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Vídeo: Javier Vázquez y Julia Plaza

VÍDEO. Estética años 70 con códigos de hoy: la nueva casa de Miriam Alía en Madrid

La nueva casa de Miriam Alía es un piso setentero en la capital que ha transformado con materiales, colores y muebles propios de la década. Menos rosa y más neutra de lo que la interiorista nos tiene acostumbrados. Su misma esencia contemporánea pero reinventada.

La zona ya la conocía, su antigua casa está a diez minutos andando. “Es Mirasierra y me encanta porque hay mucha naturaleza, tranquilidad y jardines, estamos relativamente cerca del centro y tenemos los colegios de los niños al lado”, comienza la interiorista Miriam Alía, propietaria de esta vivienda. Pero la urbanización fue toda una sorpresa… para bien: una construcción de los años 70 con simetrías arquitectónicas y colores pastel, “como sacada de una escenografía de Wes Anderson –prosigue-. Me recordaba a las casas familiares de mi infancia y me gustaba la idea de poder transportarme a esa época en la que fui tan feliz. Desde las ventanas solo se ve verde, como si estuviera en pleno campo, tiene una luz preciosa que entra por la fachada sur y es muy amplia. El interior respiraba la misma esencia setentera y lo que he intentado en todo momento es mantenerla”.

Son 190 m2 distribuidos en tres dormitorios, cocina con office y lavadero, salón-comedor y una terraza enorme. Cuando la encontraron estaba muy compartimentada y desactualizada, así que necesitaba una renovación integral y una buena distribución que sacara a relucir todo su potencial. Alía quería rehacerla a su manera y a su medida, según las necesidades de su familia numerosa (tiene cuatro hijos) y darse algún que otro capricho decorativo. Tras la reforma, los dormitorios infantiles incluyen zonas de estudio, de juego y muchos armarios. El suyo lo ha convertido en su lugar de relax, con vestidor y baño integrado, “que es lo que siempre había querido”, dice. Después, comunicó la cocina visualmente con el salón y la terraza mediante una mampara de cristal. Insistiendo en la continuidad, colocó el mismo suelo en toda la vivienda, un porcelánico de gran formato, y utilizó una paleta cromática clara (“y bastante neutra para lo que suelo acostumbrar”, ríe): tonos anaranjados, melocotones, amarillos, rosas empolvados…

A la vez instaló una luz muy cálida para bañar cada una de las estancias en las que puertas, tiradores, armarios, relieves, cabeceros y piezas de mobiliario a medida conviven con diseños de los setenta (coetáneos a la vivienda) que Alía buscó en anticuarios varios (entre los muebles figura la butaca Karate de Michel Cadestin para Airbone, retapizada por la interiorista con terciopelo amarillo de Gancedo). Pero no solo ese detalle consigue llevarnos a la década del XX más glamurosa: las vidrieras en color ámbar y el terrazo en tonos suaves, los mármoles y el ónix, el roble acanalado, el revestimiento de teselas, barro o yeso y las carpinterías forradas de seda son los elementos que elevan el estilo de esta madrileña, quien ya ha demostrado que, aparte de bordar lo rosa, lo dulce y lo naif, en la sutileza y la discreción también es una alumna de sobresaliente.