Cero atrezo, ninguna falsificación
Lázaro lo explica. “Allí encontramos un local que había sido una antigua coctelería (Derby se llamaba), muy famosa pero muy fea, a la que conseguimos sacarle su esencia”. De una forma, además, bastante distinta a como lo habría hecho un grupo inversor, porque en tan solo 65 metros cuadrados se reúnen piezas de Ámsterdam y muchísimas italianas y francesas, hasta el punto de que las carpinterías del local vienen todas del antiguo Gran Hotel de Carcasona. “A mí me recordaban a las cristaleras del bar Cock en Madrid, que me parece un sitio emblemático”, opina el interiorista. Y recalca que lo que hay adentro, desde muebles a elementos arquitectónicos, boiseries incluidas, todo proviene de algún sitio relacionado con el mundo de las copas.

En la planta cero de la coctelería Nuts ya se intuye que su atmósfera tiene algo peculiar que ofrecer en la ciudad.
Retrato de Lázaro Rosa-Violán (izquierda) y el diseñador gráfico Josep María Morera (derecha).

“Al final la coctelería Nuts está diseñada con eso. Con los gadgets de los recuerdos o de aquello que nos ha fascinado de los locales que hay en el mundo. Algunos pueden resultar elementos un poco obvios”, reconoce, “pero todo es auténtico. Hasta el tejido de las paredes, los tapizados de los bancos. O las cariátides y los muebles de cristalería, que son como muy contundentes”. ¿Fue difícil dar con tanto original? “Más que difícil, fue caro”, ríe Lázaro. “Tuvimos que negociar, porque de la época art déco la gente no suelta nada”. Y para más inri, cuando localizaban alguna pieza y llamaban a su propietario, a este solía darle pereza ponerse a enviar muebles en plena pandemia.

De entre los elementos que destacan en la coctelería Nuts figuran las cariátides presidenciales junto a los pilares.
Al igual que esta lamparita art déco, todas las piezas de decoración han sido adquiridas de coleccionistas y locales antiguos.


En la coctelería Nuts se recrea la predilección de la madera del madrileño bar Cock con carpinterías del antiguo Gran Hotel de Carcasona, en Francia.
Entre clásico y trasnochado hay gran diferencia
El interiorista de Nuts también se ha encargado de la primera planta de la coctelería, una especie de semi club privado de unos 30 metros cuadrados. “Dada la poca altura que tenía, la forramos al completo con maderas para que diera un poco la sensación de estar atravesando las lagunas de Venecia en una lancha Riva cubierta”. Un feeling muy distinto al que por ejemplo trasmite la sala de abajo a pie de calle, que pese a lo pequeñita que es tiene bastante altura. “Es muy esplendorosa. Hay música en vivo y está todo como muy concentrado. Cuando entras parece que hayas tenido la suerte de ser invitado a una fiesta en el local adecuado”, considera Lázaro.
Por el hecho de que hubiese música en directo adentro, uno de los esfuerzos más grandes, económicos sobre todo, ha tenido que ver con la insonorización acústica. “Ahí se perdió un poco el volumen de altura, pero aun así el espacio no llega a agobiar”. Con esto concluye el interiorista, dando su versión sobre el feedback que ha recibido por la apertura de Nuts. “A nivel estético la coctelería ha sido un bombazo desde el día uno. Y vamos, que yo sepa nadie lo ha criticado. Pero es que es complicado que lo critiquen. Tú puedes no estar alineado con ese punto tan clasicista del proyecto entero, que no clasicón, pero de ahí a no gustarte es difícil. Porque, en esencia, están todos esos toques que uno espera encontrarse cuando entra a una coctelería de toda la vida”.

La planta cero contempla, entre otros espacios, un pequeño rincón junto a la barra presidencial, revestida de nuevo en madera.
En la primera planta del local, la idea ha sido aprovechar su poca altura para recrear los yates Riva cubiertos que abundan en Venecia.
