Emoción y (pura) exploración
Lo sublime es, sin duda, una palabra clave y constante en el discurso artístico del australiano. Él la entiende como ese concepto romántico en el que la grandeza se materializa en una belleza extrema y casi difícil de asumir. Y se ve en su muestra de Ibiza. Los espectaculares degradados de las obras de Niesche, que transitan los colores del cielo con una cierta estética glam y en gran formato, son capaces de provocar esa exaltación romántica de la que él habla. “Mi trabajo es minimalismo hipnótico, incluso algún crítico habla de minimalismo pop”, apunta. Tras casi media vida pintando, Jonny Niesche ha saltado de técnica en técnica pasando por varios terrenos. “En mis primeros días experimenté con el realismo, el fotorrealismo, el expresionismo, el fauvismo y muchos otros estilos. Probé muchos sombreros”.
Las obras del Jonny Niesche, que por primera vez se muestran de forma institucional en España, interactúan con el espacio ibicenco de estilo industrial proponiendo al público una experiencia hipnótica. Foto: Sergio G. Cañizares.
Cuando estaba realizando su formación en la Academia de Bellas Artes de Viena, interpelado por su profesor Heimo Zobernig, se dio cuenta de que necesitaba descubrir un lenguaje propio. Fue un elemento muy sencillo el que le dio la respuesta. “Estaba en mi estudio jugando con brillantina sobre un lienzo. Era bien entrada la noche, había una luz suave y sucedió algo increíble. Cuando me moví en mi posición con respecto a la pintura, el brillo de la brillantina titilaba. Me movía otra vez y titilaba de nuevo. Estaba teniendo una conversación visual con la pintura. Estábamos conectados. Ahí ocurrió el momento de la revelación”, reconoce. “Me di cuenta de que quería hacer obras que siempre cambien. Que respondan a tu posición en la habitación. O que se transformen cuando la propia luz cambie”.
Herencias muy claras
En la trayectoria de Jonny Niesche, hace tiempo que el lienzo y el óleo quedaron atrás en su camino para dejar paso a un trabajo heredero del expresionismo abstracto del Nueva York de los 40 y 50. El artista se reconoce y asume ese legado apropiado de maestros como Mark Rothko, Donald Judd y Dan Flavin, entre otros. Pero su arte no bebe solo de la cultura visual. “La música siempre ha sido una parte enorme de mi vida. A finales de los años 80 y principios de los 90 desarrollé una fascinación por la tecnología del sampling digital”, cuenta.
“Fue una época emocionante y revolucionaria para la música. Me mudé a Nueva York y terminé tocando en bandas de rock hardcore y, posteriormente, compartiendo un estudio de grabación”. Lo cual se nota y mucho. No hay más que ver el trabajo que este verano exhibe en la isla balear. Desde su actual estudio, un almacén de dos pisos en un pequeño polígono industrial en Sídney, trabaja en estas grandes piezas dejándose llevar casi siempre con música ambiental. Brian Eno es perfecto según él. Asegura que su proceso creativo se basa en el juego, hasta que los patrones de ideas, colores y materiales comienzan a hablar entre sí. Un baile subconsciente, como él lo define, al que invita a sumarse a todo aquel que, como espectador, acuda a su muestra durante los próximos meses en la Fundación La Nave Salinas.