En televisión la neozelandesa apareció por primera vez en un anuncio de chocolatinas, lo que le permitió ganar un dinero extra. Aunque su gran pasión era el diseño. “Cuando era pequeña siempre reorganizaba las cosas en las habitaciones”, recuerda. Después salió en 007 al servicio secreto de su Majestad (1969). Y de la interpretación, que no le llegó a convencer del todo, pasó a vender plata en Portobello Road en Londres. Fue en la capital inglesa donde, según cuenta ella misma, se dio cuenta de que no había ni un solo sitio bonito ni divertido para alojarse. Ella lo creó. Hempel, de hecho, es la fundadora del concepto de hotel boutique con el que desmontó los remilgados interiores de las casas de campo inglesas y creó un estilo masculino, opulento y decadente. Nada a lo que nadie se hubiese atrevido hasta ese momento.
Así es uno de sus proyectos estrella
En 2023, habiendo ya cumplido los ochenta, Anouska Hempel sigue fiel a su filosofía hotelera. Se ve en el interiorismo que creó para el Franklin, también en el centro de Londres, el cual combina la elegancia de una casa victoriana con la magnificencia decorativa de un palacio italiano. El hotel está dispuesto como los clásicos Café Society, aquellos enclaves de moda de finales del XIX en los que se reunía la llamada Beautiful People de Nueva York, Londres, París, Londres, Viena o Estambul. La historia intrínseca del distrito en que se ubica el complejo, el lujoso Knightsbridge, también forma parte del storytelling del hotel.
Sobre un jardín privado planean las 35 habitaciones de este edificio victoriano. “Se trata de un jardín inglés/italiano con ocho grandes perales que crean el marco perfecto para la recreación veraniega. Quiero que la gente se divierta en mis espacios, a esto me dedico y de eso trata la vida. Optimizarla y hacerla mejor a los demás”, opina la interiorista. También cuenta que, en el interior, el efecto teatral de la casa se consigue mediante espejos, telas de terciopelo y seda, suelos de mármol de Carrara y biombos venecianos colocados estratégicamente, que confieren a la propiedad un ambiente totalmente art déco.
Máxima minuciosidad
A Hempel le gusta utilizar los estampados en sus proyectos. Los del restaurante del Franklin en particular son un patrón turco que la autora admira por su ligereza y por cómo nivela la luz. “Algunos en terciopelo, otros en seda muy ligera o en muselina… Es un viejo patrón que ha existido siempre y se usa en diversas partes del mundo. Y la razón por la que es tan bueno es porque es muy fino. Se ve aquí. La luz tamizada que entra por el fondo me parece que causa un efecto increíble”. De hecho, jugar con la luminiscencia es primordial para la diseñadora, que huye de la luz cenital y apuesta por crear una ambientación más indirecta para recrear atmósferas más románticas.
Lo señala ella: “Los árabes, Venecia o El Gran Romance nunca tuvieron luces estridentes”. Ahondando en los detalles de su obra, el patrón monocromático evoca los refinados terciopelos grises italianos de Rubelli, los biombos se elevan hasta el techo y las cortinas colgantes de Estambul penden a través de balaustradas de hierro que recuerdan a los típicos invernaderos ingleses. En algunas de las habitaciones y pasillos del Franklin, así como en el logotipo, nunca falla el monograma de Joseph Hermann. Es el homenaje personal de Anouska Hempel al filántropo y artista que vivió en esta misma casa durante un tiempo y murió en 1907.
Pequeños matices que importan
La neozelandesa se describe como una diseñadora teatral, una apasionada de la puesta en escena. Así, ella se transforma en la habilidosa estibadora que sube y baja las cortinas de los escenarios, dirige la iluminación para crear ambientes y da el pistoletazo de salida para que empiece la obra. La misión de Hempel es colocar al huésped en el lugar donde no se imaginaba estar. “Yo soy la directora y productora aquí”, sentencia. Y, como tal, a Hempel, al igual que a otras grandes diseñadoras afincadas en Gran Bretaña como Olga Polizzi, le apasionan los papeles pintados. “Viviría enrollada dentro de uno, mirando a la gente desde una ventanita, saltando de uno a otro y cambiando mi personalidad para ser lo que yo quiera ser”.
A la vista queda. Su trabajo lo explica de una manera cuasi mágica, dentro de una ensoñación onírica digna de Lewis Carroll. “Hay una artista y una pintora en mi cabeza y no tengo ninguna regla en particular. Excepto que el suelo es lo primero, que es mi forma de trabajar, y luego voy subiendo a partir de ahí. Es algo que no puedo explicar muy bien pero que me ha pasado siempre”, aclara. También desvela lo siguiente: “He cambiado de opinión en medio de algo que he puesto a la derecha y luego va a la izquierda. El proceso tiene que ser rápido, intuitivo. Y cuando se cometen errores, lo más importante es no dejarlo pasar. Tienes que revertirlo rápidamente, tener un cerebro agudo, un buen ojo, y, sobre todo, sentido de la confianza. Gianfranco Ferré me dijo una vez: Cree en lo que estás haciendo, ponte recta y no tengas en cuenta a nadie”.
Libertad como bandera
La visión de la interiorista de un mundo utópico abarca todos los elementos de una vida de diseño, desde paisajes, jardines, interiores y yates hasta hoteles, comercios, alta costura y mucho más. Oriente y Occidente se entremezclan en sus obras. Con su intrigante y singular mezcla de ideas y estilos, Anouska Hempel, alias Lady Weinberg, sigue planteando sin parar proyectos de lujo en todo el mundo. Aunque sobre el lujo también tiene su propia opinión, que por supuesto la comparte: “Consiste en hacer lo que uno quiera. Para mí, el lujo es la libertad de elegir”.