
El porche típico de las casas de campo de la isla dispone de una mesa de madera de Heerenhuis, silla de ratán Dayak de Paolo Moschino y banco de brocante. El edificio fue construido en el siglo XIX. “Me encantó por su estilo palladiano, sencillo y clásico”, dice Paloma Cañizares.
Retrato de Paloma Cañizares, autora y propietaria de la casa. En portada, el salón con sofá de Maison de Vacances, butacas de Paolo Moschino, mesa de centro de Heerenhuis con cerámicas de Xavi Mañosa para PCM Design, alfombra a medida de Nanimarquina y, en la pared, dibujo de Peter Matthews. El techo de escayola es un diseño de la arquitecta a la manera de las voltas catalanas y la chimenea, la original del XIX.


Espacio al aire libre, bajo una encina centenaria, con sofás hechos sobre un muro de piedra de marés.
“Como soy una persona muy constante, y por deformación profesional me encanta buscar viviendas, todos los años miraba cada parcela que se vendía y confeccionaba una especie de ranking con las mejores. Y en esa lista, como mi mayor sueño, en el top ten estaba esta vieja construcción en mitad de la naturaleza”, nos cuenta. Finalmente, y gracias justamente a su madre (círculo cerrado) pudo permitirse adquirirla. “Ahí empezó la aventura”, sigue. Y la gozadera, añadimos nosotros, porque la arquitecta ha disfrutado cada paso, cada espacio y cada decisión (siempre arriesgada) hasta llegar al proyecto que muestran las fotos.
Compromiso y afán por el pasado
“La fachada tipo palladiana, muy sencilla, me apasionaba y me propuse llevar ese mismo lenguaje clásico al interior y a la decoración, que estaba muy desmejorada por una reforma de los años 70 u 80”, relata. Para conseguir esa coherencia histórica y estética entre interior y exterior, Paloma Cañizares reconoce que tuvo que investigar intensamente durante meses. “Respeté el espíritu original hasta en la distribución decimonónica. Por ejemplo, el comedor y la cocina están separados del resto. Hay que salir para acceder a ellos a través de un patio. Pero no podía quitar ni cambiar la chimenea. Era demasiado especial”.

En el comedor, Paloma Cañizares se ha dado el capricho de diseñar unas paredes abovedadas con relieves de escayola. Sillas Rubber de Heerenhuis, alfombra de Vanderhurd y cortinas de Maison de Vacances.
No es de extrañar que a sus dos hijos de 6 y 8 años les encante veranear aquí, porque el lugar parece un juego de espejos donde la imaginación es el elemento primordial. “Me lo pedía el espacio. No podía inventarme un interiorismo totalmente contemporáneo en este escenario”, recalca. “Estudiar sobre el periodo en el que se edificó me abrió, además, muchas posibilidades. Sobre todo en cuestión de textiles. Hay cortinas de todo tipo, con flecos y sin ellos, de todas las texturas posibles. Diseñé alfombras, me recorrí muchos anticuarios de Francia comprando muebles y cojines que encajasen. Hice todas las locuras que se te puedan ocurrir”, se ríe.

La cocina se ha hecho con muebles de obra y de madera de Fustería Elias. En la pared, acuarelas de Daniel Humm, cocinero del restaurante Eleven Madison Park (NY) y, en las baldas, cerámicas de Do Design y Astier de Villatte.
Pasillo vestido con cortinas con loneta Toba de la colección Ethnic de Gancedo, suelo en damero original de la casa, jarra de cerámica de Berenis y óleo de Iván Cantos.


El baño de cortesía contempla una colección de siurells mallorquines (los de la encimera representan a los miembros de la familia de Paloma Cañizares). Encimera de cerámica de Ateliers Zelij y espejo de la arquitecta.
Cada estancia, un pequeño experimento
En uno de los dormitorios, telas drapeadas esconden puertas y armarios como un trampantojo. En el principal, el de Paloma Cañizares, una bóveda inversa está hecha con escayola aunque parezca un elemento constructivo más. Para uno de los baños la artista Rosalía Banet diseñó unos azulejos fabricados en Talavera de la Reina a partir de sus bocetos, y una habitación de invitados está panelada de un verde azulado. De los colores utilizados por Paloma, por otra parte, se podría escribir un tratado de plástica porque no dejan indiferente. “La base es blanca como siempre en esta zona, pero he añadido muchísimos matices. El reto era equilibrar unos tonos con otros para que todo sorprenda sin agotar. Esa fue la mayor dificultad”, asegura.

Dormitorio de invitados con alfombra de Alp.
En la misma habitación de invitados, silla de brocante y retrato antiguo, en Agurcho Iruretagoyena.

Museo para quedarse a vivir
En el salón, un gran dibujo del inglés Peter Matthews (un artista que trabaja sumergido en el mar) remite a la isla y a su influencia mediterránea pero también británica (Menorca estuvo bajo soberanía inglesa durante un siglo) y árabe (en la cerámica y los azulejos zellige de los aseos). “Rehabilitamos la casa con ayuda de Conrado y Asociados y después el jardín, conservando la enorme buganvilla que tanto me gustó cuando la vi por primera vez. Con el matorral típico menorquín, que crece solo, he diseñado un laberinto que se podrá apreciar de verdad dentro de cuatro o cinco años. Y en su interior he colocado la piscina”.
Los materiales son otra de las claves del proyecto. Piedra, madera, muchísima cerámica y el trabajo de carpinteros, yeseros y ceramistas para validarlo. “Puse a prueba los oficios. Aquí está representada la artesanía en su máxima expresión”. Puertas, armarios, techos, suelos… Todo está pensado y dibujado ad hoc por Paloma Cañizares. “Hay muchos códigos constructivos que solo me divierten a mí o a la gente que le interese especialmente la arquitectura. Lo pasé realmente bien y me metí en muchos líos. El resultado, creo, es sorprendente, diferente. A nivel de interiorismo es la casa en la que más he arriesgado y aprendido de toda mi carrera. La gente de la isla la llama el museo. Y es algo que me llena de orgullo”.

Otro de los dormitorios de invitados con cubrecama y telas drapeadas de Maison de Vacances, que esconden puertas y armarios, y lámpara de Paolo Moschino.
De nuevo en el dormitorio de invitados, butaca de Paolo Moschino, alfombra de Nanimarquina, retrato comprado en El Rastro y escultura de anticuario.


Dormitorio principal de la casa, con dosel y mesita de metal diseño de Paloma Cañizares y butaca española del XIX.