Íñigo Correa, también arquitecto, define a su tío Federico así. “Era lo que construía y pensaba como era. Era más influenciador que influenciable”. Prescriptor también en moda sin proponérselo, Íñigo recuerda anécdotas como cuando bajaba en bata al quiosco a comprar el periódico, porque podía. Vestía de forma muy personal, encargaba todo a un sastre al que dirigía y compraba las telas en Italia pues decía que no había nadie que hiciera los colores como en el país vecino.
“Era un dandy con muy buen gusto, y eso lo trasladó a todos los aspectos de su vida. Desde el profesional hasta el familiar”. El sobrino de Federico Correa también comparte que era un magnifico profesor. Además de un gran dibujante: se sentaba por la mañana en su mesa y dibujaba perspectivas una tras otra sin descanso. Era muy crítico con ciertas cosas, especialmente con él mismo. Se autoexigía mucho. No hacía las cosas para que lo reconocieran. Lo hacía porque creía en ellas.
Pocas figuras quedan a su altura
Singular y muy raro era que dos arquitectos de su talla, acostumbrados a firmar grandes proyectos, se fijaran en el interiorismo como lo hicieron Federico Correa y Alfonso Milá. Pero su sentido y lógica tenía: ambos reivindicaban la figura del arquitecto que controla y supervisa todos los detalles, el profesional que no solo firma estructuras y edificios de tamaño XXL sino que a la vez se centra en lo mínimo. Y de ahí que este tándem tocara todos los palos, planteando interiorismos que compartían la gran capacidad de hacer confortable al personal. Porque los dos arquitectos tomaban decisiones que iban más allá de la luz y el sonido. Para ellos detalles como las alturas eran determinantes dentro de un espacio.
Ejemplo de ello es Flash Flash, la tortillería que en 2020 cumplió su 50 aniversario conservando el local anodino que Correa y Milá concibieron, pintado de blanco y en el que solo por el hecho de subir dos escalones en cada nivel se lograba que, desde el final, todo el espacio se pudiera divisar hasta la entrada. Hoy el efecto sigue intacto, y adentro se percibe el hecho de que este dúo lo tuvo todo en cuenta. Y es que si un cubierto caía al suelo, en los restaurantes de ambos arquitectos no sonaría: los dos tuvieron una gran predilección por los linóleos y las moquetas. “En Flash”, contaba Federico Correa en aquella entrevista, “se me ocurrió que hubiera una chica que soportara la luz”. Para ello contaron con la gráfica del fotógrafo Leopoldo Pomés, con quien crearon este icono de la modernidad.
Justo Leopoldo Pomés fue quien, después del éxito de la tortillería, en el 74 se embarcó en la aventura de crear un restaurante italiano, el Il Giardinetto, cuyo interiorismo se lo encargó a Alfonso Milá y Federico Correa. El local, todavía abierto, evocaba un jardín que se ha mantenido inalterable desde el primer día, cuando empezó a convertirse además en un punto de encuentro de personajes muy destacados. Por el local pasó desde el arquitecto José Antonio Coderch a los escritores Jaime Gil de Biedma, Gabriel García Márquez, Roberto Bolaño, Gabriel Ferrater o Carlos Barral. Entre muchísimos otros.
Una exposición rememora su trayectoria
La historia de este tándem sigue dando mucho que hablar, hasta el punto de que este marzo se ha inagurado en el Colegio de Arquitectos de Cataluña Correa & Milá en perspectiva, una muestra organizada por el Centro Abierto de Arquitectura. La exposición, abierta al público hasta el 4 de junio, recorre a lo largo de 11 espacios la vida, la obra y las relaciones sociales y profesionales de esta histórica pareja. “La muestra nace porque el archivo de Federico Correa y Alfonso Milá se ha cedido al Archivo Histórico del Colegio de Arquitectos de Cataluña”, dice Aureli Mora, uno de los comisarios de la muestra junto a Omar Ornaque, ambos del estudio AMOO.
Según Mora, la exposición alberga una gran cronología con 600 expedientes, entre planos, fotografías, perspectivas o piezas de su mobiliario, dejando ver en la recopilación que tal tándem fue absolutamente necesario. Federico para Alfonso y Alfonso para Federico, ninguno hacía nada sin el aprobado del otro. Su genialidad se expresó como complemento del otro, y en espacios de todo tipo. Porque ambos arquitectos firmaron, por si fuera poco, tiendas, discotecas y varios de los proyectos arquitectónicos más importantes en la Barcelona de finales del siglo XX. Como la Torre Atalaya, el Edificio Monitor, el Anillo Olímpico o la remodelación de la mismísima Plaza Real.
* Especial agradecimiento a Marta Feduchi, Teresa Rumeu Milá, Íñigo Correa, Aureli Mora, Omar Ornaque y al Archivo Histórico del Colegio de Arquitectos de Cataluña (COAC).