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PINTORES OLVIDADOS #2. Josep Maria Sert, el clasicista entre vanguardias

¿Por qué el catalán Josep Maria Sert no se cita entre los grandes artistas del XX como sí ocurre, por ejemplo, con Degas o Picasso? Lo averiguamos trazando un pequeño recorrido a lo largo de su trayectoria y vida, ambas muy desconocidas para el gran público.

Ya fuera por la pretenciosidad que se le atribuyó, la lejanía de sus obras del espectador generalista o por sus controvertidas simpatías políticas, la realidad es que de la carrera y obra de Josep Maria Sert bien poco se sabe. Nació en 1874, concretamente en el seno de una familia barcelonesa perteneciente a la alta burguesía y dedicada a los textiles, negocio al que pretendía dar continuidad. Pero no fue así: tras la muerte de sus padres escapa a París y tarda poco en conocer a la élite parisina, a la que él mismo pertenecería en años posteriores. Stravinski, Coco Chanel, Degas, Rodin, Proust, Colette o Cocteau, además de familias aristócratas y millonarios americanos, son nombres y perfiles que se asocian a la vida de Sert.

Retrato del artista catalán Josep Maria Sert junto con uno de sus murales en tamaño XXL.

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De formación modernista, y a pesar de haber estado en contacto con las vanguardias de la época, la obra del barcelonés Josep Maria Sert estaba dotada de cierto clasicismo y un toque orientalista, aunque al mismo tiempo impregnada de una desbordante imaginación que confiere a sus pinturas una dimensión que roza la teatralidad. 

El pintor-decorador

Cierto es que el trabajo de Sert no queda relegado a la pintura al uso, sino que se encargaba de dar nueva vida a los espacios, porque más que un pintor fue un pintor-decorador. El catalán se valía de un equipo de colaboradores que esbozaban, creaban maquetas, cuadriculaban o incluso hacían de modelos. Por su estudio, como si de un gabinete de curiosidades se tratase, se podían encontrar personajes disfrazados de payasos, trapecistas, animales disecados, fotografías y maquetas de escenarios.

Llegó a casarse dos veces, una de ellas con la mítica Misia Godebska, quien pasó a ser en los primeros años del siglo XX la principal musa del París literario y artístico. De Sert se dice que fue una persona seductora, pagada de sí misma, de talante conservador y ambiguo en su afinidad a los regímenes totalitarios.  

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Misia Sert, mujer del artista, en un vestido de lentejuelas de la diseñadora Coco Chanel en 1936. Foto: André Durst.

Antes de trazar sus murales, Josep Maria Sert planificaba las escenas con modelos en su propio estudio.

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Artista y Roussadana Mdivani, la segunda esposa de Sert, en un retrato de los años 30. 

Durante la Exposición Universal de 1900 en París, Sert presenta la obra Hommage à Pomone o Le cortége d’abondance que se convirtió en un auténtico fiasco, ya que pasó totalmente inadvertida. Ese mismo año llegó su gran oportunidad y el encargo que le concedería el gran reconocimiento en vida: los trabajos de decoración de la Catedral de Vic, proyecto que simultaneó con otros para clientes de carácter privado. 

Entre sus otros grandes trabajos destacan los murales de la sala de Liga de las Naciones Unidas en Ginebra, el diseño de la escenografía de los Ballets Rusos de Diaghilev, las pinturas de la capilla del Palacio de Liria de los duques de Alba en Madrid o la decoración de una sala del castillo de Philip Sassoon. En 1924 da el salto a Estados Unidos de mano de la Wildenstein Gallery y de esa época, de hecho, son las pinturas del comedor del hotel Waldorf Astoria en Nueva York.

Pero, sin duda, su trabajo más controvertido fue tapar del hall del Rockefeller Center el mural original de Diego Rivera, en el que el mexicano había plasmado el socialismo y el capitalismo, los dos sistemas económicos que marcaron el XX. La obra de Rivera, casi finalizada, fue calificada como “propaganda anticapitalista” por lo que se procedió a su destrucción tras no llegar a un acuerdo con la familia Rockefeller. 

Tapar un mural

Pocos pintores hubieran aceptado el encargo de pintar encima. Sert, que trabajaba en el mismo edificio junto a un artista inglés decorando las paredes donde se ubicaban los ascensores, accedió sin pensárselo dos veces y pasó por alto el compromiso social del muralismo mexicano de su coetáneo. Esto le iba a pasar factura con el tiempo junto con otros factores, como el hecho de que muchas de las obras de Sert se exhiben en el extranjero o dentro de edificios privados y son, por lo tanto, inaccesibles al gran público.

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El mural del catalán, titulado American Progress, llega incluso a los techos del hall del Rockefeller Center.

Pintura El invierno o América, 1917-1920. Foto: Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

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En la trayectoria del catalán Josep Maria Sert se suceden los acontecimientos desdichados. La Guerra Civil causó un cataclismo en su carrera ya que supuso la destrucción de las pinturas de la Catedral de Vic, a cuya rehabilitación dedicará Sert los últimos años de su vida. Por otra parte, fue uno de los artistas que ayudó a la evacuación de las obras del Museo del Prado hasta la Sociedad de las Naciones Unidas en Ginebra durante el conflicto.

Esta época convulsa en el mundo también tuvo su mímesis en el universo artístico donde cohabitaban movimientos innovadores como el expresionismo, surrealismo, futurismo o fauvismo, entre otras vanguardias, mientras que Sert se aferraba a un clasicismo que fue duramente castigado en aquellos tiempos. La fuerza de las vanguardias del XX eran implacables y dinamitaban cualquier movimiento que no fuera rompedor, a pesar de la fuerza y monumentalidad que caracterizó la obra del pintor-decorador.

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Tras la Guerra Civil, Josep Maria Sert reconstruyó su obra en la Catedral de Vic junto al muralista Miquel Massot (1945). Foto: Archivo Gausa de Mas.

Como no podía ser de otra forma, el artista descansa hoy en el claustro de la catedral que le dio la fama. Foto: Pepo Segura.

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Estudio fotográfico de Sert para su obra La venganza catalana.
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A la hora de componer la obra Pueblo de navegantes, Josep Maria Sert realizó primero una composición física monumental que después le serviría de guía.