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Fotografía: Montse Garriga
Interiorismo: Quintana Partners

Quintana Partners estrena casa-estudio en una villa catalana de los años 30

Se trata del nuevo refugio de Benito Escat y Pol Castells en el Putxet de Barcelona. Vida, trabajo, pasado burgués, preservación, antigüedades mestizas, toques kitsch, belleza imperfecta, pátina y modernidad. Adentro y afuera todo luce muy agitado y bien caliente. Así es el último cóctel magistral de este dúo de interioristas veinteañeros.

Hacer de una casa un hogar requiere tiempo y dedicación, gran parte de una vida. Por eso resulta especialmente llamativo que la recién estrenada de Quintana Partners tenga ese aspecto de las cosas reposadas que han encontrado su lugar. Cierto es que esta villa de los años 30 en el Putxet barcelonés ya tenía un buen poso. Y que a ella se han llevado las pertenencias que llevan arrastrando su corta existencia adulta (Benito Escat y Pol Castells, a pesar de su trayectoria, son insultantemente veinteañeros). Pero no es menos cierto que su enfoque vital y decorativo tiene mucho que ver en ello. Si un lugar tiene carácter o interés, no cabe el borrón y cuenta nueva.

En el salón, Quintana Partners han envejecido la pared de la chimenea ayudados por Pintures i Estucs. Sobre ella, cuadro de Aythamy Armas, en Alzueta Gallery, y escultura móvil de Julie Rouault. Butacas de los años 80 retapizadas con lana bouclé de Dedar y, a la derecha, silla Safari de Kaare Kint. En el otro extremo de la estancia, en la foto de portada, sofá de Minotti de los 2000, butacas de madera (la de la izquierda es inglesa del XIX y la de la derecha, de los años 40 de Charles Dudouyt), taburete africano, pufs con terciopelo marrón y cortinas con panamá Amicitia, todo de Dedar.

“Estaba bastante preservada aunque ha pasado por varias reformas. En los años 90 Pilar Líbano intervino en ella. Los suelos de marquetería son los originales de los 30, las boiseries de los pasillos… todo lo hemos conservado y realzado su belleza imperfecta”, explican los de Quintana Partners. Un ejemplo de ello son los estucos con productos ecológicos que han realizado, pero con un acabado envejecido, a tono. No han tocado tabiques. Los 600 m2 siguen distribuidos como se los encontraron. Parte de ellos, en la planta baja, los han destinado a su estudio. En concreto, a sala de reuniones, biblioteca de materiales y una zona de trabajo en la que reina una larga mesa jalonada de Macs y una impresora 3D. Es el nuevo juguete de Benito, con la que prototipan a escala los muebles que diseñan a medida para cada proyecto. Así el cliente tiene que usar poco la imaginación.

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En la espaciosa entrada, lámpara de Murano años 30 original de la casa, roja de sobremesa de un mercadillo berlinés y maqueta de barco años 60.

Rincón del distribuidor que lleva a la cocina con el panelado original. Retrato de Brutus y Didi, los perros de los Quintana, encargado a Miguel Macaya, y antiguos de mercadillo.

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Comedor con mesa de mármol años 90, sillas holandesas midcentury, en Brutus de Gaper, y alfombra Oceanic de The Rug Company, en BSB.

Sin rastro de artificios

Lo de vida y trabajo mezclados lo asumen de manera orgánica. Siempre ha sido así en Quintana Partners. Lo mismo que su don para hacer que lo recién estrenado tenga carácter. Desde que comenzaran a hacer sus primeras casas en Menorca –“que al ser de vacaciones nos permitían jugar más”–, proyectos de gran escala donde adquirieron la experiencia que han puesto en práctica en sus últimos locales, el restaurante Gala y las librerías Finestres de Barcelona o el hotel La Bionda en Begur. Dicen que Casa Quintana es fluida y vivida. Y que sus muchos metros les permiten probar, crear escenas y ser un catálogo real de detalles y acabados. Donde, además, cabe desde una butaca de los años 20 a una de los 90, su colección de telas para Güell Lamadrid, sus flecos…

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El comedor contempla, además, lámpara de Murano años 70 de Mazzega y, en la pared, bocetos antiguos de decorados para teatro representando trabajos de campo y escenas playeras, en Antic Major.

“Es una decoración más orgánica que pensada. Hemos encontrado un lugar para nuestros objetos, de los que cada cual tiene un porqué o una historia. Pero con la fusión que nos gusta hacer, que es tan Quintana, meter muchos estilos en una coctelera y mezclarlos bien”, apunta Benito. De ahí que no se repitan y siempre resulte algo diferente. Son especialistas en mercadillos, rastros, chamarileros y anticuarios. Les gusta ennoblecer las piezas, por eso les ponen la etiqueta de heritage, herencia, que recalca el valor de lo sentimental. “Decorar esta casa ha sido un ejercicio de reutilización, algo que un interiorista tiene que hacer muchas veces en determinados proyectos, introducir elementos ya existentes en un nuevo espacio creando un efecto distinto. Aunque esta vez sí hemos metido mucho arte que no teníamos casi en las casas anteriores”.

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La cocina contempla mesa de mercadillo relacada, sillas de Formica años 60, en Antic Centre, y platos decorativos de Cerámica Puigdemont.

Los interioristas reformaron la cocina de manera sencilla, a la antigua usanza, ayudados por un carpintero.

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Los exteriores también importan

La mayor intervención la han llevado a cabo los de Quintana Partners en su propio baño y en el jardín, muy abandonado. “Hemos hecho todo un proyecto de paisajismo y lumínico, nos ha dado mucho más trabajo que el interior. Nos gustan salvajes y autóctonos, con más planta verde que flor. Hemos plantado mucho pero buscando una perfección imperfecta. Nos lo imaginábamos como el de un palazzo romano. Todo el equipo lo agradece mucho, cuando hace bueno comemos todos juntos en la terraza. Trabajamos muchas horas y es esencial que tengamos un buen ambiente familiar”, relata Pol. El baño ha pasado de soso (piedra crema y maneras de hotel de los 90) a muy salado, gracias a unas baldosas artesanales en crudo y marrón colocadas en ajedrezado, las mismas que han usado en un hotel-boutique de París en el que ahora se encuentran manos a la obra.

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En la entrada, butaca de madera y bambú, en Antrazita.

Escultura de Demo en el jardín de la casa-estudio de Quintana Partners. 

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Para hacer lo que llaman la zona de aguas, en Quintana Partners se han apropiado de la caseta de aperos de la terraza del segundo piso, que lindaba justo con él. Allí han colocado una bañera y una ducha monumentales y apetecibles. “Es nuestro santuario. El agua te limpia el cuerpo y las energías”, dice Benito solemne. La terraza adyacente del segundo piso invita a tumbarse después de las abluciones en alguna de las hamacas que miran a la montaña. “Hemos buscado que la gente que venga se sienta como en casa, relajada, no intimidada por estar en el espacio de un interiorista”, rematan. Decía Antonio Gala que la casa es ese lugar donde uno es esperado. Casa Quintana hace suya la sentencia del escritor y te acoge con los brazos abiertos.

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En el dormitorio de la pareja, lámpara Akari de Isamu Noguchi editada por Vitra, butaca inglesa del XIX y alfombra Hansha Brown de Dac Rugs.

Retrato de Benito Escat (delante) y Pol Castells, los dos responsables-fundadores de Quintana Partners.

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El baño se ha hecho nuevo con baldosas de Art Antic pero en el espíritu años 30 de la villa. Espejo de Emil Stejnar y mueble a medida del estudio.