Salón con sofá a medida con terciopelo Balthazar de Pierre Frey, lámpara de madera, en Las Pulgas, con pantalla de Nobilis, taburete español años 30 y escritorio con escultura de Chandler McLellan, en Galerie 1831. En la pared, óleo Vibrations blanches sur vert de Gaultier Rimbault-Joffard. En portada, el zócalo de travertino con paneles giratorios de mármol y latón creado por el interiorista en el salón.
El recibidor viene con suelo de travertino rojo y paredes de cuero, butaca italiana años 50, consola de travertino de los 70 y lámpara, todo de Las Pulgas de París. Cerámica Memory de Monika Debus, en Galerie 1831, y plato y caja de bronce de José Luis Sánchez, en Galerie Pierre-Alain Challier.
Hasta la fecha ha dejado su impronta en una serie de llamativos restaurantes, entre los que se encuentran tres de los Gigi (en la avenida Montaigne de París, en Ramatuelle, cerca de Saint-Tropez, y en Val d’Isère), así como en Booking Office 1869, en la estación de Saint Pancras, en Londres. Ahora Hugo Toro tiene en mente el futuro Hotel Orient Express de Roma, que abrirá sus puertas a un paso del Panteón en 2024. También ha ganado un concurso para redecorar el antiguo estudio de artista de Helen Hay Whitney en la última planta de la mansión Payne Whitney, en la Quinta Avenida de Nueva York, hoy sede de la institución artística franco-americana Villa Albertine. El propietario de este pied-à-terre en el barrio parisino de Saint-Germain-des-Prés eligió a Toro por su audacia.
Máxima peculiaridad
“Quería un poco de extravagancia, algo colorido y animado”, explica el financiero afincado en Mónaco. “Y Hugo no tiene miedo de mezclar texturas y materiales”. El piso, con un único dormitorio, ya se salía de lo común con sus altísimos techos y las coloridas vidrieras de su fachada trasera. Hugo Toro realizó muy pocos trabajos estructurales. Se limitó a eliminar un entresuelo en la habitación y las puertas dobles de los salones. La intención era concebir el apartamento como un piso de soltero. “Tiene algo de ceremonial”, dice, y se debe en gran medida a una serie de gestos arquitectónicos muy llamativos, como los que teje en muchos de sus proyectos. “Me gusta tener un punto de vista fuerte y crear cosas que sean un poco singulares”.
Sala de televisión con sofá-cama a medida, banco Library de Pierre Jeanneret, biombo de madera patinada con apliques de época y esculturas-tótem, en Galerie Glustin.
Para el comedor Toro creó una chimenea de travertino inspirándose en los escalones de las pirámides mayas. A su dcha., aplique de acero de Gaetano Scolari. Sofá 190 de Pierre Augustin Rose.
Un elemento que al interiorista le encanta incorporar siempre es una chimenea monumental. “Son piezas que me fascinan. Para mí, encarnan la convivencia”. Aquí instaló una como punto focal del comedor. Hecha de travertino, tiene un diseño geométrico escalonado que, según Hugo Toro, parece “un poco de forma azteca”. También recuerda a las pirámides mayas de Chichén Itzá y Teotihuacán. El salón, por su parte, está dominado por zócalo de travertino rematado por paneles giratorios, que el diseñador compara con tótems. Así como un sofá de gran tamaño concebido para ofrecer “una experiencia 360º, con un pequeño guiño al estilo de los setenta. Mi estética suele estar influenciada por esa época”.
Otra perspectiva de la habitación dedicada al relax, con lámpara de cristal años 70 y silla de roble Assise Perdue de Timothée Musset, en Galerie Scène Ouverte.
Hasta el último detalle
Las demás estancias también están llenas de carácter. En la cocina y el cuarto de baño se utilizan mármoles ricamente veteados con un efecto dramático. La cama a medida tiene un marco revestido de cuero chocolate acanalado con mesitas de noche a juego. Estas últimas, dice Hugo Toro, “parecen casi balones de fútbol americano”. En la entrada hay un elemento que recuerda a la juventud del interiorista: un lavabo que se ha dejado a la vista. “Cuando entraba en casa de mi abuela, había uno junto a la puerta”, cuenta. “La presencia del agua me parece poética. Ofrece una especie de purificación mental”.
Hay un toque maravillosamente personal en muchos muebles. Es cierto que figuran un par de clásicos, como un banco de Pierre Jeanneret en la sala de televisión, que ya pertenecía al cliente. Sin embargo, la mayoría han sido diseñados a medida o son hallazgos anónimos de Las Pulgas de París. Entre los primeros está el escritorio de nogal y cuero del salón, que Toro combinó con una silla art déco. Entre las segundas están la araña de cristal y la lámpara de mesa del vestíbulo.
Como dice Toro: “No todo tiene que estar firmado. Una pieza que nunca has visto antes suele tener diez veces más impacto”. Y aunque la paleta de colores no sea tan llamativa como la de la famosa Casa Azul de Kahlo, sí que hay golpes de efecto. Como las paredes azul Prusia de la sala de televisión, la tapicería de terciopelo verde de la chaise longue LC4 o el suelo de travertino rojo del vestíbulo. “Es un apartamento parisino. Así que no tenía sentido hacerlo demasiado vivo”, sentencia. “Aun así, personalmente lo veo como un proyecto muy colorido”.