Cuentan ambos autores que acomodar los servicios esenciales y la cocina, así como las áreas para comensales, supuso algo parecido a un juego de tetris. También hubo que tener en cuenta lo que el dueño del Ideal buscaba, ni más ni menos que un espacio inspirado en la materialidad y geografía desértica del sur de Estados Unidos, y de Baja California al norte de México, como marco para su cocina Modern American.
Botero fue el que se ocupó de traducir arquitectónicamente tal filosofía. “Ahora bien, sin ser literales, y aterrizándola a la cultura local a través del uso del ladrillo y el pañete, dos materiales muy cotidianos, con texturas diversas que exploramos con profundidad y que nos permitieron también manejar una paleta de color limitada pero, a la vez, muy expresiva”, informa él.
Obra al unísono
El trabajo con el ladrillo, a la vista queda en las fotos, es sobresaliente. Encargado con medidas específicas a un productor artesanal, se colocó verticalmente “empetacado y sin juntas” para alargar los muros y dotarlos de movimiento. A este ladrillo, el cual figura en paredes, pisos y en estructuras como la base del lavamanos en los baños y la fantástica chimenea curva del segundo piso, los arquitectos decidieron incrustarle juntas y apliques metálicos. Ya fuera entre las hileras de estos o como base de las luminarias que baña el ladrillo de luz resaltando su color y textura.
Cuando Martín Mendoza se incorporó para desarrollar el interiorismo del restaurante Ideal, él entendía lo que había proyectado Botero previamente. “Por lo arquitectónico que resultaba no quise sobreponer cosas que fueran innecesarias”, reconoce. “Supe que el interiorismo tenía que trabajar en favor del concepto del local. De ahí también la paleta de color y los materiales naturales -maderas, fibras vegetales, terracota, cuero, yute y linos-, y que haya muchos detalles en bronce y cobre que sirvan de contraste”.
Diseño de kilómetro cero
Así, al apreciar el carácter contundente del baño, Mendoza decidió poner un gran espejo que hoy ocupa toda la pared, duplicando el espacio, y refleja las puertas de madera -que también siguen un programa vertical- en medio de la iluminación atmosférica diseñada por Botero, la cual se asoma entre las vigas del techo. ¿Y qué hay del mobiliario? De cara a resaltar las características del restaurante Ideal se optó por piezas de diseño colombiano. Como mesas de CarmWorks y 902 Showroom, el arte textil de Vanessa Valero, lámparas de su marca Mm&co y otras desarrolladas en colaboración con La Bestial. Aparte de sillas y bancas de madera de Vrokka.
Para ambos arquitectos, la propuesta estaría incompleta sin la presencia de vegetación así que, inspirados por la que se encuentra en Villa de Leyva, optaron por llevar olivos a la terraza, además de lavanda, romero, pasto salvaje y otras plantas inusuales en un restaurante en Bogotá. La sala del segundo piso, cuentan los dos, es su tour de force. “Al tratarse de un espacio cuadrado de techo bajo resultó otro gran reto”, señala Mendoza. “No queríamos que se sintiera como un salón comunal. Necesitábamos un punto focal, pero no había espacio”. La solución pasó por un botellero que se descuelga en dos curvas desde el techo, dividiendo el espacio en tres zonas más.
Detalles infinitos
Para completar esta atmósfera íntima y sofisticada, Mendoza decidió usar mobiliario bajo y una decoración sobria y medida: una pieza de madera orgánica en la chimenea, una lámpara de mimbre y un lienzo de lino de estética casi impresionista, dándole el punto y final a un proyecto que respira armonía y contundencia. Porque, de hecho, el restaurante Ideal contempla varios espacios imponentes. Como el bar con su fondo en cobre en el patio bañado por la luz natural, el olivo en la mitad de la terraza, la salita íntima entre circulaciones o el acogedor salón del segundo piso, que crean experiencias distintas conforme se transita o se disfruta de la comida en un espacio u otro.