Fachada de la casa. La portada contempla el salón de verano con suelo de marés. En primer plano, mesitas nido de latón holandesas, entre los arcos, mesa italiana del XVIII y, detrás, aparador de pino menorquín del XIX. En el centro, velador con sillas menorquinas, todo del XIX, y lámpara años 20. Carpinterías, vigas y sillas se han pintado con un tono azul verdoso.
El salón de verano tiene tres amplias arcadas cerradas con iroco. Sofás y asientos de segunda mano retapizados y mesa de vidrio y metacrilato de los 70. En la pared, de izda. a dcha., obra de Miquel Viladrich, marioneta de teatro china de la dinastía Qing, esculturas de Matias Krahn, pintura de Gary Stephan (como a la dcha.) y payaso-buzón de 1900.
“Es una construcción histórica, aparece en los mapas de principios del siglo XVIII y se encuentra frente al poblado talayótico de Talatí de Dalt, en Mahón, uno de los yacimientos prehistóricos más notables de la isla. Nos gustó por varios motivos”, desgranan los propietarios. “Está elevada en una pequeña colina y no hay otros edificios cerca. En los campos colindantes pastan animales, los muros se mantienen según la técnica de la piedra seca, un proceso constructivo tradicional y popular sin uso de mortero, y desde ella se divisa la torre de defensa del poblado. La finca conserva igualmente varias cuevas hipogeas”.
Obra por todo lo alto
Cuando la pareja de Alcolea & Krauss la encontraron, la casa estaba bastante deteriorada. Tuvieron que cambiar todas las vigas del tejado, aislaron parte del suelo por las humedades (alternando capas de aire y corcho natural), construyeron doble tabique, rehicieron toda la instalación eléctrica y cambiaron los cristales de las ventanas. Después de semejante reforma para ponerla a punto (las obras duraron diez meses), tenían claro cuál iba a ser su propósito decorativo. Ellos mismos lo explican: “En primer lugar, el de conservar todos los elementos rústicos y estructurales antiguos. Respetar al máximo su historia y su aspecto, pero a la vez hacerla habitable para todo el año y muy cómoda para una vida en familia”. Después, a cada dependencia le quisieron dar personalidad propia con su colección de objetos y antigüedades.
En el salón de invierno, mesa-aparador de un comercio de Inglaterra con, de izda. a dcha., jaula de latón del XIX y un pequeño gabinete de curiosidades. Lámpara de barriles antiguos de vino y, en la pared, en el centro, retrato anónimo del cónsul Jaime Uhler Soler y de caballero de la escuela española del XVIII.
La cocina dispone de lámpara de lágrimas de cristal, mesa de hierro, taburetes ingleses de los 50 y 70 y azulejos típicos de la isla del XIX, que ya estaban en la casa. En las estanterías, platos de Manises y Alcora del XIX, soperas menorquinas y botellas del XVIII al XX. Todos los enchufes e interruptores son de porcelana y madera de Fontini.
“Pero la decoración es cambiante. Vamos variando e incorporando en función de nuestros flechazos”, prosigue la pareja. Abajo están las zonas comunes, los tres dormitorios de sus hijos (Sebastian, Rebecca y Suzanne) con sus respectivos baños y un patio interior. Arriba, el dormitorio principal, los dos despachos de Alcolea & Krauss, vestidor, aseo y baño. Los materiales y las tonalidades tienen sabor local. La piedra de marés natural de la isla en suelos, muros y columnas, combinada con baldosas de barro cocido, el blanco de las paredes según la tradición antigua del encalado, textiles recuperados de lino o yute en tonos neutros y el color preferido de Victoria, el Oval Room Blue de la marca Farrow & Ball. Un azul verdoso con el que dieron continuidad a los espacios pintando vigas, puertas, ventanas y hasta algunos muebles como sillas o lámparas.
En el dormitorio de su hija Suzanne, cuadros de ballenas de Kolene Spicher, flexo años 60 sobre mesita francesa y cabecero también francés pintado.
El baño principal cuenta con bañera francesa de granito de una sola pieza de 1900 con grifería antigua, lámpara Desencello de seda de Fortuny y obra de Mark Wilson. Todos los accesorios son vintage.
El piso de arriba contempla, en un rincón del vestidor, caballito del XIX y conjunto de estudios de mujeres de J. Hernández de 1910. Las cortinas esconden un zapatero. Al fondo, lámpara de techo de vidrio art déco y lavabo antiguo menorquín de pino y mármol.
Nada se echa en falta
La colección a la que se refieren consiste en muebles rústicos menorquines del XIX, vintage y antigüedades del XVIII. Todos juntos forman un ambiente cálido y singular con ciertos contrastes, como una lámpara de lágrimas de cristal iluminando una mesa industrial: las piezas con mucha historia no resultan pesadas, han sabido refrescarlas y crear un interior sencillo, tradicional y acogedor pero rico en detalles. “Es una casa ecléctica, con una selección decorativa en función de nuestros gustos y los de nuestros tres hijos, nuestras vivencias y nuestro trabajo. Llevamos más de 35 años en el mundo del arte y del coleccionismo”.
Eso significa viajes, experiencias y conocimientos. “Nos dejamos guiar por nuestra intuición, por un ojo crítico, por enamorarnos de una pieza, por un descubrimiento”, continúan. “Decimos que es una casa art for living. Es decir, hecha para vivir, para convivir con todas nuestras cosas, para celebrar la vida y el día a día con nuestra familia y amigos”. Y también con los animales que campan felices por los alrededores. Los dos caballos de Victoria, gran aficionada a la hípica que ha competido en doma clásica, y tres burritas adoptadas. Para el diseño del jardín contaron con el paisajista inglés Nick Hughes, que utilizó especies autóctonas de Menorca. Gauras y jaras, lavanda dentada, varios tipos de cactus, cebolla ornamental y los arbustos típicos de la zona, los lentiscos.
Porche con suelo de marés y cubierto de manera rústica por una estructura de ramas casi en bruto y cañizo.
Actualización constante
“Es un proyecto que no tiene fin, pero resume nuestras vidas hasta ahora, donde hemos podido dar expresión, tanto dentro como en el exterior, a nuestras pasiones. Sentimos una conexión especial con este lugar y su ubicación, con su pasado y su energía mágica”, concluyen Alcolea & Krauss. Aquí, los dos siguen inmersos en sus proyectos artísticos, entre ellos el evento Art Open House con el que anualmente exponen en su propia casa a doce artistas. O los libros que están escribiendo, Fernando uno cuyo título es Pintores españoles en Estados Unidos 1850 a 1950 y Victoria de recetas de cocina de su familia.