Retrato de Alex March. En portada, el salón con, a la izq., librería diseño de Lluís Clotet, y sofá y alfombra a medida en terciopelo. En el centro, mesa baja con tablones del siglo XVIII y, a su dcha., butacas art déco años 20. En la pared, obra de Ricard Aymar, en galería La Plataforma.
De nuevo en el salón, chimenea de cerámica diseño de Alex March y, arriba, obra de Iñaki Moreno. Butacas catalanas de los años 20, lámpara francesa de los 60 con cadena soldada y alfombra de terciopelo. El contraste de colores es constante en el proyecto.
Detalle de la librería diseñada por Lluís Clotet que ya estaba en la casa y que Alex intervino con color. Apliques Lucifer de Raak de los 70 y figuritas The Guest y The Lover de Jaime Hayón para Lladró.
La parcela de la que habla el autor tiene unos 600 m2, incluida la piscina y varias terrazas, de los cuales 230 son vivienda repartidos en dos plantas. Abajo, el comedor, el salón y un baño; arriba, cuatro dormitorios y dos baños más. Se trata de un edificio modernista en origen cuya anterior propietaria amplió con un proyecto del célebre arquitecto Lluís Clotet en el año 2000. “Hasta el momento no había visto una intervención tan extraña y maravillosa como esta. Realizar su interior suponía todo un desafío ya que mi cliente quería algo difícil de encajar en una mezcla ya de por sí poco habitual. La casa era totalmente blanca, desprendía un aire muy frío con sus suelos de mármol y techos tan altos”, prosigue. Decidió revolucionarla.
Maximalismo como fundamento
El propósito decorativo de Alex March estaba claro: necesitaba color y algo de locura, un lugar optimista y con mucha personalidad. “El dueño, un creativo latinoamericano, quería además piezas singulares que comunicaran, que tuvieran algo que decir sin restar peso al conjunto. El reto era conseguir que espacios tan diferentes se pudieran conjuntar a través del color y de una selección tan ecléctica de mobiliario y objetos sin que el resultado fuera excesivo”. Diseñaron pavimentos hidráulicos y piezas de cerámica, como la espectacular chimenea del salón, cerramientos en interiores y terraza, una nueva iluminación y pintura de colores llamativos.
En la cocina, proyecto de Lluís Clotet cuya intervención, por parte de Alex March, fue mínima. Mesa italiana vintage de los 90 y sillas de forja tapizadas en terciopelo amarillo. El suelo es el original en mármol de Carrara.
El comedor con sillas españolas de los 80, lámpara toledana años 20 y cabezudos artesanales de las fiestas populares locales.
Un rincón del dormitorio, acompañado por el escritorio Compass de Pedro Miralles para Punt Mobles, lámpara de Eduard Albors de 1979, sillón Fauteuil de Jean Prouvé y alfombra Kashkuli de Turquestán. En la pared, obra del artista Arnau Casas.
“La mezcla de tonos cálidos y algo saturados me atrajo desde el principio. Donde más la trabajamos fue en el salón, el comedor y las zonas exteriores, para que tuvieran energía y fueran atrevidos. La idea era transmitir a través del color la personalidad de los propietarios, fascinados por el surrealismo, la artesanía local y todo este mundo mágico de las tradiciones y costumbres catalanas y españolas”. De hecho, casi todo el proyecto se mueve entre lo catalán, lo español y lo latinoamericano, salpicado por alguna pieza de diseño europeo. Convive lo modernista y lo tribal en una paleta muy viva.
Una vitalidad espacial raramente antes vista
El mobiliario, muy diverso en épocas, acabados y estilos, ha sido recuperado, restaurado y repintado o retapizado para que encajara en este ambiente tan potente. A veces para acentuarlo, a veces para relajarlo. “Prefiero trabajar con piezas no tan comunes y complicarme un poco la vida, tener libertad y no limitarme a tipologías ni a décadas. El arte es en su mayoría contemporáneo y respecto a los textiles, preferí trabajar con lisos para suavizar”, continúa Alex March. La cocina y el baño formaban parte del diseño de Lluís Clotet y el interiorista quiso no tocarlos intencionadamente.
“Pensé que era bueno que estas estancias fueran algo más tranquilas y minimalistas, con sus ventanas en forma de L, sus pequeños pilares y el blanco enmarcando el espacio. Lo que hice fue únicamente añadir calidez”, dice mientras enumera todos los trabajos que tiene entre manos. Empezando por una cadena de restaurantes que inaugurará su primer local en Hamburgo, una casa unifamiliar en Vallvidrera, un ático en Argentona, un apartamento en la parte alta de Barcelona, unas oficinas de creativos, el lanzamiento de su galería, que reúne arte, muebles y decoración de estilos muy dispares, y su propia marca de mobiliario, que verá la luz este año.
“Esta casa está situada junto a la sierra de Collserola, la cual está plagada de obras del arquitecto Enric Sagnier entre las que se encuentra la iglesia del Tibidabo, un impactante templo de estilo historicista que tuvo muchos detractores en su momento pero que a mí siempre me ha fascinado”, concluye Alex March. “En Barcelona, a la montaña del Tibidabo se la llama la montaña mágica. Creo que esta intervención tiene algo de ese historicismo, ese punto de locura y también una magia muy parecida a la del entorno”.