Sucesión de ambientes
Lo comenta Catherine Jessurum. “Una pausa así obliga a detenerse y a apreciar los elementos decorativos, que en realidad son esculturas con formas orgánicas. Hacen referencia a los utensilios propios de la cocina artesanal del chef Manuel Mendoza”. Según la autora, esa sensación de encierro nada más entrar al restaurante establece una tensión con el espacio. Aunque al poco después, cambiando abruptamente de escala, se entra al primer salón con una barra de gran formato y con vistas a la vida de la cocina. En este espacio, lámparas descolgadas y diseñadas a partir de rejas coloniales iluminan las mesas de mármol y el suelo de mosaico de inspiración Pompeya.
“Las luminarias proponen extender la mirada hacia arriba, en donde se destaca la cubierta a cuatro aguas, otro elemento que le hace un guiño al pasado arquitectónico de las casas locales”, añade el equipo de diseño. El recorrido continúa en un comedor privado que sirve de pausa dentro del gran salón: dos columnas centrales enchapadas en mármol verde esmeralda con incrustaciones metálicas delimitan escultóricamente el espacio. A sus espaldas, de manera sutil, a través del vidrio ahumado se puede entrever la cápsula de la entrada y las piezas gráficas decorativas que hacen alusión a los ingredientes naturales y locales que utiliza el chef en sus platos.
El mínimo detalle importa
Los muros hechos en yeso con técnicas manuales logran texturas pronunciadas. “Consiguen efectos decorativos con referencias a formas geométricas y sinuosas propias del Art Déco”, informa Jessurum. Continuo a este espacio, y de forma paralela al primer salón, se encuentra otro similar pero más privado, cuya sensación de intimidad viene potenciada por los sofás tapizados en terciopelo vino tinto, cortinas en lino y luces cálidas indirectas. Finalmente, al cruzar el último arco se llega al salón privado, un concepto que se enfatiza con el uso de cortinas pesadas que aíslan el sonido con un textil estampado con un diseño propio de la arquitecta.
Sustituyendo las sillas por grandes butacas, Catherine Jessurum consigue que este reservado se asemeje a un comedor como los que figuran en cualquier casa señorial.
En Manuel, la paleta de color pasa de un verde oscuro a tonalidades más neutras, que se mezclan con un fuerte papel de colgadura en colores terracota. “Queríamos que esta salita se sintiera recargada. Mantuvimos el color verde en el techo y lo rematamos con unos entrepaños con libros antiguos encontrados en el centro de la ciudad”, apunta Catherine Jessurum. “Así se agudiza la sensación de espacio casero. Ya no hay sillas sino poltronas, y las mesas son bajas”.
Un gran punto y final
Esa última zona del restaurante hace una referencia directa a la estética de los salones privados en los clubes ingleses. Aunque, eso sí, la arquitecta planificó un jardín de vegetación tropical que ahora bordea el ventanal en cuadricula de vidrio que va de piso a techo, y que rompe con este esquema tan británico. “En general, quisimos que se entendiera la estructura de la casa para generar la sensación de comodidad y calidez”, concluyen desde DEB Consulting. “Pero también buscamos generar una experiencia única que se pudiera vivir a través de los sentidos del gusto, el olfato, la vista y el tacto”.
Catherine Jessurum ha ideado la puerta de acceso al restaurante, una vez más, como si de un proyecto residencial se tratara.