Vista de la restaurada fachada principal, realizada en mortero de cal. A la Real Casa de la Moneda se accede a través del callejón interior que atraviesa todo el complejo. En portada, la terraza de uno de los 10 apartamentos con tumbonas de hierro y maceteros de barro, diseño de la decoradora.
Adentro de este mítico edificio, situado en la zona de las Atarazanas, cerca del río, los operarios vivían en sus distintas dependencias, por lo que se podía considerar una pequeña ciudad dentro de Sevilla. Fue ya en el XVIII cuando a la Real Casa de la Moneda se le añadió la gran portalada barroca del arquitecto Sebastián Van der Borcht y se le hicieron obras de acondicionamiento por los desperfectos que produjo el terremoto de Lisboa. Ahora bien, el problema vino a finales del XIX: el complejo dejó de funcionar, convirtiéndose en un espacio residencial que se abandonó en varias ocasiones. Quedó incluso derruido, hasta que en 2018 un fondo acometió su rehabilitación y su conversión en 10 apartamentos de uso turístico de alto nivel.
En el apartamento número uno del complejo, el muro capuchino original se deja visto. El dosel, de lino y flecos, entra en juego con la banqueta tapizada en terciopelo.
Varios años de reforma
La obra de la Real Casa de la Moneda fue ardua y larga, tal y como cuentan los responsables del proyecto arquitectónico, un equipo enteramente sevillano formado por Javier Bethencourt Enríquez y Álvaro Jiménez del Cuvillo. El interiorismo se le encomendó al estudio Kwanza Interiors de Mónica Benjumea. De acuerdo a ellos hubo que rehacer sin apenas intervenir, pues había muchos elementos protegidos. Iniciaron las obras que duraron casi tres años, prolongados por la pandemia y porque Patrimonio no les quitaba ojo: “No se podía tocar la fachada”, informa Benjumea. “Había muros originales del XVI y anteriores, del Palacio Almohade. Tuvimos que rehacer cada centímetro y dejarlo en su forma inicial, mientras que adentro tratamos de respetar volúmenes y espacios de manera equilibrada”.
La idea principal era mantener el alma de Sevilla en la nueva Real Casa de la Moneda. Que el huésped notara al despertarse dónde estaba. Que pudiera apreciar el barro, la forja, los muros con mortero de cal o la piedra de Sierra Elvira, dentro y fuera de cada uno de los apartamentos a los que además hubo que dotarles de todas las necesidades actuales, sin duda el principal reto y logro de este equipo de arquitectos e interiorista. “Al principio querían que las barandillas fueran de cristal, pero yo me empeñe en el hierro”, recuerda Benjumea. “Los suelos querían ponerlos de madera y luché por el barro, que aunque no es el de la época, por lo excesivamente trabajoso que resulta, conseguimos que unos artesanos malagueños nos hicieran una réplicas exactas con un tono algo blanquecino y que no requiere mucho mantenimiento”.
Rincón de un apartamento. Los suelos son de barro en espiga replicando el estilo original. Silla de madera y enea de Guadarte y dibujo de flamenca en la pared, de Jaime Abaurre.
Adentro de este apartamento de dos dormitorios, la mesita de noche, diseño de Benjumea, está hecha a medida por un herrero y marmolista. También ad hoc, los cabeceros son de terciopelo y la pantalla de la lámpara, de rafia y flecos.
Rasgos señoriales aquí y allá
Sin duda, el de los suelos es una magnífica solución para un espacio que, al igual que un hotel, también está pensado para que tenga mucho trasiego, y con una decoración en la que de nuevo se ha tratado de que Sevilla estuviera muy presente. Las camas vienen con doseles hechos con mantones de manila. Las sillas son de enea (las típicas de la Feria), cada una con su color y con sus dibujos de campo. Los textiles casi todos se han resuelto mediante linos que dejan ver el revestimiento de las paredes, “pues tenemos que presumir del muro del siglo XVI que el lino no interrumpe”, asegura orgullosa la decoradora, quien a su vez ha añadido apliques de terciopelo a lo largo del complejo.
Un comedor con frontal de papel pintado en temas de pájaros y flores. La mesa es diseño de la decoradora del proyecto, mientras que las sillas de madera y enea, las clásicas de la Feria de Sevilla, vienen pintadas por un artesano de la ciudad.
Sobre un sofá realizado a medida y tapizado en lino cuelga una fotografía de la Plaza de Toros de La Maestranza hecha por Robert Peters Napper.
Los lavabos que pueden verse ahora son pilas de agua bendita de antiguas iglesias, y en los cuartos de baño los mármoles provienen de canteras andaluzas. En paralelo, los marcos de madera se han reconstruido en los balcones, barandillas, venecianas y contraventanas, todo con mucho mimo y de la mano siempre de artesanos locales. Es muy importante además la serie de fotografías que hay en cada apartamento, procedente de fotógrafos del siglo XIX como Charles Clifford o Robert P. Napper, entre otros, que vinieron a Sevilla y fotografiaron monumentos representativos. Son los que hoy dan nombre a cada uno de los apartamentos que conforman la actual Real Casa de la Moneda, incluyendo la Torre del Oro, la Plaza de Toros, el Archivo de Indias o la Casa de Pilatos.
Aseo de invitados con un lavabo de piedra y su grifo de latón. La pared es de mortero y la base donde se apoya el lavabo, de piedra de Sierra Elvira.
Vista de la recepción con una mesa cubierta por una pieza de terciopelo (una tela antigua de La Fábrica de Hielo) y rinconera pintada de Guadarte.
Idéntico a un hotel
Adentro no hay apartamento igual. Unos vienen con terraza, otros con piscina. Algunos disponen incluso de vistas a la Giralda, a la Torre del Oro o al Archivo de Indias, conformando un concepto de apartamento turístico único en la ciudad con recepcionista 24 horas, servicio de hotel con desayuno y posibilidades de cena mediante catering o cocinero. En la capital andaluza este sistema está funcionando muy bien para un determinado tipo de visitante, y poco tiene que envidiarle al mejor hotel de la ciudad, pues aquí el verdadero lujo supone el espacio en sí, la luz y sobre todo la reactivación de la zona. La mejor señal de ello es que en el barrio la gente ha vuelto a atravesar la manzana por los pasadizos que la recorren, y eso ha hecho que la Real Casa de la Moneda recupere por fin, en 2023, su mítico esplendor de antaño.