La artista comenzó a trabajar la serie Piscinas en 2012 y la desarrolló a partir de 2020. “Los dibujos tienen cierta complejidad. De todas las técnicas de pintura, la más compleja es la acuarela. El proceso en sí es muy lento”, explica Valdés.
La artista lo explica. “El lugar que resultó ser la motivación de este proyecto son algunas instalaciones abandonadas, específicamente un centro deportivo donde di mis primeras clases de natación”. Continúa: “Me llamaba mucho la atención cómo aquel lugar casi siempre tenía las piscinas vacías. Aquellos agujeros de forma rectangular me parecían como edificios enterrados, enormes profundidades. Creo que, de alguna manera, estos patrones se quedaron en mi subconsciente hasta el día de hoy. Los veo como una especie de monumentos al olvido”. Así, en la muestra en Madrid, Rachel Valdés nos invita a adentrarnos en lo que ella llama “templos que invitan a la introspección y la contemplación”.
La serie Piscinas es en sí misma una investigación del azul. “Encuentro que es un color muy místico”, detalla la artista.
Explorando nuevos territorios
En total se trata de 21 piezas, tan intrigantes como inesperadas, incluida una instalación sonora que reproduce el sonido de un aguacero, el cual actúa de elemento inmersivo para crear una experiencia en el espectador. Un formato muy parecido, junto con las pinturas abstractas de gran formato, con las que la artista se dio a conocer a nivel internacional. Aunque en la muestra actual, dice, apuesta por una vuelta al dibujo y la acuarela. Ejemplo de ello fue lo que la cubana considera su primer proyecto relevante, la obra instalativa Happily Ever After, presentada en la Bienal de La Habana en 2012. La última obra suya creada para esta Bienal, Inmersión, fue adquirida e instalada de manera permanente como patrimonio cultural de la ciudad.
Por aquel entonces el discurso de Rachel Valdés ya estaba encaminado y construido por una larga trayectoria que se remonta a su infancia. Pintando desde los 9 años, y formada en la Academia Nacional de Bellas Artes de Cuba San Alejandro, así como en diferentes residencias en Estados Unidos, la artista ha ido desarrollando series que van desde lo figurativo a lo minimalista o geométrico. “He ido transitando diferentes estados de la creación en distintos tiempos de mi vida. Por ejemplo, uno de mis temas recurrentes es el reflejo”, señala. “La realidad objetiva y la subjetiva, esa idea doble se remonta al primer ejercicio que hice en la clase de escultura de primer año de carrera”.
La instalación Cubo Azul se realizó en el marco de la XII Bienal de La Habana en 2015. Desde entonces está ubicada de forma permanente en el Castillo de San Salvador de La Punta.
Arquitectura llena de emociones
Lo mismo pasa con esta serie de piscinas, que comenzó a trabajarla hace más de diez años, profundizando en ella a partir de 2020, momento en el que también se mudó a Madrid, donde se siente como en casa. “Hay una cierta similitud entre las dos ciudades, sobre todo por la arquitectura neoclásica. Madrid es una ciudad muy luminosa y movida, en eso también me recuerda a La Habana”, apunta. La arquitectura es, de hecho, una de sus grandes pasiones, así como el diseño. “Pienso que indiscutiblemente me ha influenciado la obra de arquitectos como Mies van der Rohe o Le Corbusier”.
En el plano pictórico, los grandes referentes de Rachel Valdés se enmarcan en el expresionismo abstracto norteamericano o el suprematismo, con nombres concretos: Barnett Newman, Willen De Kooning y Kazimir Malévich. Movimientos, estilos, trazos y conceptos que también tienen su reflejo en la actual exposición en Madrid. “Lo que yo dibujo semejan pirámides invertidas, restos arqueológicos de edificios y ciudades que alguna vez soñé y hasta exploré en mi niñez. Recuerdo minuciosamente casi todos sus detalles. De alguna manera intento enfatizar en aquella sensación de fascinación y vértigo que me daban esos agujeros deteriorados por el tiempo”, concluye. “Esa metáfora de la no funcionalidad y la ambigüedad, ese surrealismo mágico tropical, estar en una isla rodeada de agua y vivir la ausencia de la misma…”.
Así es la serie de acuarelas Into the Space, realizada en 2016, con la que Rachel Valdés investigaba el universo perceptual.