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Fotografía: Leny Guetta
Interiorismo: Hugo Toro

Hugo Toro muestra en su apartamento que de México a París hay tren directo

Saltándose los clichés que pueblan los pisos de París, el interiorista francomexicano Hugo Toro optó para su primera casa por una filosofía rara vez vista. En ella se mezclan los colores clásicos de México con una distribución alargada en forma de vagón. El resultado, curioso cuando menos, lo explica el mismo autor.

Por suerte o desgracia, todo lo que comporta la figura de una madre acaba heredándose con el tiempo, tanto su forma de hablar como las manías que la definen. En el caso de la madre mexicana del francés Hugo Toro tienen que ver con una fijación por el color. “Ella es mucho de Frida Kahlo, Barragán y cosas así”, cuenta el interiorista. “En casa siempre anda pintando el salón, algunas veces de rojo, otras de azul… hay colores por todas partes”. Lógico. Lo de su madre tal vez es una forma de tener presente el país del que viene porque, tras nacer su hermana mayor, la familia de Toro se mudó muy cerca de la frontera de Francia con Alemania. Allí se crio hasta que decidió trasladarse a París y hacer carrera en lo suyo.

Próxima parada, México

La capital francesa también es la ciudad en la que se compró su primera casa, un piso de apenas 30 metros cuadrados en el distrito 10 con vistas a uno de los edificios del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer. Dice que fue el primer apartamento que visitó, justo al verlo sabía que era el correcto. No podía ser otro. “Su distribución fue lo que más me gustó, no es nada parisina. Tiene un formato largo, estrecho y grandes ventanales. Parece un tren”. De hecho, al derribar todo para empezar el piso de cero, su interior lo llenó de detalles que recordaran a los trenes de larga distancia de antaño. En concreto a uno que él imaginó con paradas en México y París, repleto de vagones revestidos precisamente de las tonalidades intensas que él ha adoptado del gusto de su madre y de su país latinoamericano, el cual visitó a menudo cuando era crío.

Hugo Toro en el sofá de su primer apartamento en París.

Sobre el mueble de latón del salón, lámpara de cuero jaspeado con pantalla hecha a mano.

Aquí resuena el Orient Express

Ante un tamaño tan diminuto, cualquiera habría reducido el salón a una zona de paso con lo esencial: mesa para comer más un sofá con chaise longue desde el que ver la tele colgada en la pared. “Yo preferí aumentar las medidas y plantear una sala de estar en la que la gente pudiera venir a tomar copas, porque siendo sincero no soy muy bueno cocinando. Se me dan mejor los cócteles”, reconoce Toro, señalando que por eso equipó la estancia (teñida de rojo) con un mini bar y un tocadiscos, situado sobre un mueble de latón que se prolonga para albergar el sofá hecho a medida en terciopelo verde, de nuevo muy parecido a los asientos que lucían los trenes en el siglo XX antes de convertirse en el summum de la incomodidad.

Situado entre la cocina y el salón, el bar cuenta con un cuerpo de caoba y encimera de mármol, mientras que el sofá se tapizó en terciopelo y aparece junto a una mesita de resina incrustada. 

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En el piso se realizó además un estudio completo sobre las transparencias, según el autor. “¿Te acuerdas de la piedra de ámbar con un mosquito dentro que aparecía en Parque Jurásico? Algo similar ha hecho mi amiga Hélène de Saint Lager en la mesita que le pedí para el salón”. Lo traslúcido se aprecia igualmente en los tabiques divisorios de estancias, que podrían haberse cubierto de espejos y generar así una sensación visual de amplitud. Su solución, en cambio, fue otra más inusual. “No me gusta estar mirándome todo el día, así que trabajé con paneles de aluminio reflectantes para que filtraran la luz pero sin un reflejo claro”, concreta.

Mezcla rara pero armónica

Lo mismo hizo detrás de la cama del dormitorio, una vez más ingeniada al estilo de las del Orient Express, frente a una pintura decorativa de Julien Gautier, otro colega suyo, en la que se muestra la perspectiva del cielo desde la ventanilla de un vagón. El discurso del viaje se completa con la madera brillante de caoba envolviendo la cama, presente a la vez en la cocina mini y en el aseo, aún más pequeño. Como alternativa a las puertas, en la estancia se recurrió a una cortina que puede llegar a cubrir casi toda la habitación de manera curva “como si estuvieras en una suite”, apunta el interiorista. “Muchas piezas las busqué en mercados de pulgas para hacer una mezcla aún más rara. Viajo mucho y no quería que al llegar a casa me sintiera dentro de otro apartamento más. La idea era construir un espacio divertido”.

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La cama en caoba, diseñada por Toro, se acompaña de un muro frontal de aluminio, así como de cortinas de Silva Créations y vestidor, cabecero y ventilador de rejilla tejida.

Pintura decorativa de Julien Gautier junto a una consola con lámpara vintage y cerámica de Nicolette Johnson. Al fondo, taburete español de los 30 y mesita verde de Gaultier Rimbault-Joffard.

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Sobre la mesita-taburete en aluminio de Hélène de Saint Lager, lámpara en cerámica rosa de Entler Studio. En la pared, fotografía de Clément Jolin y aplique de luz vintage de Alemania.

En constante movimiento

Exceptuando algunas piezas y obras de arte, la mayoría de muebles se los quedaron los propietarios que adquirieron el piso hace tres meses. “Vieron la casa por FaceTime desde Nueva York y me lo compraron prácticamente todo, incluso las plantas”, dice él. ¿Te has mudado a un sitio más grande? “La cuestión es que, aunque en el estudio tengamos muchos proyectos en marcha, yo siempre necesito tener uno en mi vida personal”, concluye: “Ahora mismo, por ejemplo, estoy acabando mi próxima casa y ya quiero otra”. El cambio es algo que Hugo Toro parece haber heredado de su madre, quien no solo pinta la casa familiar cada dos por tres sino que aparte le cuesta conformarse con la disposición de los muebles, siempre en busca de la siguiente historia o, simplemente, de un nuevo interiorismo para vivir otro capítulo más.

 

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Lavabo de Hugo Toro bajo un armario de caoba con jarrón a cargo de Alma y espejo de ratán.

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Además de su particular caoba, la cocina presenta una kitchenette y, en la pared, un ojo de buey de Hugo Toro.