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Vídeo: Daniel Schäfer y Borja Alcalde

VÍDEO. Palladio Balear: villa del XIX de Paloma Cañizares en la Menorca rural

La arquitecta Paloma Cañizares muestra en este vídeo cómo ha transformado una vieja casona en el interior de Menorca con hechuras clásicas, aplicando drapeados, escayolas, panelados y murales de una equilibrada y armoniosa sencillez.

Una locura. Un experimento. Un reto. Una caja de sorpresas. Son las palabras que elige la española Paloma Cañizares para describir su último proyecto, la rehabilitación de una casona de campo de finales del XIX en Menorca para ella y su familia. La historia viene de lejos. Fue hace 22 años, tras la muerte de su madre (decoradora y una de sus mayores influencias estéticas), cuando Cañizares decidió cambiar de destino de vacaciones y probar en la isla balear. Fue un flechazo inmediato al que ha vuelto cada verano durante más de dos décadas. “Como soy una persona muy constante, y por deformación profesional me encanta buscar viviendas, todos los años miraba cada parcela que se vendía y confeccionaba una especie de ranking con las mejores. Y en esa lista, como mi mayor sueño, en el top ten estaba esta vieja construcción en mitad de la naturaleza”, nos cuenta. Finalmente, y gracias justamente a su madre (círculo cerrado) pudo permitirse adquirirla. “Ahí empezó la aventura”, sigue. Y la gozadera, admitimos nosotros, porque la arquitecta ha disfrutado cada paso, cada espacio y cada decisión (siempre arriesgada) hasta llegar al proyecto que muestra el vídeo.

“La fachada tipo palladiana, muy sencilla, me apasionaba y me propuse llevar ese mismo lenguaje clásico al interior y a la decoración, que estaba muy desmejorada por una reforma de los años 70 u 80”, relata. Para conseguir esa coherencia histórica y estética entre interior y exterior, Cañizares reconoce que tuvo que investigar intensamente durante meses. “Respeté el espíritu original hasta en la distribución decimonónica. Por ejemplo, el comedor y la cocina están separados del resto. Hay que salir para acceder a ellos a través de un patio, pero no podía quitar ni cambiar la chimenea. Era demasiado especial”. Observando ahora el resultado de la casa, no es de extrañar que a sus dos hijos de 6 y 8 años les encante veranear aquí, porque el lugar resulta un juego de espejos donde la imaginación se potencia al máximo entre bóvedas y cortinas, telas drapeadas que esconden puertas y armarios, alfombras diseñadas por la interiorista, muebles vintage de Francia y azulejos zellige de inspiración árabe. Parece un sueño, solo que este (a la vista está) se ha convertido ya en una gran realidad.