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PINTORES OLVIDADOS #3. Juana Francés, en primera fila de la abstracción

Dentro del grupo madrileño El Paso, una generación de señores que había abanderado el arte de la posguerra, la alicantina Juan Francés se erigió como la única mujer del colectivo, siendo la que menos ha trascendido a pesar de lo innovador que fue su trabajo y de haber eclosionado desde el epicentro de la revolución creativa de la época.

Nacida en 1924 en Alicante, a su padre le confiscan la fábrica durante la Guerra Civil para producir armamento, por lo que con la familia Juan Francés se desplaza a Madrid y entra en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Obtuvo una beca en París, en 1951, donde se impregnó de los aires vanguardistas que imperaban entonces en la capital francesa, desde Picasso a Pierre Soulages. Juana dinamitó los cimientos de la sociedad de la época al considerarse de profesión artista, pero a la vez firmaba sus obras como J. Francés ya que los hombres seguían estando más y mejor considerados en los circuitos comerciales del momento.

Es la producción de Juana abundante, contundente, tridimensional, valiente y con una fuerza visual que apabulla. Sus primeras obras figurativas constan de grupos geométricos de personajes hieráticos propios de las artes primitivas. De ahí evoluciona a una etapa casi dadaísta, explosiones de color en tonos tierra que conviven con materiales de desecho de la naturaleza, trozos de cerámicas o vidrios, con la que se presentará a la Bienal de Venecia en 1954 consolidando su nuevo estilo, ese que le llevará a exponer también en el Ateneo de Madrid. Allí conocerá a su futuro marido, Pablo Serrano, un escultor de prestigio reconocido. La fama de Pablo y el hecho de que Juana no buscara protagonismo favorecieron en cierta manera que la alicantina se sintiera a gusto en el anonimato.

Óleo Maternidad (1952), albergado hoy en el Museo Reina Sofía. Corresponde a la incipiente época figurativa de la artista.

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Bodegón (1950).

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Óleo Silencio (1953). Colección Candela Álvarez Soldevilla.

En el año 1957 se integra en el grupo El Paso junto a Luis Feito, Antonio Saura, Manolo Millares, Rafael Canogar, Antonio Suárez o su compañero Pablo Serrano. El recorrido artístico de la alicantina está dotado de gran coherencia y en sus obras se advierte una extraordinaria calidad a pesar de las técnicas mixtas que implicaban la experimentación con nuevos materiales. Es lo que ocurre con su obra más conocida, la serie de trabajos agrupados bajo el epígrafe El Hombre y la Ciudad (1963-1980), en los que se adivina la inspiración de Kafka, el desconsuelo de Bacon o el conceptualismo de Duchamp, que se caracteriza por un fuerte componente tridimensional. Potente y controvertida, la serie conforma una crítica a la conversión del hombre en máquina, la cosificación del individuo y a la paulatina pérdida de identidad. Seres deformes compuestos por cables, bujías y tuercas habitan en receptáculos (las cajas) y hablan del destierro dentro de la sociedad en la que vive.

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En su etapa con reminiscencia al dadaísmo, Juana firmó este óleo titulado Tierra de campos (1962) con elementos terrosos y adosados sobre lienzo.

Litografía Hombre y ciudad: dos robot-búho II (1976), en el Museo Reina Sofía.

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Su pertenencia a El Paso no hizo que trascendiera como el resto de sus compañeros, pero sí tuvo la ocasión de participar en exposiciones colectivas con ellos como la de Before Picasso; After Miro en el Guggenheim de Nueva York, y también en muestras del Palais des Beaux-Arts de Bruselas y de la Tate Gallery de Londres. La proyección internacional además fue incentivada por el régimen para favorecer la imagen de una España destruida por la guerra. A pesar de ser la cofundadora, Juana y su marido acabarían abandonando El Paso, presionada para que se marchara por culpa de ciertas desavenencias con algunos de los miembros.

En Fondos Submarinos y Cometas, otras dos series suyas producidas durante la década de los ochenta, retoma la abstracción y utiliza colores alegres que representarán el mar en movimiento y el vuelo de las cometas en el aire. Seguirá utilizando esta gama cromática hasta la muerte de su marido, cuando la obra se oscurece de nuevo. El 9 de marzo de 1990, a Juana Francés se la encontraron en la bañera, justo en el momento en que estaba preparando su última exposición que, finalmente, acabó convirtiéndose en la primera muestra póstuma sobre la artista alicantina.

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Una de las primeras obras (1980) de la serie Fondo Submarino de la artista.

Juana Francés retratada en su estudio.

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