Max von Werz ha planteado aquí una arquitectura libre de ornamentos.



El arco de la recepción es uno de los tantos motivos que recuerdan a las construcciones coloniales.
Guiños náuticos, pasando por la racionalización horizontal de la nueva construcción y el uso de elementos de madera en todo el proyecto, juegan con el contexto natural del hotel. El equipo de Jaune, liderado por Marine Delaloy y Paula Alvarez de Toledo, ha proyectado un ambiente que privilegia la época dorada de la villa, a través del uso de una paleta de materiales basada en los detalles originales. Entre ellos, terrazo artesanal y azulejos de Talavera, celosías y carpintería de madera artesanal, tejidos naturales o lámparas de vidrio soplado.
Un hotel con paisaje natural
Por su parte, Paola López Carrillo y Carlos Ríos Limón del estudio mexicano Paar han desarrollado el paisajismo, prolongándolo desde el exterior hasta los patios. De nuevo, no de cualquier forma, porque el proyecto conserva la mayoría de las áreas ajardinadas y la vegetación autóctona tal y como existían en la casona. Una nueva piscina se encuentra en uno de los patios exteriores, y alrededor los paisajistas han continuado con el lenguaje de los muros de ladrillo macizo acompañándolos con macetas y tumbonas terminadas en el estuco artesanal mexicano Chukum.

La piscina, en el patio exterior, está enmarcada por un muro antiguo de ladrillo que rodea la propiedad desde sus orígenes.
A la villa se le ha añadido un edificio con forma de ‘L’ que mantiene el bajo perfil de la construcción original.


Las habitaciones minimalistas cuentan con acentos de madera de origen local, muebles personalizados y ropa hecha a medida.
Plantas, tejidos naturales, herrería y una paleta inspirada en los colores del mar son los protagonistas del comedor principal.

Otro de los matices según los paisajistas es que, al trabajar con artesanos locales, querían respetar el medio ambiente circundante a través del diseño bioclimático. Con tal enfoque han restaurado una pérgola original en el patio central, que está salpicado de fragantes árboles frangipani. También se han incorporado tranquilos jardines y patios en el perímetro de la parcela y, además, una cocina al aire libre fomenta una mayor interacción de los huéspedes con el paisaje. “Recurrimos a estudios y equipos locales cada vez que construimos un hotel, y eso nos permite que en él se respire su entorno, la esencia y sus tradiciones”, cuenta el socio-fundador Carlos Couturier.
La Paz, de nuevo en el mapa
En cuanto a la oferta gastronómica, el hotel Baja Club ofrece un menú que cambia diariamente; la creatividad y las habilidades del chef y su equipo hacen las delicias de los huéspedes. Ingredientes locales, pesca sostenible y referencias de la cocina griega son la hoja de ruta de la experiencia culinaria, ya sea en el comedor, en el patio central debajo de la pérgola o en la rooftop. Así es como Max von Werz, en conjunto con un puñado de creativos talentosos, ha dado vida a este hotel y a una propuesta para el bon vivant donde el diseño exquisito, por fin, ha logrado poner en el mapa el exuberante escenario mexicano de La Paz.
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El diseño interior de cada espacio se ha hecho a medida por la dupla de creativas de Jaune.



El hotel, frente al malecón, ofrece vistas a la bahía de La Paz.