Fachada del edificio construido por José Espiau y Muñoz, en 1912, como residencia familiar de la burguesía. En ella se pueden apreciar destellos modernistas en la cerrajería, flameros típicos del Renacimiento y, en la arcada de la planta superior, cuatro medallones con las figuras de querubines. En portada, una de las suites del Nobu Hotel.
En el patio del complejo se han conservado, entre otros elementos, las columnas de piedra originales.
“De la existencia de esta muralla sí que éramos conocedores. Lo único es que no se sabía ni su fecha exacta, ni el trazado, ni su sistema constructivo”, reconoce David González García. Él es socio fundador del estudio madrileño dAAr, el encargado de firmar el proyecto de remodelación en la Plaza San Francisco. Concretamente, a lo largo de dos edificios de viviendas de principios del XX que han sido rehabilitadas respetando, por supuesto está, cada uno de sus elementos protegidos. De hecho, el edificio de San Francisco 12 se ha conservado de forma integral, puesto que el complejo lo levantó en 1912 José Espiau y Muñoz, uno de los principales exponentes de la arquitectura regionalista en Sevilla.
Una reforma por todo lo alto
Lo cuentan desde dAAr. “La configuración arquitectónica y espacial de ese edificio está intacta. E, incluso, hemos restaurado y devuelto a su forma original sus arcos y pasos que, con las sucesivas reformas, se habían perdido”. Mientras, del complejo ubicado en San Francisco 11, construido por Juan de Talavera Heredia en 1914, “se ha mantenido la primera crujía del edificio, así como su fachada”, detallan en el despacho, indicando que a ambos bloques se les suma un tercero con fachada a la calle Álvarez Quintero. Ahora bien, pese a ello, nada más recorrer el Nobu Hotel resulta facilísimo adivinar dónde empieza y acaba cada edificio, puesto que en cada uno de ellos se ha mantenido su carácter. Una condición sine qua non.
Los azulejos y la barandilla rinden homenaje al estilo original de los edificios de principios del XX, momento en que el estilo regionalista marcó la arquitectura sevillana. Además, en el Nobu Hotel se han recuperado muchísimos elementos auténticos que se habían perdido en reformas durante los 60, cuando los edificios se convirtieron en sedes bancarias.
“Los edificios tenían que seguir manteniendo la funcionalidad individual, debían respetar la configuración de patios típica andaluza y, especialmente, sevillana, donde el patio genera ambientes de claroscuros en la organización de los espacios”, explican los arquitectos. ¿Su gran reto? Los mismos autores lo revelan. “Sin duda, lo complicado ha sido conservar la identidad de cada uno de los edificios, con fachadas, alturas y organizaciones diferentes, y generar un único hotel que funcionase a nivel operativo y normativo de forma unitaria”. Cosa que en dAAr han conseguido porque, a la vista queda, la labor de restauración ha sido más que profunda.
Pasado y presente, al unísono
La minuciosidad se observa en cualquier detalle. Desde en las fachadas, la escalera de mármol, los revestimientos originales, los arcos interiores y en los azulejos y rejerías de uno de los patios, hasta en los elementos ornamentales de cerámica. “El diálogo entre lo existente y lo nuevo se ha generado desde la puesta en valor de una arquitectura tradicional que contrasta sin competir con los planteamientos modernos, limpios y serenos”, comentan. Y todo, según subrayan, con el objetivo de ensalzar en el Nobu Hotel el valor de lo existente, creando lienzos blancos en la misma gama tonal que lo previo. Pero sin excesivos ornamentos ni manierismos.
Las habitaciones más clásicas del Nobu Hotel en Sevilla contemplan un toque de color en los cabeceros, con verdes y azules que dialogan con el resto de tonalidades más neutras.
Los suelos de espiga de madera de nogal se fusionan con las molduras restauradas en los techos y paredes.
Atmósfera rotunda
Para diseñar los espacios comunes y habitaciones, y poner en valor los restos arqueológicos del complejo, en el estudio dAAr se ha trabajado mano a mano con el equipo técnico de Millenium, propietarios del edificio, y con la constructora Hterrats. “La idea era crear una atmósfera confortable. Por eso hemos usado un lenguaje contemporáneo donde la madera es la gran protagonista, rodeada de grandes iconos del diseño del XX”, explica Amanda Molina, directora de Proyectos de Mercer Hoteles, la operadora de Nobu Hotel. En total, cuenta con 25 habitaciones y suites, una gran terraza en la azotea con piscina y una zona gastronómica con el sello del chef Nobu Matsuhisa.
De ahí, claro, la influencia japonesa muy apreciable en el interiorismo del proyecto, ecléctico en su máxima expresión. Y es que, si se presta atención, la conclusión final es que cada dormitorio se revela como un santuario del minimalismo nipón moderno, cuyo hilo conductor es el gusto por los detalles. Dese la ropa de cama de algodón de 300 gramos, hasta el mobiliario de madera diseñado a medida, los suelos de nogal o las baldosas de cemento hidráulico. “Los diferentes espacios, la integración de lo existente con lo nuevo en las fachadas de los patios, la luz, la textura de los acabados, la paleta de colores… todo hace que la sensación cuando paseas por el Nobu Hotel sea agradable”, concluyen los arquitectos. “Aquí se respira una serenidad muy tranquila”.
A lo largo de los baños cobran protagonismo los materiales naturales, como el mármol de San Vicente utilizado para componer la zona del lavabo.