
El mítico bar el Nueve en la calle Justiniano, junto con una de las librerías más emblemáticas del barrio, la Gaudí.

Mientras, en tan solo una manzana se mantienen intactos restaurantes galdosianos como el de Santa Bárbara, El Nueve o la Tasca Suprema. Hay franceses (Le Petit), italianos (La Tavernetta), estudios de arquitectura como el de Ramón de Arana. Allí figura a su vez la Librería Gaudí o la Machado, la galería de Luis Gurriaran o la de Rafael Pérez Hernando. También la conocidísima casa de las Cariátides, cuyo portal deja boquiabierto al que tiene la suerte de pillarlo abierto. Pero los que mejor pueden contar la esencia de la calle Justiniano, y lo que ha ocurrido en ella y sus alrededores, son sus propios habitantes con los que en MANERA hemos conseguido hablar en primera persona.
La Nicolás Cortés Gallery se mudó en 2005
Es una de las galerías de arte españolas más reconocidas en el panorama del arte antiguo internacional. Formó parte de Coll & Cortés durante varios años, asociándose a la mítica galería londinense Colnaghi (la más antigua del mundo). En 2019 se independizaron, en colaboración con un escogido grupo de 10 profesionales que trabajaba en esta calle. Su especialidad es sobre todo la pintura y escultura barroca española e italiana, además de arte colonial, orientándose hacia el del XIX y XX. Se establecieron en esta calle cuando aún eran Coll & Cortés, por ser una de las más tranquilas y por su cercanía a los principales museos, su mejor herramienta de trabajo.
Obra expuesta en la muestra 3D Natura Viva que la Nicolás Cortés Gallery organizó de forma virtual.


En el inventario de la galería de la calle Justiniano figura esta obra de Juan Van Der Hamen y León.

El retrato dibujado en grafito, sanguina y pastel por Étienne Dumonstier en 1573 es otra de las piezas de esta galería madrileña.
En 2003 se instaló la galería de arte Estampa
Al frente de esta galería con 42 años de historia está Manolo Cuevas Manzanares y su hijo Manuel. Ambos, especializados en la exposición de pintura figurativa contemporánea española y en la edición de libros de artistas (siempre, en ediciones limitadas, numeradas y firmadas). Hace dos décadas se instalaron en Justiniano y, según padre e hijo, pasear por la calle y el barrio confiere una idea bastante exacta de lo que eran en otros tiempos los balcones madrileños. O las fachadas de la ciudad, bien cuidadas y respetadas y sin ninguna intervencion extraña. “Tenemos además una taberna de referencia que tanto en tiempo de Pilo, su antiguo propietario, como ahora con Luís, el nuevo, ha conservado platos de lo más castizos pero con toques nuevos”, informan.

Obra firmada por Karina Beltrán, expuesta en Estampa durante el 2019.
Muestra del artista Juan Ángel González de la Calle en la galería Estampa.

FdG Antigüedades llegó en 2017
Fallecido en 2020, Fernando Fauquié fue el fundador de esta galería. Venía del mundo de la arquitectura y de la decoración con una primera tienda en la calle Salustiano Olózaga y otra en Toledo. Con el showroom se instaló en el número 9 de la calle Justiniano en 2017 y, tras su repentina muerte, la familia fue la que se hizo cargo. Hace dos años se mudaron al número 4. ¿La razón? Les gusta la zona, bien situada y sin mucha circulación. Fue uno de los primeros anticuarios en España en exhibir piezas del siglo XX de autor (con un enfoque muy concreto por el mueble americano de los 40). En los últimos años y en el nuevo espacio, la galería ha introducido también mobiliario americano de la segunda mitad del XX.
Varias de las piezas de FdG Antigüedades. Foto: Aaron Serrano.


Con su mobiliario y Alta Decoración, la galería de la calle Justiniano se ha convertido en una indiscutible de la escena madrileña. Foto: Aaron Serrano.

