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La historia de Angela Damman: dejarlo todo para revitalizar el diseño indígena

En 2011 se fue a vivir a una antigua hacienda en Yucatán, México, rodeada de campos de henequén y plantas fibrosas con las que, históricamente, los mayas creaban piezas de uso funcional y artesanías sencillas. La vegetación local y el legado de los indígenas han sido claves para que esta estadounidense emprendiera un camino de diseño muy personal.

Desde su llegada al país latinoamericano, hace ya más de diez años, la diseñadora estadounidense Angela Damman y su equipo de artesanos de la zona colaboran en el diseño y la producción de textiles, productos de lujo y piezas de edición limitada creadas siempre a mano con la fibra de plantas autóctonas. Todas son nativas de Yucatán, en el golfo de México, y se han utilizado desde épocas precolombinas, como el henequén y la sansevieria con las que los indígenas confeccionaban en su día cuerdas, hamacas y bolsas. Para Damman, lo que comenzó como una simple idea (básicamente, explorar estas históricas fibras y trabajar con ellas) con el tiempo se ha convertido en una pasión de vida. O mejor dicho, en una búsqueda incansable por entender plenamente la cultura maya y su hábitat natural.

El primer proyecto de la estadounidense al llegar a Yucatán fue experimentar con la fibra de henequén y, a partir de ella, manufacturar de manera completamente artesanal un textil altamente refinado y de lujo a base de plantas. “Pasé más de dos años trabajando codo con codo con artesanos, probando el antiguo proceso de tejer fibras vegetales en telar de cintura”, explica, detallando que de ahí nació un sofisticado textil que no se había visto antes, el cual le brindó oportunidades para nuevos diseños y aplicaciones en el mercado de bienes de lujo.

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Una de las tantas hamacas en tamaño XXL que caracterizan la marca de la estadounidense.

Retrato de Angela Damman.

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Pese a una evolución constante y orgánica en sus diseños, Damman se ha mantenido fiel a la misma filosofía de vida y trabajo desde que se mudó a México. Todas sus piezas son producidas de manera sostenible y enteramente por ella y su equipo, desde la cosecha y desfibrilación de las plantas hasta el diseño y ejecución del producto final. La estadounidense hace un pequeño apunte: “Como hija de la tierra, siempre imaginé una vida creativa para mi familia arraigada en la conexión con una cultura, un pueblo y, lo que es más importante, con una forma de vida. Una vida donde menos es más. Donde lo hecho a mano también significa cosechar plantas, extraer fibras, mezclar nuestros propios tintes orgánicos e hilar y tejer”.

La butaca Kau está hecha de fibra natural orgánica de agave espadín. Foto: Patricia Robert.

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Chandelier de la firma en la feria Zona Maco a principios de este 2022.

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Estudio de Angela Damman. 

Cuenta la diseñadora que tras cada pieza hay un largo proceso creativo que empieza con aquello que la rodea: “Me inspira mi entorno, mi hábitat, también la gente con la que trabajo fuera de mi comunidad cuando viajo a la Ciudad de México o a Nueva York, o cuando me encuentro con clientes. Y aunque la naturaleza juega un papel importante en el proceso, nunca es una sola cosa la que me inspira, es un todo”. Su constante búsqueda por la innovación ha dado como resultado la creación de piezas que se han expuesto en la feria Zona Maco, el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) y el de Franz Mayer, ambos en Ciudad de México, y también en la Design Miami. El éxito de su propuesta radica en haber logrado fusionar los conocimientos milenarios de talentosos artesanos locales y la belleza de las fibras vegetales con un distintivo diseño contemporáneo. “Intento, con mi punto de vista, transmitir un mensaje, contar una historia y compartir una nueva perspectiva”, aclara.

Otro modelo de la butaca Kau, producida en Yucatán mediante fibras de Oaxaca. Foto: Patricia Robert.

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Todos los productos de la marca se confeccionan a partir de hilaturas naturales.

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Para la instalación Bestias Rosas de Fernando Laposse en el Miami Design District, Damman diseñó hamacas y esculturas en colaboración con el colectivo maya de artesanos de Sahcaba.

También define su estilo como discreto, incluso sobrio, y procura que sus diseños no resulten demasiado complicados para que la gente se cuestione y se pregunte qué es lo que ve que no haya visto antes: “Mi estilo es distinguible, aunque no sé si puedo precisar exactamente cuál es. Diría que es discreto, porque permito que los materiales se luzcan por sí solos, pero también clásico y sofisticado. Trato siempre de no sobrediseñar”. Detrás de la creación de cada pieza, por cierto, hay una colaboración en equipo de más de 60 personas que vive en la zona de Yucatán. El negocio ha ayudado a estimular el desarrollo económico local y a preservar el legado ancestral de las comunidades maya.

De la tierra al telar, cada producto de Damman genera oportunidades y beneficia al artesano, pero no solo exclusivamente a él. “A través de un intercambio continuo de ideas, conocimientos y pasiones, hemos creado una marca de lujo que apoya el conocimiento de los artesanos y de sus familias. Han pasado toda su vida trabajando con fibras vegetales y, ahora, a través de la innovación textil y el diseño por encargo”, concluye la estadounidense, “estamos ayudando a estos artesanos a dar una nueva vida a sus antiguas tradiciones y traer una vitalidad renovada a sus comunidades”.

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Silla Fringe Sling de Angela Damman y Luis Luna.

Las fibras vegetales utilizadas por los artesanos, vistas de cerca.

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