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Fotografía: Archivo Santa Eulalia / William Sofield

Así es la tienda de Santa Eulalia en Barcelona con un curioso historial de reformas, anécdotas y muebles centenarios

180 años son los que ha cumplido la mítica casa catalana, hoy con un único espacio insignia que ha sabido preservar el largo legado. Un rara avis del interiorismo en la Ciudad Condal al que año tras año acuden fanáticos de la moda de lujo de todo el mundo, además de amantes del diseño que buscan descubrir esta joya de un arquitecto estrella estadounidense.

Pocos interioristas hay que hayan sabido firmar una tienda con los códigos y el lenguaje que de normal aplican en sus proyectos residenciales. Y aún menos, con la gracia con la que sí lo hizo a principios de este siglo el arquitecto William Sofield. Suyas son muchas de las joyerías de Harry Winston distribuidas por el mundo, las de Ralph Lauren, una de las tiendas más memorables de Bottega Veneta, las boutiques de Gucci en la era de Tom Ford. O la que abrió este diseñador de moda para su marca homónima en la Madison Avenue de Nueva York. También de Sofield es, curiosamente, la tienda de Santa Eulalia que la empresa familiar catalana reabrió en el número 93 del Passeig de Gràcia de Barcelona en 2011, después de dos años de reforma monumental.

“Lo que me gustaba de él era justo esa aproximación residencial suya que la da a una tienda un ambiente de casa buena, de sitio confortable y hogareño que te arropa”. Quien lo cuenta es Luis Sans, el actual propietario de Santa Eulalia y quien, para la tienda del centro de la Ciudad Condal, se empeñó en que el arquitecto estadounidense fuera la persona encargada de la obra. A él le envió una carta a su estudio de Nueva York y, claro, se hizo un silencio sepulcral. Respuesta inmediata no hubo. “Me contestó al mes siguiente, que para mí fue una cosa inquietante”, recuerda Sans riéndose: “Después me dijo que lo hacía siempre así, que cuando recibía una petición tardaba un mes en responderla para no parecer que estuviera desesperado por el trabajo”. Al final le devolvió la carta a Sans aceptando el proyecto y comentándole que para él aquello era como cerrar un círculo. Sofield había hecho su doctorado sobre Gaudí y, pese a ello, nunca antes había estado en Barcelona.

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La seña de identidad con la que William Sofield se ganó un nombre gira en torno al glamour norteamericano de los 90.

Para la tienda de Santa Eulalia, el arquitecto estadounidense integró muchos de los códigos de sus casas en los Hamptons de Nueva York.

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Interior de Sofield para la firma de joyas y relojes Boucheron.

Sin pasar por alto lo más mínimo

El encargo de la tienda de Santa Eulalia lo aceptó además porque le gustaba la idea. “Y me redujo los honorarios, porque cuando yo los vi al principio me puse las manos a la cabeza, lo suyo era impagable”, según Sans. Llegados a un acuerdo, los catalanes hicieron su esfuerzo económico y el estadounidense se volcó en reconstruir los más de 2.000 m2 del edificio del Passeig de Gràcia que en 2009 se había demolido. Sofield lo hizo con su obsesión milimétrica de siempre, tratando de armar una tienda que aguantara una mirada atenta. Es decir, que cuanto más de cerca se observara, más detalles vieras en su interiorismo.

De ahí que el arquitecto proyectara los planos de detalle hasta de los zócalos, del perfil de la barandilla, los peldaños de la escalera o las molduras. Obligó a buscar a maestros yeseros, herreros, carpinteros. Mandó incluso confeccionar una mesa de 10 capas a un japonés experto en laca de Nueva York, que tardó ocho meses en rematarla. Lo recalca el propietario de Santa Eulalia: “La mesa, fíjate, está ahí puesta en la tienda y ni siquiera uno se da cuenta, pero le ocurre un poco lo mismo que a las perlas. Tiene oriente”.

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Salita diseñada por Sofield en la tienda barcelonesa de Santa Eulalia.

En la planta de abajo del Passeig de Gràcia, la madera teñía (y sigue haciéndolo) la sección de camisería.

