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PINTORES OLVIDADOS #4. Mauricio Amster, la revolución de la gráfica de entreguerras

Fotografía: Archivo Mauricio Amster

En nuestra serie analizamos la vida y obra de este tipógrafo, calígrafo, ilustrador y diseñador incansable, además de uno de los máximos responsables del desarrollo de la escena gráfica de España y Chile. Así es la historia del ucraniano Mauricio Amster, pieza fundamental en las bases de la tipografía moderna.

Nacido en 1907 en Lviv, al oeste de Ucrania, Amster se crio en el seno de una familia judía y, nada más marcharse a Austria, sus padres acabaron exterminados en el campo de concentración nazi de Belzec. Logró estudiar Bellas Artes en Viena y comunicación gráfica, tipografía y diseño de publicaciones en la Escuela Reimann en Berlín, altamente imbuido por las ideas de la Vanguardia y la Bauhaus. A pesar del enriquecedor entorno creativo, el panorama era más que desolador en una Alemania castigada por la posguerra. Es entonces cuando se muda a Madrid, ciudad en la que siempre contó con una enorme demanda profesional gracias a su calidad como grafista y tipógrafo y, también, debido al hecho de que la producción gráfica del país era muy anticuada comparada con la del norte de Europa.

De hecho, Mauricio Amster había asistido al desarrollo de la tipografía moderna en Alemania, que era el epicentro de las novedosas ediciones de Cranach Presse, Insel Verlag o la Bremer Press. Los fotomontajes o la rotulación asociada al contenido eran dos innovaciones que la tipografía española desconocía aun con las grandes figuras con las que contaba la escena patria, de la talla de Josep Renau y Enric Crous Vidal. Estos años convulsos fueron el escenario de la confrontación entre la vanguardia de los collages, los fotogramas de László Moholy-Nagy, El Lissitzky y Man Ray o el trabajo de la artista Hannah Hoch y la decadencia de un grafismo que rozaba lo obsoleto.

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Ilustración de las estaciones del año en papel couché, a cargo de Mauricio Amster.

En 1937, al artista se le fotografió dibujando en su escritorio de Valencia.

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La obra del ucraniano, muy versátil, abarcaba desde editoriales izquierdistas, portadas de libros o la imitación de las tipografías clásicas de las ediciones decimonónicas españolas en la colección Libros del Siglo XIX. También diseñó revistas de índole religiosa como Catolicismo a la vez que Diablo Mundo o editoriales como Dédalo, Oriente, Zeus y Ulises o Cénit. Serán los acontecimientos políticos de la década de 1930 los que marcarían su vida para siempre, hasta el punto de que en el 36 se incorporó al Partido Comunista, y eso que anteriormente había sido rechazado en las milicias por su miopía siendo reubicado en la sección de Bellas Artes, en la que participó en la evacuación de una importante remesa de obras del Museo del Prado a Valencia y Barcelona para ponerlas a salvo de los bombardeos de la aviación franquista.

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Retrato de Mauricio Amster y Adina Amenedo a finales de los años 70.

Cartelería del artista que promocionaba en 1937 el Instituto Público para Obreros.

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En la ciudad catalana precisamente conocería a su mujer Adina Amenedo, encuadernadora de libros, mientras que en el 37 publica Cartilla Escolar Antifascista, obra de la que se sentía especialmente orgulloso ya que le sirvió para enseñar a leer, escribir y contar a un cuantioso número de soldados. La Guerra Civil le obliga a exiliarse en Francia en 1939, en casa de los Alberti, mediante los que conoce a Picasso y al poeta chileno Pablo Neruda vinculándose a este último en la ilustración, tipografía y portadas de muchas de sus obras (Neruda llegó a definir a Amster en 1939 como el mejor técnico decorador de libros). El nexo del ucraniano con el panorama artístico de la época es una constante de su producción, siendo uno de los trabajos más importantes de su carrera la cubierta del Poema del cante jondo de Federico García Lorca.

Neruda fue de hecho el impulsor del famoso episodio de la evacuación de refugiados hacia Chile a bordo del Winnipeg, una especie de arca de Noé española. La Guerra Civil y la muerte de su amigo Federico, mientras era Cónsul en la Casa de las de Flores en Madrid, cambiaron su vida, su poesía y su vinculación del ucraniano a España, por suerte para Amster, que formó parte de este éxodo de refugiados. Al llegar a Chile trabajaría en el semanario Qué hubo en la semana, más tarde fue el director artístico en la editorial Zig-Zag, gerente de Babel y participó en importantes proyectos editoriales como las revistas Antártica o Mapocho. Revolucionó la edición también en Chile, con sus conocimientos e innovadoras propuestas, y sobre todo con su colaboración en las prestigiosas editoriales Cruz del Sur y Universitaria.

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Imagen obra del ucraniano para el libro de la editorial Zig-Zag J’Accuse de André Simone (1941).

Aprenda a vender de Gerardo de Geus (1941) es uno de los ejemplares de los que Amster diseñó su cubierta para Zig-Zag.

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Otra portada del artista. En este caso, para el libro Bolívar de Phyllis Marshall y John Crane (ediciones en 1938 y 1941).

Durante la Navidad de 1976 envió a sus amigos una postal diseñada por él mismo con una frase de Charles Dickens con la que plasmaba el amor a su trabajo: “Entre todas las invenciones, todos los descubrimientos en las ciencias y las artes y todas las realizaciones en el prodigioso desarrollo de la energía mecánica y destreza manual, es la imprenta el único producto de la civilización necesario para la existencia del hombre libre”. Murió en Santiago de Chile cuatro años más tarde, en 1980, sin sustituto de su categoría y con la amenaza de la deformación de tipos mediante el influjo computacional entrando en escena.

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En el Winnipeg, el barco con más de 2.000 exiliados de la Guerra Civil, se repartió en 1939 este folleto de 12 páginas con textos de Pablo Neruda e ilustraciones de Mauricio Amster.

Tarjeta de felicitación diseñada por Amster en 1962.

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De izquierda a derecha, el escritor César Arconada, Mauricio Amster y un amigo desconocido en Madrid (1935).

Amster pintando un mural con animales de perfil.

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