En las dos imágenes, el salón de este ático luminoso con su mesa presidencial y el autor del proyecto, Tim Veresnovsky, sentado en el banco de la cocina.


En concreto, un talento para combinar lo moderno y lo histórico hizo de Veresnovsky, sin formación en diseño, la elección perfecta para trabajar en un edificio como el de la Russian House. “Tim tenía una comprensión muy sutil del edificio y de su contexto histórico”, comenta Grudina: “Algunos diseñadores se olvidan de las particularidades del escenario, pero él las tiene en cuenta, y lo que hace parece surgir de manera muy orgánica”.
Sin formación pero con enorme talento
Veresnovsky responde: “Quiero que mis interiores sean contemporáneos, lacónicos, pero al mismo tiempo siempre incluyo un enfoque histórico”. Y probablemente es lo que hace que su estética sea tan atrevida. De hecho, el ático es una rareza de diseño, oscila entre el minimalismo monocromático y el color caleidoscópico, el conservadurismo ruso y el pop Disney. El vestíbulo, por ejemplo, recuerda a un palacio ruso, con suelos de damero de mármol natural blanco y negro. Ese mismo ambiente, a dos tonos, continúa en la cocina a rayas y también en el baño de mármol con rayas de cebra.
Tanto el vestíbulo como uno de sus baños (el de la imagen, en damero y con maderas y apliques dorados) ya avanzan la estética señorial que adopta el proyecto.



Además del suelo blanco y negro, la entrada también incorpora lámparas esculturales (de nuevo, en toques dorados) que parecen suspendidas del revés.
Debido a que el complejo acababa de construirse, el ruso empezó de cero y con el único requisito de que el proyecto fuera muy luminoso. “Cuando comencé, el apartamento era una caja de cemento, como la cueva de Batman, de la que salir volando de noche y salvar el mundo”. Dada la ubicación y la naturaleza de la arquitectura del edificio, él sabía que quería jugar con la historia del diseño ruso mientras incorporaba elementos globales, acordes con el interés de Grudina en los avances médicos de vanguardia y la cultura moderna.
Luz natural, la invitada
A pesar de los techos altos del apartamento, cierto es que la luz natural había sido un visitante escurridizo hasta que Tim intervino. El diseñador, para acercar el sol, amplió las ventanas del salón con los arcos de estuco blanco tan típicos en la arquitectura del país. Luego atendió a las paredes, buscando inspiración en los palacios de estilo italiano del XVIII que abundan en San Petersburgo, presididos por elaboradas molduras Curlicue. Para el techo, un candelabro personalizado que evoca a las iglesias ortodoxas. Pero ese es solo el comienzo de la fantástica contracultura de este hogar.

La altura de la sala principal, la cual no convenció al resto de compradores, fue lo que la propietaria y el diseñador vieron como una gran ventaja. Era la torre perfecta gracias a sus 22 metros de alto.
Las referencias son casi infinitas, empezando por la sala principal, en la que su lámpara colgante incluye cruces perforadas que, obviamente, no están puestas ahí al tuntún: representan un guiño al positivismo médico de la propietaria. Y lo hacen junto a una obra de arte en blanco y negro sobre la chimenea, simulando otro icono ortodoxo, aunque es Mickey Mouse. Hay mucho del pop irónico internacional detrás de esta pieza. “Conocemos la historia rusa, pero todos crecimos con los mismos dibujos animados de Disney”, apunta el autor de la casa.
Homenajes (rusos) a Disney
Sobre un escritorio italiano, datado de los años 60, un tapiz del inglés William Morris evoca en el dormitorio de invitados el elemento más fácilmente reconocible de los interiores domésticos soviéticos: la alfombra de pared. Tales tapices verticales llegaron a atesorarse en Rusia durante mucho tiempo por su belleza y poder aislante, hasta que en la época de la URSS las versiones hechas a mano se sustituyeron por alfombras baratas que se combinaban con muebles lacados en plástico, producidos por el equivalente soviético de Ikea. Un tapiz de estilo francés recuerda esta historia mientras le devuelve al objeto su antigua gloria, un toque más del sutil ingenio de Veresnovsky.
En ambas fotos, el dormitorio de invitados rompe con la estética relajada de las zonas comunes con un color, el azul, que adopta el protagonismo en la moqueta y en las lámparas suspendidas sobre las mesitas de noche.


En el dormitorio principal figura en uno de sus rincones otro elemento que no puede pasarse por alto, porque no es uno cualquiera. Se trata de una pintura rusa contemporánea, de esas que en su momento habrían sido prohibidas muy seguramente en la URSS. Y es que, a lo largo del lienzo, lo que aparece representado es una mujer semidesnuda junto a una bestia, que es la que pone la guinda a este cuento de hadas que el diseñador Tim Veresnovsky ha creado para Grudina, en versión real, justo en el mismísimo epicentro de San Petersburgo.

A la hora de idear el dormitorio principal se ha conjugado el azul (dominante en la habitación de invitados) con varios tonos de amarillo y dorado (el color que más se perpetúa en toda la casa).
El otro baño de la vivienda apuesta tanto en el espejo como en el mueble por geometrías radicales, las cuales recuerdan por su forma al grupo Memphis.


En el dormitorio de matrimonio se le dedica un pequeño rincón a la pausa y el relax, a través de dos butacas acompañadas por la obra pictórica más impactante y rebelde de este apartamento.
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