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Escalera de roble preservada en la tienda insignia catalana, hoy presente todavía.

Espacio dedicado a la mujer en Santa Eulalia, obra del estadounidense.

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Una extensa recopilación del pasado

Larga historia también tiene esta boutique inaugurada en 1944. Cuando la inicial tienda de Santa Eulalia en el Pla de la Boqueria, la de 1843, se quedó diminuta, la venta de tejidos y complementos para señora se trasladó en 1941 al número 60 del Passeig de Gràcia. La sastrería, camisería a medida y venta de accesorios de hombre pasaron al número 93. Hoy, este último es el único local de la compañía catalana que sobrevive y en su interior se recogen muchas de sus piezas legendarias, las cuales se guardaron en containers durante la obra de Sofield. Porque uno de sus retos fue el de unificar muebles de estilos dispares, hechos en épocas distintas, en un nuevo concepto que puede verse (y leerse) en la visita virtual a esta tienda que ofrece la web de Santa Eulalia.

Casi toda la decoración se detalla en la visita. Desde el logotipo art déco de la fachada (el que aparecía en la invitación al primer desfile de Alta Costura de la casa) hasta las farolas, escaparates, puertas y tiradores de latón rescatados de otras tiendas antiguas. Adentro, el estadounidense pintó a mano unos dibujos florales en la sección de perfumería, envejecidos con pan de plata y té, e incluyó la mítica escalera de roble que baja a la planta menos uno. Está repleta de las estanterías que había en los almacenes parisinos de las Galeries Lafayette. Tiene además una muestra de los patrones históricos de la sección de sastrería y una ventana desde la que se puede contemplar a los sastres cortando los trajes bajo demanda.

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Espacio presidencial en la boutique de Santa Eulalia en el número 60 del Passeig de Gràcia.

La primera tienda del negociado barcelonés se encontraba en el Pla de la Boqueria.

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Fachada de la tienda de Santa Eulalia en Passeig de Gràcia 93, durante la década de los 60.

Este era el aspecto que lucían los interiores de la actual boutique catalana en los años 40, nada más abrir.

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Sobrevivir ya es un acto valiente de por sí

Debido a una avería, en los 60 la mujer de Franco se quedó encerrada en el ascensor de esta tienda de Santa Eulalia, de cuya cabina aún se guardan restos restaurados en el elevador actual. Figuran a su vez muchísimos carteles que diseñaron para la empresa en los años 20 y 30 los ilustradores José Luis Rey y Henry Ballesteros, dispuestos por los pasillos en una distribución que el arquitecto estadounidense trazó al estilo de un establecimiento de Ikea en versión lujo. “No es fácil en una tienda tan grande que haya sensación de privacidad, pero Sofield sí lo consiguió”, defiende Sans: “Aquí se fueron diseñando pequeñas salas de forma que, aunque haya mucha gente, el cliente sienta que está a solas con el dependiente”.

La tienda de Santa Eulalia volvió a reformarse en 2020 aprovechando que en Barcelona turistas no había. Sofield, de nuevo al mando, amplió la zapatería y a la zona de sastrería le restó tamaño e importancia. Algo que también ha ocurrido con los almacenes multimarca alrededor del mundo y de lo que Luis Sans no solo es consciente, lo reconoce en público diciendo que un negocio así, en 2022, es un poco como nadar a contracorriente. “No sé si compensa, pero es a lo que me he dedicado toda mi vida. A los 22 años acabé aquí (su padre falleció de manera repentina), y lo que me tocó lo he intentado hacer lo mejor que he podido”, concluye: “La prueba es que estoy metido en este barco, y el barco sigue navegando”.

Cartel elaborado para la casa por Joan Peradejordi en el verano de 1927.

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Escaparate en latón en la actual boutique de Santa Eulalia.

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La temporada veraniega de 1931 en Santa Eulalia se ilustró con una obra de José Luis Rey Vila, más conocido como Sim.

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El negociado catalán abrió su sede en Tánger en 1949, cuando la ciudad todavía era protectorado español.

Desfile de Alta Costura de Santa Eulalia en el Hotel Minzah de Tánger.

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