El mueble Mid Century estadounidense es uno de los fuertes de este anticuario.
Proyectos de jardines, desde 1995
El jardinero Fernando Valero Artola llegó a la calle en los 90. “Justiniano era y es una calle sembrada de arte y artesanía”, considera. Cuando se instaló había muchas obras de rehabilitación y sus contenedores eran los más cotizados de la ciudad. “En una ocasión”, dice, “me hice con siete contraventanas de la pescadería de Mari Luz porque la estaban transformando en una tienda de moda”. Desde siempre, esta vía fue un punto de encuentro entre diseñadores, arquitectos, interioristas o anticuarios. El barrio surgió como alojamiento de los oficios que rodeaban al Tribunal Supremo en una estructura bastante jerárquica. Los jueces debían de estar en la Plaza de la Villa de París y en Orellana y Argensola se localizaban a los secretarios. Mientras, oficiales y escribanos se situaban en calles más pequeñas tipo Santa Teresa o Justiniano.
Valero todavía tiene en mente la época en la que llegó al barrio un bar muy cutre, llamado Marylin, en el que recalaba todo el mundo desde Carmen Martin Gayte a Leopoldo Panero. A su vez se acuerda de la Cervecería Santa Bárbara y por supuesto la casa de comidas el Nueve. A la calle Justiniano, el jardinero ha trasladado recientemente su estudio Proyecto de jardines y, junto a su colaborador el arquitecto Rodrigo Álvarez, los dos han firmado proyectos como los jardines del hotel Santo Mauro. Suyo también es el ajardinamiento de los Trocaderos de Marbella y San Pedro de Alcántara, o recientemente el de la exposición de Picasso y Chanel en el Thyssen-Bornemisza.
Desde 2006, Carmen Muñoz Hand Painted
Carmen Muñoz recibió las claves de la pintura sobre porcelana en Tokio, donde vivió unos años. Su hija Gabriela, por su parte, estudió Derecho y trabajó en Publicidad hasta que se empezó a formar en esta técnica milenaria que le enseñó su madre, ampliando sus conocimientos con las técnicas de elaboración mexicanas. Juntas y ya como dupla creativa, las dos abrieron en 2006 Carmen Muñoz Hand Painted, su propio taller de cerámica con tienda y escuela en la calle Justiniano. Allí elaboran y pintan a mano vajillas y cristalerías en porcelana, gres, loza y vidrio. Y en su taller ofrecen la oportunidad a los clientes de adquirir las vajillas hechas o de hacerlas uno mismo. “La calle tiene un gran encanto”, opina Gabriela, y continúa. “Todo en ella está cuidado y dimensionado, los locales tienen una gran calidad y hay un enorme trato familiar y amigable”.

Piezas creadas por Carmen Muñoz Hand Painted.
Carmen y Gabriela, madre e hija, las dos responsables de la tienda-taller-escuela de Justiniano enfocada en vajillas y cristalería.

En 2017 se sumó a la lista de vecinos ABM Arte
Miryam Paz llevaba enamorada de la calle Justiniano desde que tenía 18 años, cuando vino a trabajar a una tienda en los 90. Más tarde, ya con su socia Ana García Conde, las dos cayeron en una primera galería en Orellana 9 en la que al abrir los balcones el mundo entero se paraba a darte charleta. La pega era que el espacio se había quedado pequeño. Pero dio la casualidad de que otro artista, Nikolas Piper, dejaba libre un showroom que había arreglado para sus muebles-esculturas de hierro, momento que ellas aprovecharon para instalarse en 2017. Justiniano, para Ana, ya era un paraíso conocido y no revelado. Había vivido dos calles mas allá desde el 85, por lo que conocía el barrio en su más pura esencia. En ABM, hoy se hacen valoraciones de colecciones privadas e intermediación de arte enfocadas al mercado internacional.

