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PIONEROS DEL INTERIOR #2. Pin Morales y Román Arango, a la vanguardia de la decoración española

Interioristas, escenógrafos, diseñadores de telas y mobiliario o directamente artistas totales, que es la mejor etiqueta con la que se puede resumir a este dúo de finales del XX. Llegaron a triunfar lo suyo en Estados Unidos, eso sí, con la misma expresión y teatralidad por la que se les conoció en nuestro país.

Estábamos pensando reformar nuestro piso de Madrid cuando una amiga, Pilar Citoler, gran coleccionista de arte, nos invitó a cenar a su nueva casa. Allí, desde la misma puerta de entrada, se nos abrió el cielo y no quisimos otra cosa más que conocer a los que habían hecho esta maravilla. Nos hicieron el proyecto de nuestras casas de Madrid y de San Sebastián. Eran genios integrales. Pin era más creador y Román, más espacial. Diseñaban todo y te acoplaban las piezas, la iluminación, te personalizaban las telas, hasta los platos. Todo. No hubo otros como ellos y además se hicieron grandes amigos nuestros”.

Era el año 84 cuando a Pin Morales y a Román Arango, ya una pareja de decoradores consolidada, el matrimonio Otegui les encargó la reforma de su casa en la capital española. Esta obra, a punto ya de cumplir cuatro décadas, sigue siendo vanguardista por su distribución, su atrevimiento, sus revestimientos escenográficos con claves teatrales (su pared parecía pintada en pan de oro cuando en realidad era papel de envolver matizado con papel de seda y pegado con Alkil), por su osadía al aplicar el pan de oro de verdad a unas camas Napoleón y al mezclarlo con lacas rojas y negras, por el uso de espejos o por la importancia de relatar una historia en el recorrido de acceso a una casa. Todo ello es lo que les hizo tan grandes.

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Salón de la casa madrileña que este dúo diseñó para la familia Otegui.

Román Arango y Pin Morales, a la izquierda y derecha respectivamente.

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Sobre la alfombra Piscis a cargo de Morales y Arango, guitarra pintada por ellos como regalo de cumpleaños para su amigo y cliente Paco Otegui, dueño de la vivienda de Madrid. 

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Así lucía en la Casa Otegui el dormitorio principal, acompañado por una cama Napoleón en pan de oro.

Pin Morales (1943-2019) empezó medicina y Román Arango (1941- 1995) arte dramático. Se habían conocido en Valencia de niños y se reencontraron en 1964 en la Escuela Oficial de Cine de Madrid. Desde entonces estuvieron unidos por un vínculo que trascendió de lo profesional y lo artístico a lo personal y formaron una de las parejas más compenetradas y complementarias del panorama de aquel Madrid previo a la Movida. Empezaron a exponer sus obras en varias galerías, haciendo sus pinitos a la vez como figurinistas o escenógrafos en diversos ballets y obras teatrales, hasta que una amiga suya, la Duquesa de Andría, les encargó la restauración de la Torre de Pinto y, ante el éxito que tuvo la obra, les pidió que proyectaran su casa de Madrid y la de Toledo, y allí les dejó un estudio en el que explotaron su arte.

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Estudio-casa de la pareja de decoradores en el Cigarral de la Peraleda, Toledo, durante los años 70.

De izquierda a derecha, Pin Morales, Pedro Almodóvar, Carlos Berlanga y Román Arango.

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Es justo en los 80 cuando empezaron a colaborar con directores tan consolidados como Luis García Berlanga para la dirección artística y decorados de Patrimonio Nacional (1981) y Nacional III (1982), que les catapulta al gran mundo captando la atención de Pedro Almodóvar, para el que resolvieron la decoración de Entre tinieblas (1983), ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984) y Matador (1986), así como El jardín secreto (1984) de Carlos Suárez.

Por entonces sus nombres ya sonaban con fuerza entre los grandes decoradores madrileños y les empezaban a llover proyectos de clientes importantes, empezando por la ya mencionada coleccionista Pilar Citoler que les encarga sus casas de Madrid y de Cuenca, la diseñadora Meye Maier, la empresaria Alicia Koplowitz, los Merry del Val o los Otegui. Pronto deciden dar el salto y marcharse a Washington y Nueva York donde intervinieron en un centro de diseño y moda y llegaron a firmar también varias obras públicas y privadas como la casa y oficina de Violy de Harper, directora entonces del banco GP Morgan.

Según su sobrina Regina Pombo, como socios tenían una cierta distribución de funciones: “Pin era artista, callado, creador, daba vueltas por la casa sin concretar demasiado pero captaba la personalidad de los clientes. Román era más embaucador, simpatiquísimo, les contaba miles de historias y se encargaba de la parte comercial; hacía collages, montajes de papel sobre papel o cajas y a veces insertaba láminas de oro formando como un abanico, era muy manual. Pin en un principio fue realista tipo Matisse y luego saltó al abstracto, al simbolismo y al color.”

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Salón de la casa de Morales y Arango en Plaza de Oriente, Madrid.

Román Arango en el despacho de su piso en el centro de la capital.

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En los 80, al mezclarse con la Movida, se compraron la casa de la Plaza de Oriente. Su teoría era que en una vivienda no debería de haber puertas y se deberían de diferenciar sutilmente los espacios a base de sábanas, telas o iluminación. Su casa de Madrid, en la que practican estas teorías, se convierte en un templo de peregrinación decorativa, como un Zigurat empanelado con espejos en forma de estrellas, con sus efectos ópticos, en un juego seductor del XVIII siempre iluminado por velas y una lámpara azul Klein, para desembocar en un espacio donde al fondo, tras cuatro grandes ventanales, el Palacio de Oriente se empeña en entrar en esa habitación.

Pero ellos, que no les gustaba ser definidos como decoradores, construyeron uno de los estudios más reconocidos en Europa y en América, además de ser colaboradores en arte, artes decorativas, diseño de telas, mobiliario, iluminación, y escenógrafos. Tocaron muchos palos y todos bien. Román Arango muere muy joven, apenas con 50 años, y Pin Morales le recordó hasta el final de sus días 24 años después.

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Decoración del dúo español en una vivienda en Cuenca para la coleccionista Pilar Citoler.

Morales y Arango firmaron muchísimas viviendas a lo largo de todo el país, incluyendo la de la imagen en Madrid.

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Revestida con espejos, esta es una de las estancias más hipnóticas de la residencia de la pareja en la madrileña Plaza de Oriente.