Los rabelos son pequeños botes de madera que durante siglos han transportado barriles de vino de Oporto a través del Duero. De ellos coge prestado su nombre The Rebello Hotel, que descansa junto al único astillero superviviente de la zona. Dos antiguas fábricas del siglo XIX forman parte del nuevo edificio, para el que Daniela Franceschini ha acompasado cuatro ejes principales en su decoración: el agua, la industria, la madera y el vino. “El mayor reto ha estado en mantener la esencia boutique a esta escala”, comienza Daniela.
El atractivo industrial
Para las 103 habitaciones del hotel, la diseñadora ha coqueteado con el estilo industrial de manera muy particular, desde una visión utópica e inspirada por La Fábrica de Ricardo Bofill. “En los 80, muchos artistas son excluidos de sus barrios y se van a estos vacíos industriales, inusuales y mágicos. Recogen muebles de todas partes y dan con espacios propiamente eclécticos”, explica Franceschini, y continúa. “La gente se empieza a obsesionar más con el espacio que con el arte en sí, y llegan a ser lugares de idealización súper codiciados”. De esta manera, se han diseñado espacios que celebran el proceso de creación artística en una pequeña vivienda ideal para viajar por ocio, como turista, o por trabajo, como nómada digital.

Taburetes diseñados por Quiet Studios para el hotel, inspirados en el cuerpo de un ancla.
En uno de los apartamentos cuelga de la pared una obra de Tomek Sadurski.


En las habitaciones, los colores juegan con los contrastes. Aquí, estantería diseñada ad hoc por Quiet Studios.

A la derecha, sofá diseñado por el estudio para el proyecto. A la izquierda, lámpara de pie, también de Quiet Studios.
Todos los apartamentos cuentan con una cocina. Los muebles están revestidos en madera de nogal.

Lo cierto es que las habitaciones son, propiamente dicho, apartamentos. Entre ellos se pueden encontrar desde los estudios más pequeños hasta las Three Bedroom Penthouses de tres habitaciones, como su nombre indica, de casi 200 metros cuadrados. En todas ellas, eso sí, Daniela Franceschini ha creado una atmósfera ecléctica con acentos industriales y brutalistas, obras de arte que ha buscado por Portugal y en el extranjero junto a su pareja Alexandre Neimann y una paleta muy contrastada con colores como el negro, blanco, rojo, borgoña y azul. Todo ello, junto a materiales como la madera de nogal, acero oscurecido, hormigón pulido y los azulejos, que dan vida a ese estilo tan fresco y desenfadado que siempre ha caracterizado el trabajo de Quiet Studios.
Un diseño con aroma a mar
No hay que pasar por alto la histórica conexión de Oporto con el mundo marino. En el lobby de The Rebello Hotel se pueden encontrar formas, colores, materiales y texturas inspiradas en los barcos y el mar. Por ejemplo, una iluminación con guiños a los faros y las cadenas de los barcos, o unos espejos ondulados que evocan el movimiento del océano. Destaca una pieza abstracta de material recuperado de barcos rabelos, fruto de la colaboración entre la firma Ther y los artesanos locales. Los detalles marinos llegan hasta el propio restaurante Pot&Pan, con tuberías de color rojo que evoca la señalización de aguas, además de una carta completamente inspirada en la gastronomía portuguesa, muy ligada al mar.
Esa esquina especial
Uno de los mayores secretos que esconde The Rebello Hotel es su spa, inspirado en los baños romanos. “Fue lo primero de todo el hotel que hicimos y en principio iba a ser de terracota, pero aquí no existe ese material, así que terminé por elegir el granito”, recuerda la diseñadora. Con los tonos tierra, los techos altos, la antigua cerámica y los mejores tratamientos, este puede parecer el lugar donde Franceschini desearía quedarse, pero para ella hay un rincón aún más especial. “Cuando te despiertas en el hotel y miras por la ventana hacia esa arquitectura tan singular, te das cuenta de que estás encima del agua”, relata ella. “Es lo más bonito que hay. Ver cómo el sol se refleja en el agua con un color dorado a las 7 u 8 de la mañana no tiene precio”.
Otro asunto que salta a la vista es que no es fácil aceptar el encargo de diseñar un hotel de estas características, desde los cabezales de las camas hasta la tipografía de la carta, pasando por los lavabos en forma de tanques de agua. Y más valiente aún es optar por una estética industrial justo cuando, a raíz de la pandemia, el precio del acero estaba por las nubes. Visto lo visto, y habiendo observado las imágenes del proyecto al detalle, la conclusión es unánime: la diseñadora de Quiet Studios ha logrado crear en el que es su trabajo más grande hasta la fecha un interior lleno de vida, pasión y creatividad para este hotel rabelo y rebelde, ubicado en una ciudad como Oporto en máxima ebullición.

Lámpara de AndLight, fotografía de Pedro Guimaraes y escultura de antiguos mecanismos.
Recepción con mostrador de Quiet Studios y jarrones de Origin Made. En la pared asoma la escultura de Ther creada en colaboración con artesanos locales.


Zona de espera en el lobby con butacas vintage.

Spa inspirado en los baños romanos con tonos tierra. Hamacas e iluminación por Quiet Studios.
La doble altura aporta al espacio un aire de elegancia, lujo y relax al estilo del Imperio romano.
