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Vídeo: Pepe Molina

VÍDEO. Casa Orgánica: el refugio mexicano de Javier Senosiain

Una cueva, un útero, una madriguera… Casa Orgánica es la vivienda de los años 80 que construyó este emblemático arquitecto al oeste de Ciudad de México imitando la sabiduría de la Naturaleza.

Su arquitectura es una oda a la naturaleza; un símil de formas orgánicas; descubrimiento y sorpresa a la vez. Está llena de incógnitas, particularmente para aquellos que han pasado por una educación meramente funcionalista. Para Javier Senosiain (Ciudad de México, 1948), primero es la naturaleza, luego el hombre. Su obra parte de las condiciones geográficas del sitio, de las vistas, de la orientación, de los árboles, del aire y de la tierra, para después ubicar al ser humano en el espacio. Considerado el mayor exponente de la arquitectura orgánica en México y Latinoamérica, fue discípulo de Mathias Goeritz y se confiesa influenciado por Luis Barragán, Antonio Gaudí y Frank Lloyd Wright, aunque su mayor inspiración y su conexión más estrecha siempre ha sido con el entorno.

El propósito de su quehacer profesional es concebir espacios habitables donde las formas naturales sean las que rigen el curso de sus bocetos, para que el ser humano pueda volver a sus orígenes. En 1984, Javier erigió en Naucalpan de Juárez, Estado de México, su ópera prima siguiendo esta corriente, la Casa Orgánica o Casa Senosiain, diseñada para ser su hogar y el de su familia, quienes la habitaron durante 25 años. Se trata de un sitio cálido como el vientre de una mujer o como una madriguera. “El propósito fue buscar espacios semejantes al claustro materno, a los refugios de los animales, al del hombre que en un principio adoptó las cavernas sin modificar su medio, al iglú, a todos los espacios acogedores; cóncavos como los brazos de la madre que acurrucan al niño; espacios continuos, amplios, integrales, liberadores de luces y formas cambiantes que siguen el ritmo natural de los movimientos del hombre”, explica Javier Senosiain.

La idea embrional en lo formal fue la de una cáscara de cacahuete: dos volúmenes ovales con entrada de luz natural, unidos por un espacio bajo y estrecho. Esta propuesta surgió teniendo en cuenta las funciones básicas del ser humano: un área común para convivir (estancia, comedor y cocina) y otra para dormir, con vestidor y baño. Por lo que se llegó a la conclusión de que la casa tendría en sus 178 metros cuadrados solamente dos grandes zonas: una diurna y otra nocturna.

“Los trazos se iniciaron un poco a la manera de los pintores líricos, dejando correr las líneas curvas soltando la mano, jugando con formas libres, y luego girando el compás y liberando el curvímetro. En suma, dando pie a un proceso lúdico en el diseño, a través del cual se iban esquivando los árboles, deslizándose por las pendientes del lugar”, comenta el arquitecto. Tras vivir él allí con sus más queridos, la Casa Orgánica se abrió únicamente para peticiones privadas y estudiosos… hasta el 2020. Lo cual es una buena noticia porque, por fin, mediante una visita guiada cualquiera puede descubrir ya este icono de la arquitectura del XX tanto por dentro como por fuera, en un paisaje interior con vistas únicas al Parque Nacional Los Remedios.