Dentro de La Fábrica destaca el comedor San Juan, con aparadores a medida de nogal y balcones que dan a la fachada principal.
En el acceso al restaurante, una escalera de chapa negra donde ya se intuye la madera de nogal, aplicada por Espacio 706, que crea la envolvente de toda la planta superior.
Por otro lado, la sobriedad y el minimalismo en la elección de materiales son guiños a la frescura y originalidad de los chefs propietarios del local, Ricardo Temiño y Cristina Lázaro. “Pedían un espacio diferente, atemporal pero con guiños a la originalidad y con el que sentirse identificados”, explica la arquitecta de interiores Aurora de la Fuente. Para lograrlo, madera de nogal, un uso detallista del color azul y pequeñas esculturas de hipopótamos forman parte de una fórmula perfecta para crear un ambiente que cabalga entre lo elegante, lo ligero y lo transgresor.
Historia a raudales
El restaurante ideado por Espacio 706 se encuentra en la entreplanta de un edificio de gran valor arquitectónico recientemente restaurado. La fachada original, de piedra caliza, proveniente de la misma cantera que la catedral de Burgos, y la estructura de madera, también original, han sido respetados para dejar entrever el pasado. Dialogando con él, se propone un espacio contemporáneo con un elemento insignia.
“El principal material es el nogal que envuelve todo el espacio y que se hace permeable en vanos o en el comedor San Juan. Es el que hace de la fachada original un material más”, explica De la Fuente. “Esta piel llega hasta los 2,17 metros y va conformando las diferentes estancias. Cuando esta piel ‘se abre’, como ocurre en cocina, bodega o en los interiores de armarios, por ejemplo, su interior se vuelve negro. A partir de los 2,17 metros comienza la cúpula azul en todo el espacio”.
La misma madera la han empleado desde Espacio 706 en la fabricación de mobiliario de La Fábrica. “Personalmente, tampoco me gusta mezclar muchos materiales. Mi predilección siempre abarca como mucho dos calidades y una paleta de color súper reducida. O incluso de un tono llevado a la máxima expresión. En este caso, las piezas exentas también siguen en nogal, como sillas, aparadores o lámparas”, detalla ella. Y subraya que gran parte del mobiliario ha sido realizado a medida y en exclusiva para equilibrar las sensaciones de calidez y minimalismo atemporales que definen al proyecto. En concreto, los aparadores del comedor San Juan que dan servicio a cada mesa. Los cojines de recepción y de la bancada central. Y los lavabos con todos los elementos y servicios integrados en Krion.
Adyacente al comedor Galería, el Briviesca supone un espacio más informal (y de mayor capacidad) con asientos en piel natural que se colocan en función de la distribución.
De fino carácter
También se han seleccionado piezas de diseño entre las que destaca la silla danesa HM4 de &Tradition, en nogal aceitado como elemento principal, una pieza peculiar cuyo diseño data de los años 50 y a la que acompaña el resto de mobiliario de Pedrali en negro. También destacan dos grandes lámparas de Flos, la casa de luminarias italiana, dando carácter al espacio. Apoyando la narrativa fluida, un elemento geométrico con forma de retícula se repite también en las estancias del restaurante.
Lo aclara De la Fuente. “Teníamos la problemática de tener poca altura y mucho menos en zonas por las que pasaban o bajaban las instalaciones. Se ordenó todo el techo y en las zonas ‘vacías’ se colocó este artesonado de material fonoabsorbente. La retícula vertical nació de ‘romper’ la envolvente. No podía desaparecer pues, en ese caso, perdíamos el hilo conductor. Esta se volvió permeable para dejar pasar la luz natural, dejar ver la fachada de piedra que aún conserva los calzos de madera de la construcción original y ganar en verticalidad”.
Un tono referente
Según Espacio 706, el cielo azul del Camino de Santiago está presente también en el interiorismo con un uso extenso del color. “La oferta gastronómica del espacio se basa en el Camino. Eso lo quise trasladar de alguna forma al interior, generando una continuidad entre los espacios de adentro y los de afuera”, explica la arquitecta. Así, el azul inunda los techos y da paso a un marino rotundo para los espacios de recepción y de circulación. En los aseos, el tono se torna eléctrico y ácido. “Es un elemento común entre todas las estancias y es la parte más transgresora. Todo fue ligado en azules que no tuvieran nada que ver entre unos y otros”. Como complemento, los colores neutros y empolvados, presentes en linos para cortinas y manteles, terminan de envolver los espacios de La Fábrica.
La señalética e interiorismo gráfico, por último, corren a cargo de Jorge Martínez de Voltineta, quien los ha integrado en este concepto minimalista y fresco. El único guiño lúdico y excéntrico son las esculturas de hipopótamos de Ornamante. De acuerdo a De la Fuente, como un guiño íntimo: “Son una concesión y un homenaje a la personalidad y naturaleza de los responsables de este espacio gastronómico, Cristina y Ricardo”.