Esta es la grafidia Carlos IV de Pedro Laso de la Vega, un diseño con el que se hizo ABM en 2018.
Tapiz de Enrique VIII encontrado por ABM Arte.

La papelería Depapel aterrizó en 1984
La de Justiniano es la calle mas chic de todo Madrid. Y lo dicen ellas, Chantal y Cristina Luengo, las hermanas fundadoras (así como María Cerezo, la directora) de una de las papelerías también más especiales de la ciudad. “Chantal había hecho encuadernacion”, relata Cristina, “y como aquí casi no había materiales nos hicimos un Grand Tour por Londres, Roma, Florencia y París viendo las mejores papelerías del mundo”. Cuando volvieron a casa, a mediados de los 80, se aventuraron y abrieron juntas Depapel en Justiniano, porque les gustaba mucho el barrio y la calle.
“Era una zona muerta de Madrid y aquí nos queríamos quedar, el nuestro era un almacén de papel viejo que en tiempos debió de ser unas cocheras que no se habían tocado al menos en 100 años”, aseguran ambas. Tenían de vecinos una cordelería, una empresa de transportes y, más allá, las Tapicerías Lastras, la fábrica de boinas. Y desde siempre, Los Gusanos. “No les conocíamos entonces, ellos llegaron algo antes. Luego aterrizó Manolo, de Estampa, y por supuesto el restaurante el Nueve, una taberna clásica de Madrid con fama de buena y barata”. Ahora, cuando llega alguien nuevo las hermanas le comparten la historia de la calle, animándole de alguna forma a contribuir para que esté bonita y sea apetecible de pasear.

Papel de aguas hecho a mano (pieza única) de Depapel.
Otro de los exclusivos papeles artesanales de Depapel.

La galería de arte Fahrenheit Madrid llegó en 2019, a puertas de la pandemia
Su espacio, el antiguo obrador de la pastelería Niza, se ha convertido en el enclave más rompedor de la calle Justiniano. Al frente, una joven galerista Valeria Aresti que ha elegido especializarse en el arte de vanguardia de Nueva York, ciudad en la que estudió. De allí trae calentitas sus propuestas personales, incorporándolas sin ruido pero con una seguridad total. La galería se abrió hace tres años en un momento dificilísimo. “Tenía clara la zona y cuando vi el local fue amor a primera vista. No sé qué tiene esta calle, pero es muy tranquila y está impregnada de creatividad. Además, hay un sentimiento de comunidad brutal, todo el mundo está dispuesto a echarte una mano”, considera Aresti.

Muestra de la artista Hadi Fallahpisheh en Fahrenheit Madrid, además del óleo de Vera Iliatova, quien también disfrutó de una exposición propia en la galería de la calle Justiniano.

María Cortés Fine Art Consultancy, nueva inquilina en 2020
Es la tercera generación de una familia dedicada al mundo de las antigüedades. Eso explica que María Cortés haya vivido rodeada de obras de arte y ferias desde que era pequeña. Fundó junto a su hermana la revista Mas Arte The Word Art Magazine, que la puso en contacto con marchantes, artistas, coleccionistas, anticuarios, directores de museos y comisarios. Más tarde se pasó al otro lado, al comercial, colaborando con las galerías Coll & Cortés, Colnaghi y Nicolás Cortés en Madrid, Londres y Nueva York. Pero recientemente ha saltado a la consultoría independiente con su propio gabinete de asesoramiento en arte. Ubicado, por supuesto está, en el corazón de la calle Justiniano de Madrid.

En uno de los últimos textos de Mas Arte The Word Art Magazine, Cortés compartía la noticia de que la casa Christie’s había subastado la descomunal colección de Paul G. Allen, entre la que figuraba esta obra de Georges Seurat.
Obra de Cezanne también subastada por Christie’s según la publicación de María Cortés.

