La estructura de hormigón no solo se ha dejado vista. De cara a emular las curvas presentes en la fachada de Higueras, la pareja de arquitectos estableció este muro curvo de madera noble.
Construido en la década de los 70, el edificio brutalista de Princesa dispone de sus propios patios interiores.
No hizo falta darle demasiadas vueltas. Fue visitar el piso, entrar en sus 180 metros cuadrados y saber que la oportunidad no podían perderla. “Higueras decía que los edificios tenían que resistir al paso del tiempo, y el de Princesa lo hace estupendamente”. Excepto la decoración del apartamento, obra del último dueño que lo había llenado de maderas oscuras. Lo cuenta la pareja: “Por dentro era una cueva”. El dúo de Guardia-Ortiz Arquitectos tuvo que recurrir a la labor que más impera en las reformas de hoy en día, sobre todo las que se practican allá donde a finales del XX se optó por borrar los signos del pasado. Pasó mucho con el Modernismo en Barcelona y Valencia, igual que en Madrid se dio con lo regio, señorial o incluso brutalista.
Volver a empezar de cero
Ambos desvistieron el piso, lo dejaron desnudo. “En sus proyectos, Higueras también decía que, siguiendo las palabras de Gaudí, lo importante era volver al origen”. Que en el caso del edificio Princesa no es tanto su cliente inicial, los militares, como la concepción de su estructura. “Lo que hicimos fue abrir la vivienda al máximo a las dos terrazas voladas que tiene, y buscar la luz”, informan. Cambiaron eso sí la distribución un tanto compartimentada del apartamento, la cual venía con una zona de servicio y otra de habitaciones privadas, ambas muy marcadas. “Creíamos que era importante, por ejemplo, poder estar viendo desde el salón los dos extremos de la casa”.
Para conseguirlo, actualizar los materiales era clave, que es por lo que la pareja se decantó al ver que el hormigón de la fachada era blanco en todas las terrazas. Aplicaron un suelo del mismo tono que ahora se extiende, de forma continua, a lo largo de la vivienda al completo, difuminando así la brecha entre exterior e interior. Una cosa que acentuaron por otro lado con el mobiliario, inspirado también en el que Higueras instaló en proyectos como el de su estudio-casa al que llamó Rascainfiernos. Fue un proyecto que el dúo examinó a conciencia y en él vieron que se buscaba cotas muy bajas para que apenas hubiera cortes visuales.
Paisaje sin barreras
De ahí que Guardia-Ortiz Arquitectos le encargara a un carpintero el 80% de las piezas de mobiliario, a excepción de algunas de BoConcept, los sofás sin ir más lejos, y las luminarias de Flos y Marset, o un capricho que se dieron invirtiendo en la Orange Slice Chair de Pierre Paulin. Del mítico arquitecto madrileño adoptaron al mismo tiempo su tendencia de combinar el lacado en color blanco con toques de madera que acentuaban la calidez, reforzada aquí además por los textiles. Como la cortina integrada en la viga del dormitorio principal, la cual actúa de división con el baño. O la alfombra del salón, firmada por el artista Javier Velarde afincado en Pontones, Cantabria.
“En resumen”, sentencian los autores, “queríamos conseguir un lienzo en blanco de forma que la protagonista fuera la vegetación”. Ya lo es en la fachada de hormigón, cuando el edificio Princesa se aprecia desde la calle, y poco a poco lo será en el piso de estos dos arquitectos. Las plantas las colocaron hace ya meses y ahora solo queda esperar a que broten. Mientras, de lo que ambos disfrutan es de cómo cambia su casa a lo largo del día. “Por la mañana el salón-comedor es nuestro despacho y, luego, conforme avanza la tarde”, concluyen, “la estancia se convierte en nuestro lugar favorito de desconexión”.
En el piso de ahora, la terraza se prolonga hacia el interior gracias al uso de un suelo continuo. A la izq., Virgilio Ortiz aparece sentado en la butaca Orange Slice Chair que adquirió junto a su pareja, Juan C. Guardia (dcha.), en tonos verdes idénticos a los de la vegetación circundante.