Y es que la distribución original no potenciaba para nada ese nuevo uso y disfrute, tal y como asegura la propia Martín. “La casa, en su estado original, tenía cuatro dormitorios y una zona de servicio vinculada a la cocina con una quinta habitación. La zona de día estaba compartimentada, con una cocina grande en un par de ambientes, además de la zona de servicio dentro de esta zona. El salón también estaba separado del comedor, y además había un pasillo grande diferenciando cocina de zona de día, seguido del pasillo distribuidor de las habitaciones”, añade ella. “Eso hacía que se perdiesen muchos metros útiles en circulaciones, aparte de generar espacios de poca calidad”.
Obra 360 grados
La sensación era de piso con pasillo infinito, muy poco apetecible. Por lo que, ante tal perspectiva, la solución pasaba por derribarlo todo, de acuerdo a Helena Martín. “Demolimos la tabiquería casi por completo. La familia buscaba espacios amplios de cara a una vida mucho más informal, sin servicio, de manera que aprovechamos para unificar todas esas pequeñas partes que conformaban la antigua cocina, para hacer una grande, comunicada con el salón por dos puertas correderas simétricas”.
Tras la reforma de Helena Martín, dos puertas correderas dan paso a la luminosa cocina teñida, casi en su totalidad, del blanco imperante en la vivienda.
La estructura de hormigón quedaba semi oculta, en origen, por vigas y pilares enfoscados, parcialmente empotrados en los tabiques, así que se optó por limpiar toda esa estructura para dejarla vista, en hormigón cepillado. “Incluso pusimos en valor en algunos casos la parte de su armazón metálico”, añade. En algunos puntos clave, donde se generaban esquinas un poco duras que rompían la circulación fluida que se buscaba, el estudio de Helena Martín optó por hacer curvos los tabiques. “Intervenimos también de una forma bastante drástica la zona de noche, dando mayor tamaño a los baños, muy pequeños para las dimensiones de la casa, y generando dormitorios más amplios con muchos armarios”.
Cálida y envolvente
La idea era generar una base bastante limpia pero llena de elementos que aportasen calidez, donde la luz natural pasase de unas zonas de la casa a otras. Y con una iluminación artificial muy cuidada, con el objetivo de que la vivienda, de noche, fuese muy apetecible. “Usamos, como base, un blanco cálido, que suele ser común en todos nuestros proyectos”, detalla la autora.
Para apostar por la luminosidad, dice Helena Martín que recurrió a una tarima de madera natural aclarada, con un ligero decapado en blanco. La arquitecta también quiso usar color, patrones y texturas pero de una forma suave. Así, en la cocina se siguió la idea del roble que se aprecia en el resto de la casa, pero la zona de la isla se tiñó de un tono de verde oscuro que dejaba ver la veta, dándole un aspecto un poco más especial. De cara al dormitorio infantil, los propietarios querían hacer algo especial con la pintura: se generó una especie de techo de circo, a base de franjas rojas y blancas que producían un efecto carpa muy divertido.
Luces y mobiliario, el toque final
“Una cosa que tuvimos clara es que la iluminación debía alinearse con ese toque minimalista de la reforma”. Es por lo que se apostó por tiras led en foseados, focos con diferentes intensidades y juegos de luz, y balizas empotradas en pared a diferentes alturas. La iluminación decorativa se resolvió con carriles de focos, flexos negros de Zara Home o la lámpara Lámina de Santa & Cole, “que nos encantaba para la isla”, concluye Helena Martín. “El único toque un poco más especial es la lámpara del office, que los propietarios compraron en un viaje que hicieron a París durante la reforma”. Por último, el mobiliario de toda la vivienda es de Rue Vintage 74, exceptuando el sofá y las butacas del salón, de Studio Bañón. Los armarios de roble del dormitorio están entelados con el lino Beduino de Gancedo y la ropa de cama es de Pepe Peñalver y, de nuevo, Zara Home.