Contrastes muy en armonía
“Sorprende entrar en una vivienda así que es muy blanquita, con una entrada a la inglesa, moqueta cálida, parqué y molduras por todas partes. Porque luego bajas por una escalera diminuta de 50 centímetros, con una altura de casi cinco metros y una barandilla de hierro muy angosta, y de repente”, avanza el interiorista, “te encuentras con un sótano completamente negro, suelos de Versalles y piezas gigantescas. Desde luego, nadie se espera dar con un refugio de esa tipología bajo tierra, excepto aquellos que reparen en los mínimos detalles y hayan observado antes lo que figura ahora en la cocina. No es nada convencional: se trata nada más ni menos que de un monobloque de acero inoxidable para la zona de trabajo, muy al estilo de las cocinas industriales que abundan en los restaurantes.
Así es la sala familiar, repleta de tonos oscuros y con una claraboya en el techo, de la que dispone esta casa catalana en su planta menos uno.
El interiorista ríe. “De no querer cambiar la cocina, el cliente de repente pasó a venir un día y… ¡boom! Nos propuso este mueble”. Lo que desde el estudio hicieron fue diseñar el resto de la estancia en base al monobloque, contrarrestándole su frialdad con un armario enorme hecho de madera noble, que era el material que originalmente más abundaba en esta cocina con mucha pátina, subraya Pablo Peyra: “Venía con una combinación de varias puertas antiguas”. Mucha de la madera que ya existía también en la planta principal de la casa se conservó, al igual que la del piso de arriba, el dedicado a los dormitorios, con la diferencia de que aquí sí se intervino en la distribución y la tabiquería.
Hecho a la gran medida
“Fue la única parte en la que tocamos estructura interna. Todas las suites las modificamos, así como las habitaciones de los niños. La idea era ampliar cada una de estas zonas”, cuenta el autor. Trabajaron también en las piezas de mobiliario, diseñadas casi al 100% ad hoc. “Excepto las dos butacas blancas del salón, las cuales seleccionaron los clientes, todo lo creamos desde cero. Incluso las lámparas de araña que se ven en las fotos”. También suyos son los apliques art déco distribuidos equilibradamente en las estancias, las mesas que imitan las típicas de finales del XIX o los esculturales armarios, por ejemplo, que se ven forrados de exquisitas telas orientales en el vestidor del dormitorio principal.
La conclusión tras la reforma, al menos de quien perciba las imágenes del después, es que el cliente acertó contactando al estudio de Pablo Peyra. A él lo conocieron por una recomendación, y les encajó su trabajo tras ver el que había firmado en la Cerdanya, muy cerca de Andorra y de Puigcerdà, que había teñido como si fuera un refugio de montaña junto a una pista de esquí en los Alpes. Por supuesto, en él abundaban los mismos tonos oscurísimos que hoy imperan en el sótano de la vivienda barcelonesa, un espacio que, aunque al principio generó sus dudas, hoy es clave en la casa. “Los dueños la utilizan mucho porque les gustó el resultado”, concluye el interiorista. “Y, de hecho, les gustó tanto que ahora andamos reformando la casa de unos familiares suyos”.
De cara a otorgarle un mayor carácter señorial, en el baño del dormitorio de matrimonio se han embellecido los suelos, creando en ellos una especie de alfombra mediante azulejos hidráulicos, para que vayan al unísono con las molduras de las paredes.
En el vestidor, el estudio de Pablo Peyra ideó unas cortinas de un tono similar al de la tela oriental que reviste los armarios.