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Fotografía: Patricia Gallego / Estilismo: Beatriz Aparicio
Interiorismo: Helena Martín

La calma y el sosiego dominan este piso en Madrid, transformado al completo por Helena Martín

Pese a que un altísimo porcentaje de las reformas que se realizan hoy tienen como reto eliminar las compartimentaciones de antaño, pocos proyectos lo logran con el respeto, el equilibrio y la armonía que en 2023 presiden este apartamento de la capital española. Lo descubrimos por dentro.

Es una constante en la mayoría de pisos del centro de las grandes ciudades. Y sobre todo en Madrid, que es donde Helena Martín ha estado trabajando durante los últimos meses. A la arquitecta le habían encargado rehabilitar una vivienda en el distrito de Chamberí con un tamaño que, pese a sus proporciones, porque en total contaba con 120 metros cuadrados, no se adecuaba a las necesidades de los nuevos propietarios. Tampoco a sus gustos. La casa, claro está, tuvo que someterse a una redistribución al completo, de modo que su retícula compartimentada diese lugar a un espacio abierto, luminoso y funcional como el que hoy es. Hubo que tirar tabiques, y sacarle buen partido a un sinfín de valiosos metros que hasta ahora habían estado desperdiciados.

Así es el interiorismo del salón de esta casa diseñada por Helena Martín en Madrid. En portada, vista del comedor, el cual hace de transición entre el salón y la cocina. Viene precedido de una entrada revestida de madera sobre el blanco de las paredes.

Otra perspectiva del salón-comedor desde la cocina de la vivienda.

El salón cuenta con sofá de Studio Bañón y butacas y mesa de centro de Rue Vintage 74. Los dos espejos sobre la chimenea se colocaron estratégicamente para incrementar la sensación visual de amplitud espacial.

De Rue Vintage 74 también es la lámpara del comedor, las sillas y la alfombra. La mesa proviene de Ikea.

Se entiende mejor tras la explicación que hace Helena Martín sobre el proyecto. Según ella, sus dormitorios y baños resultaban bastante pequeños en relación a las dimensiones de la casa, mientras que la zona de salón y comedor destacaba por su amplitud desmedida. Por no hablar de la estética y las instalaciones, que habían quedado anticuadas. Aunque no todo eran pegas. Tal y como asegura ella, la ubicación del inmueble resultaba excelente y privilegiada. “Es un piso alto con ventanas a dos fachadas y una terraza con vistas impresionantes. Los propietarios querían aprovechar al máximo este potencial y transformar la vivienda en un lugar donde pudieran disfrutar en compañía de familiares y amigos”.

Nuevo presente

Hoy, al salón, comedor y cocina se les unen tres dormitorios, un baño y un aseo, lo cual se logró tras alzar una nueva tabiquería con unas pautas muy concretas. Las desgrana la arquitecta misma. “La idea de generar un único pasillo con un ancho especial de 120 centímetros, equipado con una librería, marcó la ruta para romper con la monotonía de los pasillos largos y aburridos que había antes”. Helena Martín cuenta a su vez que aprovechó la presencia de unas vigas que cruzaban el pasillo para crear un ritmo dinámico de pilares abovedados con iluminación propia, convirtiendo esta zona en un rincón muy especial. En paralelo, el salón y comedor se abrió parcialmente hacia la cocina para plantear un ambiente amplio y luminoso.

La isla de la cocina, concebida también por Helena Martín, se conecta visualmente con el resto de las zonas comunes de la casa. En la pared, fotografía de arte de YellowKorner.

De nuevo, vista de la cocina. Taburetes y lámpara, todo de Rue Vintage 74.

A la vista queda. La cocina se ha convertido así, en 2023, en el corazón de esta casa madrileña, conectando perfectamente con el comedor y permitiendo a los propietarios disfrutar de la sensación de un espacio oxigenado y fluido, perfectamente ideado de cara a las reuniones sociales que tanto le subrayaron a la arquitecta. De ahí también que una de las peticiones más fundamentales, sino la más importante, fuese una amplia y espaciosa isla central. ¿Y qué hay de los materiales? Los elegidos por Helena Martín fueron completamente naturales, porque buscaban un diseño que ante todo fuese tranquilo y honesto, sin artificios ni manierismos.

A favor de la calidez

La madera desempeñó un papel esencial a la hora de lograr tal atmósfera, y lo hizo con un suelo de tarima natural y detalles en los huecos de paso para resaltarlos. Las paredes se mantuvieron en un cálido tono blanco extendido a lo largo de puertas, armarios y en la cocina. Pero no solo eso. Para darle un toque de color, se optó por un mortero de cal en un tono rosado que hoy reviste una pata curva de obra que sostiene la isla de la cocina. Incluso el aseo de cortesía siguió esta estética natural, con paredes de yeso barnizado y una encimera de obra alicatada.

En relación a la chimenea, que imposible es que pase desapercibida ante los invitados, se diseñó sin alejarse del resto de las claves de la casa. Lo único es que su marco se abrió con piedra caliza de Campaspero –lo que hoy hace que tal elemento llame la atención nada más entrar al salón- y, a ambos lados, se construyó una librería de obra que añade funcionalidad a la estancia. Su autora, Helena Martín, concluye en que este sin duda se trata del núcleo de una vivienda que, por su forma y contenido, ha sabido actualizarse a los tiempos que corren. Y lo más importante. Sin perder ni ápice de su esencia auténtica y original. 

Junto al cabecero de los dueños, el dormitorio principal se revela con piezas, una vez más, de Rue Vintage 74.

Blanco y madera en el baño en suite del dormitorio de matrimonio, siendo fiel a las directrices del diseño del proyecto.

Actual pasillo de la casa al que Helena Martín le agregó una librería.

Vista del aseo.