Torres Blancas es icónico, es controvertido, es complicado. Fue la utopía fallida de Sáez de Oiza, levantar una pequeña ciudad-jardín casi autosuficiente, con restaurante, capillas, guardería y tiendas para la constructora Huarte. Por sobrecostes y otros problemas nunca se hizo del todo realidad, era demasiado pronto, aunque ahora los condominios de las grandes urbes replican este modelo. Eduardo Tazón y Antonio Mora, Studio Noju, eligieron un dúplex aquí para hacer de él su vivienda y su tarjeta de presentación en España. Los dos arquitectos, tras pasar varios años en Nueva York trabajando en diferentes estudios (Eduardo en OMA y en Didier Scoffidio +Renfro y Antonio con Ana María Torres) regresaron a Madrid para iniciar su propia práctica hace dos años.
“El mayor reto ha sido dialogar a nivel conceptual con un edificio tan importante y homenajearlo sin nostalgia. Hacer honor al proyecto no es mantener los elementos de época sino poner las intenciones de Oiza en valor”, explica Eduardo. De todas formas, los anteriores propietarios ya habían aburguesado sus maneras liberales. “Intentaron hacerlo más tradicional levantando paredes rectas, mucho armario… Hay muy poca documentación sobre los dúplex, solo hay ocho; el propio Oiza se quedó con uno y vivió aquí. El portero nos dio unas fotocopias de los planos originales y los tomamos como punto de partida para encontrar las ideas implícitas pero aplicando nuestro lenguaje –continúa Antonio–. Fue casi una labor de arqueología, al tirar tabiques fueron apareciendo las curvas omnipresentes”. Experimentación sin sentimentalismo pero con respeto.