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Fotografía: Fernando Guerra
Arquitectura: Marcio Kogan

Arquitectura de cine en la Casa Vista de Marcio Kogan

Construida en la exclusiva ciudad de Trancoso en la costa sudeste brasileña, Casa Vista de Marcio Kogan es una oda a la perspectiva cinematográfica del famoso arquitecto.

Una arquitectura que parte del cine: Casa Vista de Marcio Kogan bebe de la pasión por celuloide del célebre proyectista brasileño. Kogan se dedicó al cine durante una década. Y decidió cerrar durante medio año su despacho MK27 de arquitectura en São Paulo, fundado a finales de los 70, para filmar su primer largometraje. Era 1987 y, entonces, el brasileño ya había completado 13 cortometrajes, pero rodar un largo requería elegir entre lo que consideraba sus dos vocaciones. Pero la comedia Fire and Passion que grabó en 1988 fue “un desastre en todos los sentidos”, llegó a reconocer. “Lo perdí todo con esa película pero en cambio aprendí mucho sobre arquitectura. Sobre proporciones, el movimiento de la luz, el juego de la iluminación artificial y natural. Después de eso ya no tuve ninguna duda de que debía centrarme en mi trabajo”.

Pero lo cierto es que, ya sea en las paradisíacas playas o en el denso paisaje urbano de São Paulo, la obra de Kogan siempre se inspira en su experiencia cinematográfica. Integra enfoques dramáticos, juegos de luces y sombras y volúmenes horizontales. Por su conexión estrecha con la naturaleza, sus viviendas apuntan al paisaje como el visor de una cámara gran angular. Se nota en Casa Vista, un gigantesco chalet de descanso con cuatro habitaciones para una pareja de São Paulo y sus tres hijos. Kogan y sus colegas Samanta Cafardo y Beatriz Meyer, junto con la arquitecta paisajista Isabel Duprat, construyeron esta colosal villa en Trancoso donde cada superficie absorbe y refleja la luz de manera ingeniosa.

A modo de cabaña, la estructura presenta una cubierta a dos aguas con tejas de madera talladas a mano.

La residencia está envuelta por una piel de listones verticales de eucalipto ceniciento.

Cuando comenzó el proyecto de unos 800 metros cuadrados, el empresario Sergio Moraes Abreu y Vivian Leite, los propietarios, le pidieron una pequeña cabaña. Ella y su esposo habían descubierto el pueblo costero de pescadores en 1986 cuando todavía era un destino de playa discreto entre los habitantes de São Paulo. En el momento en que este terreno de una hectárea estuvo disponible, la pareja decidió comprarlo junto con dos parcelas adyacentes para garantizar absoluta privacidad. Un lujo total, teniendo en cuenta que los terrenos se ubican en un acantilado de seis metros de alto a las afueras de Trancoso, con vistas panorámicas al Atlántico.

Una casa con vista, según Marcio Kogan

En el inmenso jardín de la Casa Vista de Mario Kogan, además, un camino de piedras serpentea entre árboles nativos de araçá, aroeira y cainito y lechos plantados con camarones mexicanos. Alrededor de la primera curva del camino, la línea del techo desaparece de la vista y se ve reemplazada por listones verticales de eucalipto ceniciento, reminiscencia de un material tradicional del noreste de Brasil, hecho de las ramas delgadas del árbol biribá que parecen crecer hacia abajo sobre la fachada como raíces petrificadas. Al caminar sobre otra curva se revela una abertura de cuatro metros que enmarca una exquisita vista a los exteriores y al océano. “Sus proporciones horizontales están delineadas por la extrusión de una sección elemental de cabaña, que genera un techo de madera de 60 metros de largo”, cuentan desde el estudio del arquitecto.

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La Casa Vista de Marcio Kogan diluye los límites entre estancias de interior y espacios al aire libre.

El brasileño ya había trabajado para la pareja en 2012 cuando levantó la Casa Cubo, su residencia modernista en São Paulo. Sin embargo, para la Casa Vista Marcio Kogan decidió hacer algo diferente dada la naturaleza del lugar. Partió de la forma elemental de una cabaña y la construyó con vigas de acero para soportar los fuertes vientos marinos que levanta el acantilado. De hecho, la casa tiene una estructura exterior que levita a 40 centímetros del suelo. Las paredes de Viroc (compuesto denso de madera y cemento) colapsan sobre sí mismas como biombos, creando una casa dentro de otra. Una terraza con vistas a ambos lados rodea el interior, un pasillo al aire libre que conecta tres dormitorios, salón, baño y un pequeño estudio. Los bloques rectangulares de biribá parecen soportar el techo (hay columnas de hormigón ocultas en la estructura), pero contienen una cocina y la suite principal.

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Los espacios de Casa Vista se trazaron para poder ver el atardecer que la costa brasileña ofrece en cualquier época del año.

Al dejar pasar la luz del sol, en esta vivienda se generan hermosos claroscuros. 

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La paleta cromática del mobiliario y sus accesorios se inspira en los tonos neutros de la naturaleza.

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Las habitaciones cuentan con vistas panorámicas al bosque tropical que rodea la casa.

Diferentes especies de plantas y flores decoran el proyecto, como estas aves de paraíso en el comedor.

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Colores de la naturaleza

“El ingeniero tuvo miedo cuando le enseñamos los planos”, dice Kogan: “No era un proyecto complicado pero sí audaz”. Acercándose desde la carretera, es fácil es pasar por alto este edificio que se esconde detrás de heliconias, colocasias, araçás y erythrinas, haciéndose visible solo en ciertos momentos. El primer guiño que se percibe al entrar en la Casa Vista de Marcio Kogan  es una sala de estar y un comedor al fresco, ambos con una colección de muebles de mediados de siglo. A la clienta, que posee una colección de obras de arte de colores brillantes, la idea de una vivienda en tonos tenues no le atraía, pero Diana Radomysler, quien diseñó los interiores junto con Pedro Ribeiro, pudo convencerla: “No quise introducir colores fuertes porque la naturaleza ya lo estaba haciendo por sí misma”.

Duprat fue la arquitecta paisajista encargada de complementar los espacios exteriores con flora local, minimizando el impacto en el ecosistema natural.

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Casa Vista es un oasis en medio de la naturaleza que invita a desconectar del caos cotidiano.

En lugar de color, la casa se convierte en un estudio de texturas y materiales, de luces y sombras. Por su parte, el lino envejecido en tonos arena cubre un par de sofás de Moroso. Los pisos de basalto cepillado, calentados por el sol constante, son suaves al tacto. Al atravesar la sala de estar abierta se llega al jardín trasero, el único punto desde el que se ve toda la estructura larga y monolítica. Para suavizar la rigidez del edificio y nivelar el terreno, la paisajista Isabel Duprat le dio forma al jardín con gradas curvas de hormigón, grabadas en la hierba como las líneas de un mapa topográfico. 

Los fuertes vientos hicieron imposible mantener el tipo de vegetación exuberante que crece al otro lado de la vivienda, por lo que optó por plantar lechos ondulados de hierba Dallis y zacate rojo. Duprat eligió plantas que darían vida al viento a través de una superficie en constante ondulación a manera de homenaje al mar, alcanzando un discurso narrativo y poético que parece sacado, claramente, de una de esas películas que tanto le gustan a Kogan.

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