje al mar, alcanzando un discurso narrativo y poético que parece sacado, claramente, de una de esas películas que tanto le gustan a Kogan.
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