La artista bilbaína durante el montaje Our Thoughts Our Cages. “Hace dos años hice Memento mori para la Tabacalera de Madrid, una colección de momias que traje a Menorca”, cuenta. “El año pasado también preparamos una muestra con el Ministerio de Cultura en una capilla, poniendo a dialogar las piezas de Marina Abramović y las mías”.
Pasado y presente
Perteneciente al movimiento de la descomposición, Lucía Vallejo Garay utiliza lienzos y telas tratadas como el yute para realizar sus creaciones en tres dimensiones. Así plantea momias, mujeres veladas y formas abstractas muy fantasmales y, precisamente, muchos de esos textiles los ha montado in situ en la fortaleza levantada hace 200 años por orden de Carlos III, dándole forma a las telas para colgarlas a lo largo de los elementos arquitectónicos de esta construcción. “La Fortaleza de la isla”, cuenta la artista, “siempre me pareció un sitio espectacular”.
Continúa. “Me cautiva su historia tan relacionada con las epidemias, quizá porque hemos pasado una hace poco”. La bilbaína se refiere a que esta Fortaleza, a partir de 1817 y durante un siglo, se convirtió en el sitio donde todos aquellos que entraban en la isla debían guardar cuarentena, de cara a evitar enfermedades como el cólera, la fiebre amarilla o la peste. Ahora, en las caballerizas y en la capilla, porque el complejo disponía de una propia, figuran sudarios bañados en oro de 22 quilates o en cobre que se enredan en escaleras de madera o en las rejas de las celdas.
“Trabajamos mucho pensando en lo que había ocurrido en estas celdas”, añade la artista. “Más que nada, por eso de que nosotros mismos también nos enjaulamos, y de ahí que el título sea Our Thoughts Our Cages. Lo tomé de Virginia Woolf cuando expresaba que a veces nos encasillamos con nuestros propios miedos a no gustar y a que te juzguen”. Hoy en las celdas, según Lucía Vallejo Garay, son los lienzos los que, sintiéndose atrapados, intentan salir y escapar a toda costa. Mientras, estratégicamente, a lo largo de los jardines se van descubriendo en distintos emplazamientos puntos de luz en forma de burbujas de cristal, sopladas en los talleres de Murano y Bohemia y fundidas con las telas en una difícil técnica que solo Vallejo conoce.
Concepto ad hoc
El comisariado también es de altura. María y Lorena de Corral son madre e hija. La primera fue directora del Reina Sofía, comisaria del Pabellón de España de la Bienal de Venecia en 1988 y la primera mujer directora de esta Bienal en el 2005. Lorena, por su parte, dirige hoy la colección de la fundación Coca-Cola. “A las dos las conozco desde hace años”, recuerda Vallejo. “Pero nunca me había atrevido a que comisariaran una exposición mía”. Lo único que ha cambiado es que, esta vez, se armó de valor, se lo propuso a ambas y a ellas les gustó el trabajo de la bilbaína. Dicho y hecho.
“Eso sí, hubo que hacer bastante investigación, pues evidentemente las piezas no están hechas al azar. Son site specific, llevo ya casi un mes trabajando en las celdas de los enfermos, en las torres de los secretos y en las mismas caballerizas”. María y Lorena, fascinadas por la Fortaleza del Lazareto, llegaron a la conclusión de que, ante unos espacios tan potentes, había que dejar aire para que existiera un diálogo entre el vacío y el espacio, con el enfermo y las obras. “Este sitio tiene una potencia que sobrecoge, aunque si sabes reforzarlo la magia que consigues es absoluta”, considera Lorena.
Una esencia indescriptible
Eso mismo, de acuerdo a las comisarias, es lo que han intentado en Our Thoughts Our Cages, que las piezas de la artista impulsaran los espacios. A la Fortaleza madre e hija acudieron en varias ocasiones a conocer el escenario y también, por supuesto, a ver las piezas de Lucía Vallejo Garay. “Hay un momento”, sentencian las dos, “en que las propias obras se colocan y se abren paso, tal y como ha ocurrido con la escultura de la momia. Su sitio lo ha encontrado en la celda de los contagiados”.
En cuanto a la ubicación, las comisarias han querido reforzar algunos lugares como el punto concreto en el que, a partir de mañana, se podrán observar a las cuatro magníficas Mujeres en Silencio. Que estén veladas y no puedan hablar tampoco es casual. Tal hecho apunta a todas esas mujeres que durante tantos y tantos años han estado silenciadas, viviendo en la sombra y en un constante segundo plano. Cosa que explica que en esta muestra se hayan colocado en la Torre de los Secretos donde los susurros, por mínimos que sean y gracias a la forma arquitectónica de la bóveda, son capaces de escucharse de una punta a otra.