El proyecto del gallego Bouzas es un homenaje a la persiana alicantina, un sencillo elemento que lleva siglos refrescando la temperatura de las casas mediterráneas. “Recuerdo venir por primera vez a esta zona y fijarme en esas cosas que había por las ventanas, las cuales no existen en el resto de España, que son las persianas de madera”, explica el arquitecto. Tanto este elemento en sí como la caída tan característica que tiene apoyada sobre los balcones valencianos, han servido de inspiración para crear la gran persiana que ahora cubre la plaza por completo en forma de catenaria.
Conectarse con la cultura local
Un verde botella baña toda la obra, respondiendo a uno de los cinco colores tradicionales en los que se acostumbra a fabricar la persiana. Esta, con una superficie de 340 m2, descansa sobre dos grandes estructuras de madera que se ayudan de varios bloques de piedra imaginados como bancos urbanos para soportar todo el peso. Además, el carácter local está presente en todos los elementos de Mediterráneo. La propia persiana proviene del pueblo alicantino de Sax. La madera utilizada en la estructura llegó de los bosques de Burgos, y los bloques de piedra vienen de una cantera en Teruel. “Es momento de pensar en los materiales de cercanía y repensar la arquitectura como una cosa que tiene sentido en el lugar y la tradición en la que se inserta”, comenta el arquitecto.
Las rocas de Teruel tienen una doble función. Funcionan como contrapelo y como bancos urbanos. Foto: Luis Díaz.
La estructura y la persiana recuerda a la arquitectura naval y a las velas marinas, que siempre le han fascinado al arquitecto gallego. Foto: Brava Studio.
La plaza de Músico López Chávarri es el resultado de un vacío urbano donde antes se erigía un edificio, un espacio sin definir por donde la gente transita, pero no permanece. En este contexto la arquitectura juega un papel crucial como agente transformador, generando un diálogo social. Manuel cree que “la arquitectura efímera tiene un punto innovador, disruptivo, que hace que la gente se dé cuenta de que los arquitectos estamos ahí”. En su caso, la cubierta genera una sombra bajo la que se está celebrando un mes de eventos, conciertos, charlas, talleres… “Un regalo para todos los vecinos, os pido que lo hagáis vuestro”.
Una segunda vida
Una de las premisas con las que ha trabajado Bouzas es la sostenibilidad y la recircularización de los materiales. En sus propias palabras, “mucho hemos pensado los arquitectos en la construcción y muy poco en la deconstrucción”. Además de que la madera de la plaza almacena parte de la contaminación del CO2 que expulsamos a la atmósfera, el 70% de los materiales utilizados tendrán una segunda vida. La madera se insertará en la industria, las piedras volverán a la cantera y las persianas se donarán a la comunidad. “Me encantaría que otro arquitecto u otro diseñador tomase como punto de partida las dimensiones de estas vigas para su nuevo proyecto”, lanza al aire Bouzas.
Por el simple hecho de haber logrado que toda una comunidad tome conciencia de que esta sí puede ser una plaza donde estar, parar y vivir, el proyecto Mediterráneo y el TAC! merecen la pena. Como explica Nuria Matarredona, Directora general de Agenda Urbana y Arquitectura, “llegas a esta no-plaza y ahora tenemos conversaciones que no se tendrían si no tuviéramos esta construcción”. Es una obra que, más allá de su tangibilidad, marca unas posibles pautas para una arquitectura del futuro que mira al pasado de manera pausada, sostenible, social y local. Manuel Bouzas concluye, entre bromas: “Quizás lo menos local de aquí sea yo”.
De izquierda a derecha, el arquitecto Manuel Bouzas, Paula Llobet, Concejala de turismo, innovación, empleo y emprendimiento del ayuntamiento de Valencia, Nuria Matarradona, Directora general de Agenda Urbana y Arquitectura, Javier Peña, Director artístico de TAC! y Sol Candela, Directora de la Fundación Arquia. Foto: Brava Studio.