El nuevo hotel cinco estrellas fue originalmente construido en 1907 por el arquitecto Henry Martinet, en una época en la que las clases más pudientes de la aristocracia europea veraneaban por estas costas. En ciudades como San Juan de Luz, San Sebastián, Santander o la misma Biarritz se popularizó el concepto del Grand Hotel a orillas del mar. El Regina Experimental está lleno de elementos originales de esta época que Meilichzon ha resaltado para subrayar la conexión con la región. La interiorista destaca elementos como “la arquitectura completamente blanca, formas y espejos semicirculares, frescos esculpidos, cornisas acanaladas, ángulos de 45 grados, hierro negro…”. Toda una joya modernista con broches Art Déco que ya disfrutan los huéspedes.
Con todo el glamour modernista
Nada más entrar en el hotel, un gran atrio de 15 metros de altura resguardado por el techo de cristal de los talleres Eiffel esconde el corazón del Regina Experimental. No es de extrañar que este sea el rincón favorito de la interiorista. Un bar al estilo piano-bar tan popular en los años 20 y pequeños lounges que conmemoran a la célebre Eileen Gray, incluyendo sus icónicos taburetes y lámparas de pie e inspirándose en la arquitectura Paquebot que la arquitecta representó a su propia manera en la Casa E-1027. Los sofás, por su parte, juegan con un estampado inspirado en la pasarela Itsasoan del cercano pueblo de Guethary.

El hotel mira hacia un atrio, donde el piano de cola recuerda a esos piano-bares de los años 20.
Tanto la arquitectura como la decoración se inspiran en la cultura y el arte local. La barandilla, por ejemplo, presenta un diseño marino con formas circulares y hierro negro.


Al fondo, el sofá con estampado inspirado en el puente Itsasoan de Guethary y las lámparas Roattino de Eileen Gray.
Si por algo destaca este espectacular atrio es por los guiños con los que Dorothée Meilichzon se insinúa a la cultura vasca: los colores tradicionales, la piedra arenisca, las orquídeas, los frescos de yeso con motivos marinos o las grandes columnas de paja hechas por las artesanas bilbaínas de Sagarminaga son solo algunos de los elementos a destacar. “Siempre llevamos a cabo el mismo proceso de investigación”, explica la interiorista. “Compramos libros, indagamos en Internet, preguntamos a artesanos locales… Pero esta vez ha sido más fácil, porque conocía muy bien la zona. Mi familia por parte de madre es de Las Landas, un poco más al norte, y me he pasado los veranos en Hossegor, Vieux Boucau, Bayona, Biarritz y San Juan de Luz”.
El País Vasco tiene ese toque chic
Sentado en el lounge, uno puede disfrutar del cóctel estrella del Grupo Experimental mientras eleva la mirada hacia el acristalado techo de Eiffel, y contempla los elegantes pasillos que rodean este espacio y que dan paso a las 72 habitaciones del hotel. Jugando con la cuatricromía tradicional local, el blanco, el azul, el verde oscuro y el rojo vasco dan vida a unas estancias que miran al océano o al espléndido campo de golf de Biarritz. Motivos marinos y formas curvas que evocan las olas del mar conviven con detalles en cuerda y paja japonesa, haciendo referencia a la histórica relación de la ciudad con el país del sol naciente.
No hay mejor manera de terminar la visita al Regina Experimental que con un baño en la piscina, una sesión de spa y una inolvidable comida en el restaurante Le Frenchie. Con el chef Grégory Marchand en los fogones, el paladar debe prepararse para todo tipo de delicias locales añadiendo, por supuesto, el twist del chef. Justo lo que Dorothée Meilichzon ha logrado con este hotel, reinterpretar un icono del siglo pasado sacando a relucir la historia, la cultura y el arte local, a su propia manera. Esa capacidad de dejar a Biarritz brillar y abrir una nueva ventana en el diseño local es lo que la convierte en una gran diseñadora.

Los frescos de yeso hacen gala de motivos marinos, tan importantes en la evolución de la historia local.
El restaurante Le Frenchie es una brasserie del chef Grégory Marchand, con una carta inspirada en la cocina vasca.


La decoración está cuidada al detalle. En la pared, un aplique con forma de concha y sobre el mostrador, la lámpara evoca al estilo Paquebot.