Búsqueda infinita
Para poder dar con joyas de tal estilo, el tiempo ha sido crucial. Años y años ha invertido Espuch en prestarle atención a calidades y acabados: “Mi evolución pasa por el conocimiento que he adquirido con ello”. Se refiere a trabajar el ojo, a identificar las piezas de materiales naturales de otras que están hechas magistralmente para que parezcan nobles. En el descarte consiste el oficio del interiorista. “Bueno, en eso y en saber mezclar referencias de distintas épocas y procedencias”, matiza él, “porque es así como uno consigue un ambiente atemporal”. Razón no le falta, y bien lo demuestra en su tienda de Alicante que vira hacia un lado más mediterráneo: “La selección la hago en base a las dinámicas de la ciudad, allí todo el mundo tiene casa en la playa”.
Entre los tesoros de Azul Tierra destaca esta sombrera Moynat sobre maletines de viaje franceses del XIX. Foto: Enric Badrinas.
Espuch también contempla piezas del XX, como estas cajas japonesas lacadas en negro. Foto: Enric Badrinas.
En Barcelona, en Azul Tierra aguardan esculturas italianas del XVIII como la de un pelícano junto a un recipiente japonés de sake, del mismo siglo, al lado de butacas de Patricia Urquiola para Moroso (en terciopelo de mohair), sofás de la firma Draga & Aurel. O un gigantesco espejo del XVI confeccionado en ébano, que ahora mismo es imposible conseguir porque está protegido. “Aunque no todo es así de insólito”, defiende el fundador de Azul Tierra. “A veces traigo escayolas, por ejemplo las que se hicieron en el XIX para museos, que son maravillosas simplemente por su pátina. Para mí el paso del tiempo muchas veces es el que embellece a la figura, el que le da ese sabor que una pieza nueva no tiene”.
Pero, ¿aquí no se vende nada contemporáneo?
El presente ha tenido una larga cabida en el historial de estas dos tiendas, solo que es su dueño quien se encarga en todo momento de idear las piezas, también cubriendo los huecos que el mercado no aborda en cuanto a exquisiteces. “Hace poco saqué unas mantas hechas con unos telares ad hoc para nosotros, porque la idea era plantear modelos para camas grandes, de 280 por 280 centímetros, que son muy difíciles de encontrar”, detalla Espuch. A su vez, suyas son las mesas, consolas y sillas diseñadas en colaboración con un ebanista con patas talladas en forma de caballo, al más puro estilo romano, o los textiles de cachemir que el interiorista manda confeccionar a mano en Nepal.
¿Una mini virgen en piedra caliza esculpida? Existe, data del siglo XVI y se trajo exclusivamente de Francia a la tienda de Espuch en Barcelona. Foto: Enric Badrinas.
Las esculturas francesas del XIX son una de las tantas predilecciones del alicantino. Foto: Enric Badrinas.
“Colaboro con Lola Rivière, que es ceramista, y con Güell Lamadrid firmé una colección de tejidos hechos con telares manuales en materiales y tintes naturales”. Para Lizzo, la firma con la que Espuch colaboró durante casi una década, preparó una tapicería que todavía sigue vigente porque resulta difícil que le hagan competencia: con sus bordados imita el plumaje de un pavo real. Y en 2023, mientas ultima los detalles del apartamento-showroom de Barcelona, este alicantino asegura que le es difícil parar.
“Siempre ando preparando cosas”, concluye. “Muchas veces descubro un tapiz chino de hace no sé cuántos siglos, por poner un ejemplo, y me entra la inspiración y lo convierto en una tela de terciopelo. O veo una pintura de Carol Moreno y pienso: ‘sería genial variarle el tamaño’. Y lo hago”. De hecho, lo hace hasta el punto de que lo amplía a una pared entera, saliendo glorioso del paso gracias, claro está, a la destreza con la que le ha bendecido su oficio.