El salón de esta vivienda en la Gran Vía madrileña viene con cojines de Pepe Peñalver y mesa francesa siglo XVII en Tristán Domecq Casa, igual que el pie de lámpara Formentor diseñado por el estudio, justo como las cortinas con telas de Gancedo. La alfombra es de lana vintage marroquí. En portada, mesa de centro Deia, obra del estudio para Tristán Domecq Casa y, en la pared, obra de Luis Miguel Rico en Gärna Gallery.
El interiorista madrileño en un rincón de la zona de estar, junto a un cuadro de Ana Prata en galería Travesía Cuatro, y apoyado en una mesa antigua de los años 60 de Tristán Domecq Casa, la misma tienda de donde proviene la butaca francesa años 50 que aparece al frente. La lámpara es de Gorgona Antigüedades y la silla de despacho italiana, de los años 50, aparece tapizada con tela de Gancedo.
Según Domecq, los dueños son unos franceses que residen en Hong Kong. “Querían un piso en Madrid como pied-à-terre para ellos y en el que momentáneamente viviera su hijo, porque estaba estudiando un máster en la ciudad”, explican desde el estudio. Desgranan también que en los 100 metros cuadrados de la vivienda tuvieron que realizar una reforma integral, ya que se encontraba en su estado original. Apenas se había tocado, su distribución estaba muy compartimentada y la cocina, ubicada al fondo de la casa, se encontraba al otro extremo del salón y el comedor, detallan. “Cambiamos la configuración original y en la parte frontal colocamos la cocina, esta vez junto a la zona de día, mientras que los tres dormitorios y los dos baños los ubicamos al fondo”.
Completamente a la inversa
Con tal redistribución de los espacios, pensada para ganar la mayor luz natural posible, importante era cuidar el diseño de la cocina y el comedor, que a partir de la reforma serían las estancias que generasen la primera impresión nada más entrar en esta vivienda en la Gran Vía madrileña. Así, la cocina se concibe de tal manera que parezca un mueble propio de la casa, dispuesto con varios módulos de torres con puertas escamoteables que ocultan el fregadero, la zona de desayuno, el almacenaje y la nevera. Sus suelos son de piedra caliza en gran formato. “La cocina se une al salón a través de unas embocaduras de diseño clásico a conjunto con los marcos de las ventanas restauradas”, cuentan en el estudio de Domecq. “Con estas aperturas, se trasmite toda la luz que entra por las balconeras típicas de los edificios clásicos de Madrid, también restauradas”.
La cocina-comedor cuenta con la mesa Pedraza diseño del estudio para Tristán Domecq Casa y, sobre ella, bowl antiguo de loza italiana. Las sillas tapizadas en bouclé también son de la firma del interiorista y la obra al fondo es del artista alemán Jan Zöller en la galería Meyer Riegger de Berlín.
Filosofía de antaño
A lo largo de todo el piso se buscó conservar un estilo clásico manteniendo su esencia original, con las molduras de líneas rectas que acentúan la altura de los techos propia de estos edificios. En cuanto a la gama cromática, una paleta neutra a base de combinar diferentes texturas. Se pintaron del mismo tono los rodapiés y las paredes, resaltando así la parte superior en un color blanco roto con la moldura de techo. Los suelos también tuvieron su proceso, y mientras que en el resto del piso se apostó por la piedra caliza de gran formato buscando dar continuidad, en el salón se mantuvo el suelo de pino melis en espiga. Era el original de esta vivienda en la Gran Vía, aunque restaurado al completo.
Para ganar espacio y aumentar de nuevo la luminosidad, en el estudio del madrileño ocultaron los armarios, tanto en dormitorios como en vestidor y pasillo, con lo que lograron que el interiorismo no se recargara demasiado visualmente. Algo parecido ocurre hoy en los baños, que tampoco chocan ni contrastan con el resto del piso por mucho que incluyan en las paredes un revestimiento en papel vinílico o las embocaduras de entrada a las duchas y encimeras sean de mármol rojo. Estas últimas incorporan un fresado, lo que hace que el detalle pueda alinearse con el estilo clásico de la vivienda. Por otro lado, el diálogo de cada baño con el resto de la casa está asegurado ya que, además de venir con las tonalidades neutras imperantes, en ellos se perpetúa el elemento de las molduras.
Con nombre propio pero también a medida
En las distancias cortas es donde se aprecian los detalles, el saber hacer. De ahí que para Tristán Domecq y su equipo la decoración y el mobiliario representen el eje fundamental en cualquier proyecto, incluido el de esta vivienda en la Gran Vía. Porque, a la teatralidad propia de sus interiorismos, con cortinas dramáticas y contrapuntos florales, esta vez se le suman piezas ad hoc pero también cojines de Pepe Peñalver, telas de Gancedo, obras de Luis Miguel Rico y de Sergio Femar en Gärna Gallery. Así como velas de Loewe, lámparas de Gorgona Antigüedades, un cuadro de Ana Prata en la galería Travesía Cuatro, alfombras de lana vintage marroquí o loza italiana de la Puglia. Sin duda, un deleite de piezas cuidadosamente elegidas, acordes con el estilo del encargo y con la personalidad señorial por la que desde hace años ya bien se le conoce (y se le admira) a este interiorista madrileño.
En el dormitorio principal, mesita de noche Parma, con estructura de madera de roble y sobre de piedra Arabesco, diseño del estudio para Tristán Domecq Casa.
La ropa de cama es de Matarranz y la obra en la pared, de Leonardo Rodríguez Pastrana, un pequeño artista de 9 años.