Situado entre la cocina y el salón, el bar cuenta con un cuerpo de caoba y encimera de mármol, mientras que el sofá se tapizó en terciopelo y aparece junto a una mesita de resina incrustada.


En el piso se realizó además un estudio completo sobre las transparencias, según el autor. “¿Te acuerdas de la piedra de ámbar con un mosquito dentro que aparecía en Parque Jurásico? Algo similar ha hecho mi amiga Hélène de Saint Lager en la mesita que le pedí para el salón”. Lo traslúcido se aprecia igualmente en los tabiques divisorios de estancias, que podrían haberse cubierto de espejos y generar así una sensación visual de amplitud. Su solución, en cambio, fue otra más inusual. “No me gusta estar mirándome todo el día, así que trabajé con paneles de aluminio reflectantes para que filtraran la luz pero sin un reflejo claro”, concreta.
Mezcla rara pero armónica
Lo mismo hizo detrás de la cama del dormitorio, una vez más ingeniada al estilo de las del Orient Express, frente a una pintura decorativa de Julien Gautier, otro colega suyo, en la que se muestra la perspectiva del cielo desde la ventanilla de un vagón. El discurso del viaje se completa con la madera brillante de caoba envolviendo la cama, presente a la vez en la cocina mini y en el aseo, aún más pequeño. Como alternativa a las puertas, en la estancia se recurrió a una cortina que puede llegar a cubrir casi toda la habitación de manera curva “como si estuvieras en una suite”, apunta el interiorista. “Muchas piezas las busqué en mercados de pulgas para hacer una mezcla aún más rara. Viajo mucho y no quería que al llegar a casa me sintiera dentro de otro apartamento más. La idea era construir un espacio divertido”.

La cama en caoba, diseñada por Toro, se acompaña de un muro frontal de aluminio, así como de cortinas de Silva Créations y vestidor, cabecero y ventilador de rejilla tejida.
Pintura decorativa de Julien Gautier junto a una consola con lámpara vintage y cerámica de Nicolette Johnson. Al fondo, taburete español de los 30 y mesita verde de Gaultier Rimbault-Joffard.


Sobre la mesita-taburete en aluminio de Hélène de Saint Lager, lámpara en cerámica rosa de Entler Studio. En la pared, fotografía de Clément Jolin y aplique de luz vintage de Alemania.
En constante movimiento
Exceptuando algunas piezas y obras de arte, la mayoría de muebles se los quedaron los propietarios que adquirieron el piso hace tres meses. “Vieron la casa por FaceTime desde Nueva York y me lo compraron prácticamente todo, incluso las plantas”, dice él. ¿Te has mudado a un sitio más grande? “La cuestión es que, aunque en el estudio tengamos muchos proyectos en marcha, yo siempre necesito tener uno en mi vida personal”, concluye: “Ahora mismo, por ejemplo, estoy acabando mi próxima casa y ya quiero otra”. El cambio es algo que Hugo Toro parece haber heredado de su madre, quien no solo pinta la casa familiar cada dos por tres sino que aparte le cuesta conformarse con la disposición de los muebles, siempre en busca de la siguiente historia o, simplemente, de un nuevo interiorismo para vivir otro capítulo más.
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Lavabo de Hugo Toro bajo un armario de caoba con jarrón a cargo de Alma y espejo de ratán.



Además de su particular caoba, la cocina presenta una kitchenette y, en la pared, un ojo de buey de Hugo Toro.