Vista de la casa que Javier Velarde lleva años construyendo en Pontones, Cantabria. En portada, el salón-comedor con una de las alfombras del dueño.
“Y lo que queda”, comenta el cántabro riéndose. “Está siendo casi como un proyecto de vida”. Razón no le falta, puesto que empezó a pedir los permisos en 2017 y, al cabo de dos años, comenzaron unas obras aún en proceso. Pero lo bueno es que, con tanto tiempo de por medio, Javier Velarde ha podido darle suficientes vueltas al refugio que está alzando con la ayuda de su padre, constructor de oficio, según avanza él: “Yo tenía muy claro lo que quería”. Su idea era replicar la arquitectura de los alrededores, granjas y establos con techos a dos aguas y extremadamente humildes, algunas incluso hechas con chapa de aluminio.
En sintonía con el vecindario
En su día, otra de las constantes que el diseñador encontró en el paisaje tenía que ver con la distribución de las edificaciones contiguas. La mayoría, sino todas, acostumbraban en Pontones a ser tan solo de una planta, articulada en este caso de manera rectangular. Justo, la estructura de la que Javier Velarde partió para añadirle un ala perpendicular, planteando así un formato de casa en L que abraza por ambos lados una piscina central. De esta forma, casi toda su vivienda, la cual alcanza los 200 metros cuadrados, cuenta con salida al porche exterior. Se ve en la cocina acompañada por suelos de barro, en el salón y en uno de los tres dormitorios en suite, concretamente el principal. Ese en el que duerme el diseñador.
Los materiales no distan mucho a su vez de los que predominan en las fincas del alrededor. Hay mucho roble en los suelos y madera de haya para los techos. “Casi todo es natural y está resuelto de forma muy sencillita”, resume, dando detalles del mobiliario que ahora, en 2023, está comenzando a adquirir por primera vez. “En el salón hay una librería de color granate que hemos confeccionado con un carpintero de aquí”. De Décadas, la mítica tienda de mueble francés y nórdico en Suesa, son las mecedoras y la mesa de granja de la cocina, donde también figura una alacena antigua. “La compré en mercadillos y brocantes, igual que el escritorio del salón”, aclara. “Mi marido vive en Suiza y, como tengo que estar yendo y viniendo en furgoneta muy a menudo, pues aprovecho y compro aquello que necesito o me apetece”.
En proceso constante
Cuenta Javier Velarde que todavía no ha empezado con la fase tres de la obra, en la que trazará un corredor que conduzca a la segunda construcción de su finca, un taller que terminó hace ya tiempo y el cual destinó a sala de exposición. Allí, sus alfombras aparecen colgadas en las paredes, repartidas por los suelos o estratégicamente colocadas sobre plataformas circulares. Pero nunca son las mismas, siempre cambian. El cántabro las va sustituyendo cada equis tiempo en base al stock que guarda, atención al dato, “en una tercera nave que también tengo aquí”. Desde ahí, concluye él, envía las piezas que le hacen falta a Visite Privée by Raoul Sánchez, una tienda-galería que desde su sede en Zúrich se encarga de presentar los diseños de Velarde. Y de hacérselos llegar a una clientela, de acuerdo a los datos del autor, cada vez más variada e internacional.