Los Gusano, los anticuarios asentados aquí durante más de cuatro décadas
Dámaso Bannatyne y Rafael y César Gusano son los socios detrás de un anticuario muy especial, una de esas direcciones solo para conocedores (Justiniano XSL). No se ve desde la calle, hay que dominar casi su contraseña y mirar con cuidado para atrás si uno quiere acceder a la tienda y admirar las piezas que se exhiben allí. Hay del XVII y del XVIII, de todas las procedencias. Desde esculturas y retablos en madera, piedra o hierro hasta tejidos, pero lo mejor es que llevan aquí instalados casi 40 años y poca gente ha sido consciente de su existencia. De vez en cuando un coche con chófer se detiene en la esquina y, silenciosamente, alguien entra en el portal.
Discretos hasta el máximo, desde luego, así quieren seguir. “Vinimos aquí en el 80”, comenta César, quien antes (desde 1975) tenía el local junto con sus compañaros en el Rastro. “Teníamos clarísimo que queríamos venir aquí”. Cuentan los tres que tanto la calle Justiniano como el barrio daban sensación de pueblo. Debajo había una vaquería con vacas, que todavía conserva el nombre, y enfrente una cordelería, una fábrica de boinas, la Comercial Terrerestre y Marítima o la pescadería de la Mari en la esquina. Ante ella siempre se paraban cochazos con chóferes uniformados bajando a buscar la bolsa del pescado fresco. “Había también un bar que desapareció enseguida y la tienda de Pepe Rubio, el modisto más alternativo de los 80, en cuyo local está ahora el anticuario FdG todo pintado de blanco”, recuerda César.

Interior del anticuario Los Gusano, propietario además del tablero del XVII de escayola coloreada sobre pizarra que puede verse en la imagen de portada.
Nicolau Architecture, cuidando el legado de la vía desde 1884
La familia de los hermanos Nicolau Corbacho lleva desde entonces viviendo en el mismo edificio. Concretamente en el número 3 de la calle Justiniano, el que recibió su tatarabuela como obsequio de su amante, en aquella época pasada en la que los amantes sí sabían hacer regalos de verdad. José Carlos, el hermano mayor más conocido como K, estuvo muchos años vinculado al movimiento vecinal, luchando por mejorar el barrio en general y la calle en particular. Alberto, el hermano pequeño arquitecto, tiene su estudio en un piso del inmueble desde finales de los 90. Justo al regresar a Madrid tras una larga etapa en Londres con Norman Foster.
Ambos hermanos emprendieron juntos la aventura de remodelar este edificio, procurando un equilibrio entre conservar la tradición y engendrar el futuro. Siglo y pico de vida había ido desgastando la construcción y desfasando el valor utilitario de una arquitectura concebida en plena belle époque. Su reto, por tanto, fue el de conseguir espacios funcionales sin perder la esencia original ni la memoria acumulada. El resultado, viéndolo ahora, son unas viviendas de alta calidad que hoy sirven como hogar transitorio a gentes de medio mundo que pasan temporadas en la capital.

Vivienda en calle Justiniano reformada por Nicolau Architecture.
Pese a su antigüedad, este piso en Justiniano (obra de los hermanos Nicolau Corbacho) ha sabido adaptarse al presente.

Probable es que la mayoría de los moradores actuales no sepan ni sospechen cómo era la vida en estas casas de Justiniano. Es decir, cuando había que bajar a la calle a buscar el agua corriente a la fuente del patio y en las noches se iluminaban con quinqués de petróleo. Tampoco les sonará a muchos la vida callejera, alimentada en buena parte por las familias de comerciantes que vivían en las trastiendas y sacaban sus sillitas para coser o tomar el aire, mientras los niños jugaban al fútbol en un ambiente que prácticamente desconocía los vehículos de motor. Ni tan siquiera es posible ahora imaginar la avalancha rejuvenecedora que supuso la Movida de los 80. Con artistas y famosos desfilando por talleres de alta costura como el de Pepe Rubio, establecido en el número 4 de esta vía, o la peluquería de Fermín Galán.