Una larga amistad
Bombon, Joan Prats y NoguerasBlanchard suman juntas 70 años de oficio. Se conocen desde hace tiempo y, lejos de la rivalidad, entre sus representantes existe un vínculo que es el que actúa como motor de esta original propuesta. “Nuestra relación se basa fundamentalmente en mucha complicidad y una sensibilidad compartida: representamos a Perejaume, Joan Brossa o Enric Farrés Duran, entre otros perfiles. Es un reto maravilloso trabajar con tres generaciones de galerías y de artistas”, cuentan ellos mismos en una entrevista conjunta. Con ese criterio compartido, para la muestra de este año han seleccionado a los artistas de cada galería abarcando todos los medios.
“Aquí se observan desde las figuras más jóvenes, como Lara Fluxà, Tadáskía o Juliana Cerqueira Leite, a los veteranos José María Sicilia o Josep Ponsatí”. Prosiguen. “Al nacer desde un interés que prioriza la colaboración entre tres galerías de trayectorias distintas, automáticamente nos emplazamos a un diálogo transgeneracional que resulta interesantísimo. También, anclar la exposición con un artista de referencia -este año es la obra del gerundense Josep Ponsatí- nos gusta a todos, y a la vez presenta retos que el visitante sin duda podrá apreciar”.
La muestra de l’Antiga Farinera reúne a 11 artistas que trabajan con diferentes lenguajes, gestos o soportes para hablar del movimiento y de las relaciones con el espacio y las diferentes propuestas. Foto: Arnau Elias Valentí.
No es un espacio cualquiera
El interés de conectar el arte contemporáneo con el patrimonio arquitectónico del Baix Empordà imprime un carácter excepcional a la muestra. “Esta comarca, desde las ruinas de Empúries a la arquitectura románica, tiene un patrimonio cultural enorme, su vínculo a la cerámica, la terracota… las oportunidades son innumerables”, explican los impulsores del proyecto. Estar cerca de Barcelona, así como contar con una gran tradición artística, son otros de los puntos a favor para entablar relación con los coleccionistas que veranean por la zona. Además, el escenario elegido como sede es todo un emblema a nivel local. Se alzó como edificio de defensa entre los siglos XII y XIII, en el pueblo medieval de Corçà, para luego constituirse como una fábrica de harinas con su característica torre medieval.
Probablemente fue el primer edificio industrial de La Bisbal, aunque cesó su actividad en los años 30. Ahora, casi un siglo después, el complejo renace transformado en galería efímera ofreciendo ocho salas expositivas a lo largo de sus 500 m2. “Dada la complejidad de la Farinera, el propio espacio ha dictado el recorrido de la exposición”, desgranan los organizadores. Tomando como inspiración el movimiento del agua que impulsa la rueda de trigo, la muestra pretende ofrecer un recorrido fluido entre diferentes disciplinas. De hecho, aparte de las obras expuestas y el texto que las acompaña a cargo de la poetisa Ángela Segovia, se puede observar una zona de libros seleccionados por la editorial Terranova. Y, ojo al dato, una amplia variedad de muebles del argentino Alejandro Sticotti muy bien escogidos por el estudio de arquitectura La Base.