Consola de la colección Dolmen de Moblar junto a una pintura anónima años 40. En portada, consola en madera de Moho, también de Moblar, acompañada de una obra del artista colombiano Rafael Gómez Barros. Las plantas son de Raíz.

Junto al comedor se encuentra el salón, presidido por la chimenea que subraya la geometría de este piso de Bogotá.
Retrato de los fundadores de la firma Moblar, dueños y autores también de este piso.

Los dos, de hecho, comparten pasión por la conservación arquitectónica capitalina, el diseño de autor y la nobleza de las maderas. “Cuando recibí este apartamento, lo quise tal y como fue pensado en cuanto a su arquitectura original, ya que hablaba del pensamiento de la época”, cuenta Cian. “Aunque tuvimos que vivir de verdad en el piso para, poco a poco, darse cuenta de las nuevas posibilidades que ofrecía”, añade Saldarriaga. Lo curioso es que a lo largo de 89 m2 ellos no solo viven. Su propia casa la utilizan también como un laboratorio de pruebas e ideas, de cara a saber qué tan viables son los prototipos que posteriormente llegan a su galería de diseño coleccionable, ubicada en el barrio Quinta Camacho de la capital colombiana.
Un diseño 100% exclusivo
“A la cocina prácticamente le pusimos una bomba”, ríe Cian. “En esa época, por lo general se pensaban cerradas o americanas y con forma de ‘ele’, obligándote siempre a dar la espalda a quien te estuviera acompañando”. Al decidir abrirla, los diseñadores crearon una conexión más contemporánea, la cual automáticamente invita a interactuar con la sala y el comedor. Desde la entrada al apartamento sobresale un gran mesón en cuarcita natural brasilera, con extractor de olores retráctil oculto, que marca la visual de la cocina abierta y la convierte en la protagonista del lugar. Es la que se lleva la palma de la casa.

Entrada al baño del dormitorio principal.
Vista del dormitorio de matrimonio de este piso en Bogotá.


Este baño es la única estancia que rompe radicalmente con el interiorismo del resto del apartamento.
Investigación permanente
“La mesa Occhio es especial para nosotros”, reconocen. “Su nombre, que significa ojo en italiano, surge de un juego de circunferencias concéntricas sostenidas por un acrílico traslúcido. Al tenerla en nuestra casa pudimos experimentar con la iluminación y resaltar así el efecto de refracción de la luz característico de un ojo humano”. En resumen, uno de los tantos tests que ambos diseñadores realizan en su laboratorio personal. “En otra ocasión quisimos experimentar con acabados arquitectónicos. De ahí salió el enchape con residuos de madera zapan del recibidor, que ahora acompaña la consola negra de la colección Dolmen”, añaden.
Mención aparte merece la daybed de la misma línea que preside el estudio de lectura. Divide los espacios, a la vez que a uno le lleva al imaginario de un diván de consulta de psicólogo. La pieza de diseño, claro está, también es de su firma. “Si analizamos a fondo el estilo Moblar, de alguna manera se evidencia la gran influencia que tenemos de lo clásico, lo pétreo, el Art Déco y la época moderna”, dice Saldarriaga. Sin embargo, sus propuestas son tan atemporales como alejadas de cualquier tendencia y, pese a ello, resultan 100% vanguardistas y muy de hoy. De ello se dará cuenta quien recorra este piso de Bogotá al completo y sienta cada estancia como un mundo aparte. Como varios universos que conviven en un mismo espacio y, sorprendentemente, en completa armonía.