Lo más interesante de la casa es cómo la galería que se crea en torno al patio no solo actúa como zona de paso, sino que participa en la cocina en forma de comedor, en el salón como rincón de tertulia o en la zona infantil con un futbolín vintage en su entrada. De esta manera, la transición entre espacios se suaviza en sintonía con la calma que se respira en toda la casa, vestida de tonos neutros, materiales acogedores como la madera y unos techos ondulantes que aportan un lenguaje más rico. Toda una obra que Alejandra siente tan suya como de los dueños: “La conexión con el cliente es muy importante. Entender lo que quiere y conseguir que sienta el espacio como suyo. El éxito para mí es cuando le enseñas el resultado y te dice: “Esta, justo, es la casa que me hubiera hecho yo”.
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