Reforma precisa
Cuenta la holandesa que durante el proceso inicial, el de dar con los profesionales clave, encontró a un contratista que previamente ya había trabajado en ese mismo ático. Se conocía el edificio, sabía sobre reglamentos y le indicó qué elementos se podían eliminar y cuáles no. “Para optimizar el espacio derribamos un muro y, de cara a ampliar uno de los dormitorios, elevamos los techos. Luego tuve que definir la paleta de colores”. Kunna Haan se decantó por los tonos grises y topo, los cuales se extienden hasta la cocina, añadió un acabado de cal en las paredes, que son de hormigón, y repintó cada uno de los armarios dejando el suelo que ya había originalmente, una mezcla de terrazo y madera.
Hoy, adentro del apartamento abunda el lino, y allá donde se dirige la mirada se observa el abundante verde de las 130 plantas que la diseñadora colocó, un poco para ceñirse a la estética wabi sabi que a su colega tanto le gustaba, y a la que le añadió un toque mexicano para darle más sabor. “Para él era importante que el apartamento fuera una buena casa de acogida, por eso creé una zona de estar muy cómoda con muchos asientos y una gran mesa de comedor”, explica, dando detalles sobre la sala de cine. “Es un buen lugar para hacer de anfitrión, así que era necesario dar con el sofá adecuado”.
Con sutiles detalles tanto en techos como paredes, Kunna Haan logró un interiorismo que, gracias a su sobriedad, alcanza la categoría de monástico en muchos de sus rincones.
Nada es superfluo
En realidad el sofá lo ideó la misma Kunna Haan, al igual que muchas de las piezas que mandó fabricar a artesanos locales. A excepción de las lámparas, que o bien corrieron a cargo de la diseñadora de iluminación Katia Guzmán, como las luminarias de la sala de estar, o bien se le encomendaron a León León Design Studio, responsable de los apliques de los dormitorios. “Las preciosas sillas del comedor y mi pieza favorita de la casa, un asiento bajo con un divertido respaldo triangular largo y delgado, son de la firma Azotea”, comparte.
Además de la butaca, la autora también tiene su parte favorita en el ático. Es el dormitorio principal el cual trazó en clave serena y con paredes de cristal a los dos lados de la habitación, que se abren al completo y dan paso a un balcón, de nuevo, ajardinado al máximo para que aquello se asemeje a una jungla. A una que, por cierto, dispone de las mejores vistas a la capital y, claro está, a la centenaria Plaza Río de Janeiro con su versión mexicana de la obra maestra de Miguel Ángel.