
En la estancia, sillas mostaza de Décadas y, sobre la mesa de Made, jarrones de cerámica de Incasa. Lámpara de techo Ginger de Marset en DomésticoShop. Al frente, butacas también de Made.
Despacho con silla de piel y escritorio de roble de Inidof con escultura de Incasa. La pareja de sillas con tela de pana es de Décadas y, al fondo, en la pared con papel de Omexco, obra de Hayden Rearick en Gärna Gallery. Sobre el armario, lámpara con pie de mármol de Rue Vintage.

Patricia Bustos también recalca que el espacio, ubicado en un segundo piso de la calle Serrano, ahora refleja completamente los valores del negocio. Tanto equilibrio, entre cabeza y corazón. Como transparencia, basada en relaciones sólidas y duraderas. Y sostenibilidad, con el medio ambiente pero sin olvidar tampoco a las personas. “Basándonos en estos tres pilares fundamentales”, explican desde el estudio de la madrileña, “hemos querido proyectar unas oficinas donde se refleje el poder transformador que tienen las buenas inversiones”.
Nueva fluidez
Cuando entraron al gigantesco local, lo que vio la interiorista era que el espacio apenas contenía tabiques. La idea inicial era un espacio disruptivo y muy abierto en el que se mezclaran unas zonas con otras. Aunque durante el proceso de obra se dieron cuenta de que, a la hora de trabajar y manejar información a veces comprometida, necesitaban un cierto grado de privacidad. De ahí que Patricia Bustos decidiera cerrar las zonas de trabajo con una celosía. Concretamente, una realizada en madera de roble blanquecina, con vidrio rayado y puertas correderas para no interrumpir las zonas de paso por si en un momento equis se quisieran dejar abiertas.

La estética aplicada por Patricia Bustos se prolonga incluso en los pilares, acompañados por retroiluminados en led. A la derecha, la celosía que confiere privacidad a las zonas de trabajo.
Área de bienvenida, a modo de hall, con celosía de ladrillo de Maora, alfombra de Kilombo Rugs, mesita diseño de Patricia Bustos, butacas Wassily de Décadas y lámpara de techo de Honoré Décoration.

De esa forma se hacían divisiones pero siempre teniendo una visión de todos los espacios. Y, por supuesto, sin robar demasiada iluminación natural puesto que, por su ubicación, los árboles de la prestigiosa calle madrileña generan oscuridad y sombra durante gran parte del día. Además, tal y como desgranan desde el estudio de la interiorista, los tres despachos principales de las oficinas se cerraron por completo, también por privacidad, aunque manteniendo las mismas puertas de roble y vidrio en formato abatible.
En las salas de reuniones internas se mantuvo igualmente la celosía, a diferencia de lo que se aprecia en las dos salas principales de reuniones, las de uso público con clientes, que se cerraron por completo con tabiquería y puertas de madera a juego con las celosías. Ahora, ambas salas pueden llegar a unirse y formar una sola abriendo el tabique de madera que las separa. Los pasillos se revistieron de palillería, pintados con el color corporativo de la empresa y rematados con una luz led indirecta. Es la misma estética que se preservó en los pilares, a los que se les dio un formato circular con un aspecto final bastante escultórico.

Perspectiva de los pasillos acompañados de palillería.
Los tres despachos principales, al fondo, se cerraron por completo con puertas de roble y vidrio en formato abatible. Las mesas de trabajo son de Inidof.

Casa parece, oficina finísima es
En el estudio de Patricia Bustos tradujeron los tres valores que dan sentido al proyecto en diferentes soluciones. Por ejemplo, la transparencia queda reflejada en las grandes praderas (o sea, en los espacios diáfanos) que abarcan parte de sus 900 m2 y que se plantearon para fomentar la comunicación y el encuentro entre empleados. El equilibrio, por otro lado, se consiguió a través de una cuidada selección de elementos arquitectónicos y piezas de mobiliario que oscilan entre lo residencial, como sillas, mesas y otros objetos de época de anticuarios, y el mundo de las oficinas.

Otra de las zonas de descanso, vestida con alfombra de Kilombo Rugs, butacas y sofá de Maisons du Monde y mesitas auxiliares y de centro de Zara Home (con lámparas de Tristán Domecq). En la pared, obra del australiano Saxon Quinn en Gärna Gallery.
Algunas zonas de las oficinas están planteadas incluso con características propias del interiorismo de una vivienda. Algo que se ve en las zonas comunes y en lo que Patricia Bustos llama los coffee corners, espacios varios que adoptan una atmósfera cálida y acogedora utilizando una paleta de color relajada, pero muy auténtica y genuina, además de revestimientos de palillería. “Fue fundamental relacionarse con la imagen de marca. Por eso añadimos un punto azul al suelo vinílico y a la piel de los listones de madera que conforman la tabiquería interna”, detalla la interiorista.
La cocina es el único espacio que se escapa verdaderamente del espíritu productivo. Lo hace con colores atrevidos en tonos tierra y un empapelado de cuadros irregulares y especialmente disruptivos si se comparan con la impecabilidad de fuera. En resumen, se trata de un oasis atrevido de mobiliario de melamina en terracota con encimera de mármol rojo Alicante y una barra alta central de pata circular en el mismo color terracota.

Así son los coffee corners ideados por Patricia Bustos para estas oficinas.
Artesanía, diseño y calidez se entremezclan en la cocina. En las paredes, apliques de ladrillo y papel diseño de PCS, vasijas de cerámica de Rue Vintage y óleo de Jorge Dana sobre cartón reciclado en Gärna Gallery.

Mínimo impacto
La sostenibilidad, por último, es el eje transversal que vertebra el proyecto, empezando por un amplio rango de materiales como el suelo de Tarkett o las maderas y piedras naturales. Para ello se contó, según Patricia Bustos, con proveedores de cercanía que le ayudaron a minimizar el impacto en la huella de carbono. “También son unas oficinas de gran eficiencia energética”, apunta la autora. “Eso se ha logrado a través del aprovechamiento máximo de la luz natural, protagonista del proyecto gracias al patio central”.
Así, mientras que las zonas comunes de descanso envuelven este núcleo radiante interno, los despachos y oficinas aprovechan la luz natural de la fachada histórica de amplios ventanales. En cuanto a la acústica, los despachos y salas de reuniones se acondicionaron con un suelo de moqueta beige autoportante y mamparas de marco de roble teñido de tonos blanquecinos con cristales rayados y lisos. Con todo ello, el proyecto de Patricia Bustos se convierte en un motor capaz de transformar buenas ideas en inversiones. Y éstas, en infraestructuras limpias y eficientes que contribuyen a un mundo más respetuoso con el medio ambiente. De la mano de un buen diseño. Y con la sensación de no haber salido de casa.

En una de las salas de reunión, vasijas antiguas en Rue Vintage sobre la mesa y lámpara de techo Ilhana de Marset en DomésticoShop, igual que las butacas. Las obras del fondo las firma Violeta Maya, en Galería Alzueta.